Capítulo 1: El mensaje que lo cambió todo

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Era el 2021, un año que parecía no tener fin en medio de la pandemia. El mundo estaba confinado, y con él, también lo estaban mis emociones. Pasaba las horas en casa buscando formas de escapar del encierro, y ese día, como tantos otros, estaba en un grupo de Facebook buscando con quién jugar Free Fire. No tenía a nadie para jugar, así que lancé un mensaje, casi sin pensarlo, esperando que alguien respondiera.

Fue entonces cuando coincidimos en un grupo de WhatsApp de chicas, también formado gracias al grupo de Facebook. En medio de tantas conversaciones, ella me escribió. Lo primero que sentí fue curiosidad. Sin pensarlo demasiado, entré a ver quién era. Y ahí estaba ella.

Todo empezó como un simple juego, un intercambio de palabras entre risas y estrategias para pasar el tiempo. Nunca imaginé que algo tan trivial como un mensaje en un grupo podría llevarme a descubrir algo tan profundo en mí. En ese entonces, no buscaba nada más que compañía para jugar, y mucho menos pensé que una chica pudiera llegar a gustarme. Pero así fue.

Con ella, todo se sintió diferente. Las palabras fluían con una facilidad sorprendente, como si ya nos conociéramos de toda la vida. Hablar con ella, conocerla, fue tan natural que apenas me di cuenta de cómo ese primer intercambio virtual se convirtió en algo más.

Ese día, aunque fue un simple mensaje en el caos de la pandemia, quedó grabado en mi mente como si hubiese ocurrido ayer. Porque fue el día en que empecé a descubrir una parte de mí que hasta entonces desconocía. Y lo hice con ella.

Con el tiempo, nuestras conversaciones se volvieron más fluidas y naturales. Le pregunté su nombre y me respondió: Valeria. Ese nombre resonó en mi mente de una manera especial; era único y encantador, algo que nunca había escuchado antes. Al escuchar su voz, supe que tenía que aprender más de ella.

Cuando le dije mi nombre, me comentó que también le gustaba. Luego, pasamos a preguntarnos de dónde éramos. Coincidimos en que ambas éramos peruanas, pero, desafortunadamente, de lugares diferentes. Ella era de la Ciudad de la Eterna Primavera, mientras que yo venía del norte chico.

La conversación continuó, y llegó el momento de preguntar nuestras edades. "¿Cuántos años tienes?" me preguntó, y cuando le respondí, le dije que tenía 18. Entonces, me animé a preguntar por ella, y al escuchar su respuesta, me sorprendí. No voy a dar su edad exacta, pero definitivamente era menor de 18. Me reí frente al celular, pensando: "Esto no puede estar pasando". Era una chica menor, pero, de alguna manera, me sentía bien con ella. Ignoré ese detalle y seguimos platicando.

A medida que nos conocíamos mejor, nos compartimos nuestras ID del juego y empezamos a jugar juntos cada vez más seguido. Hablar por chat se convirtió en un ritual diario: yo terminaba mis clases y buscaba su mensaje, y siempre encontrábamos la forma de conectar, ya fuera en el juego o en cualquier otra conversación.

Fue en esos momentos donde me di cuenta de que no solo quería tener una amistad con ella, sino algo más profundo. Pero me quedaba una pregunta en la mente: ¿Sentía ella lo mismo?

Con el tiempo, cada partida que jugábamos se convertía en una experiencia compartida que unía más nuestros mundos. A medida que me adentraba en el juego, su risa y su voz resonaban en mi mente, iluminando mis días más oscuros. Valeria tenía una forma de hacer que todo pareciera más divertido, incluso en las derrotas. Sus comentarios llenos de humor y su entusiasmo me contagiaban, y me encontraba sonriendo más de lo que recordaba.

Empezamos a hablar de cosas más allá del juego. Compartíamos anécdotas de nuestras vidas, nuestros sueños y preocupaciones. En esos momentos, sentía cómo mis sentimientos por ella crecían. Había algo en la forma en que me escuchaba, en cómo respondía a mis palabras, que hacía que mi corazón se acelerara. Era como si cada pequeña conversación construyera un puente entre nosotras.

El Eco de un Primer AmorWhere stories live. Discover now