Capítulo 31 - No necesito ayuda

67 4 0
                                    

Amelia

Me desperté sola en la que era nuestra casa, ya. Leí la nota que me había dejado mi novio en su lado de cama y que me arrancó una sonrisa

Me he ido al entreno ya, cariño. Tienes el desayuno ya preparado. Nos vemos esta tarde. Te quiero.

- Tu futbolista favorito -

Bajé al salón y  me encontré con el café ya servido y los cupcakes que más me gustaban, como me cuidaba mi niño.

Mientras me sentaba para empezar a desayunar y decidí escribirle a Irene y Lucía para quedar en mi casa, y si la situación me dejaba, poder hablar con Lucía sobre lo de la cena del otro día.

Irene respondió en menos de cinco minutos pero Lucía ni siquiera leyó el mensaje, así que asumí que no venía.

Pasó un rato y, mientras terminaba mi desayuno, Irene llegó con su energía habitual. Me dio un abrazo cálido y nos acomodamos en el sofá, poniéndonos al día entre risas y chismes. Sin embargo, cada tanto mi mente volvía a Lucía y lo raro que había sido el comportamiento en la cena. Irene no tardó en notarlo.

— Oye, estás en otro planeta, ¿pasa algo? — me preguntó, dándome un empujón cariñoso.

Suspiré, sabiendo que no tenía sentido ocultarle nada a mi amiga.

— Es sobre Lucía... ¿Te das cuenta que ni ha venido? No sé, creo que quizá lo del otro día en la cena no fue sol un error, sigo pensando que está pendiente de João de lo normal.

Irene me miró con una mezcla de sorpresa y curiosidad antes de asentir lentamente.

— Mira te voy a ser sincera, se que yo fui la primera que te dijo que quizá lo habías malinterpretado pero ahora no lo tengo tan claro ¿Has hablado con ella?

— Le mandé un mensaje para ver si quedábamos hoy y ni siquiera lo leyó, así que asumo que no tiene muchas ganas de hablar.

Irene frunció el ceño, pensando.

— Bueno, tal vez sea una tontería, o tal vez esté pasando por algo y ni tú ni yo lo sabemos. Dale un poco de tiempo, pero tampoco dejes de lado lo que sientes. Cuando estéis las dos tranquilas, háblalo, que las cosas claras siempre son lo mejor.

Asentí, agradecida por su consejo. Aunque me daba algo de inseguridad la situación, hablar con Irene me ayudaba a ver las cosas con más calma. Aún tenía dudas, pero al menos tenía claro que no quería saltar a conclusiones apresuradas.

Después de hablar con Irene, intenté distraerme un poco. Nos quedamos en casa, viendo algunas series y picoteando algo. 

Sin embargo, cada vez que mi mente volvía a lo de Lucía, sentía que no iba a poder estar tranquila hasta aclararlo con ella. Intenté recordarme a mí misma que habíamos sido amigas durante años y que, si algo estaba pasando, sería mejor abordarlo con paciencia y transparencia.

Un rato después, me llegó una notificación: Lucía había leído el mensaje. Respiré hondo, dudando si insistir o dejarle el espacio que parecía necesitar. Lucía no contestó, genial, de verdad.

— Ha leído el mensaje pero no responde — le dije a Irene 

— Eso ya es raro... — respondió Irene, frunciendo el ceño. — Mira, no quiero meterme, pero me parece que deberías hablarlo directamente, Meli. Si no, te vas a seguir comiendo la cabeza.

Asentí, sintiendo que tenía razón. Pero me dolía que Lucía, de todas las personas, estuviera actuando así. Siempre habíamos sido tan cercanas, ¿por qué ahora me daba la impresión de que me evitaba?

Destinados - João FélixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora