Llegó el 2024, y todos los años que me llevaron hasta este punto fueron un verdadero sube y baja de emociones. Después de tantas idas y venidas, finalmente decidí alejarme durante unos meses. Necesitaba espacio, claridad, pero como siempre, volvimos a conectar. Lo sé, ya no hace falta que me lo repitan, caí nuevamente. Por un instante, sentí que volvíamos a ser nosotras mismas, que tal vez todo lo vivido podía quedar atrás, como si nada hubiera pasado. Pero la ilusión no duró mucho.
Fue un 19 de mayo cuando todo cambió de nuevo. Una amiga cercana a ella me contó algo que, hasta el día de hoy, me sigue atormentando. Me dijo muchas cosas, y aunque no sé si todas eran ciertas, hubo una que sí lo fue: Valeria me engañaba. No era la primera vez, pero esta vez fue diferente. No solo me engañaba con otra persona, sino que esta chica también estaba lejos de ella. Era como si repitiera nuestra historia, pero con alguien más. Ya no era la primera persona con la que me había traicionado, sino alguien nuevo. Y lo peor de todo... también era una relación a distancia, justo como la nuestra. Esa revelación me dejó rota.
La confronté nuevamente, pero esta vez todo fue diferente. No pude contener las lágrimas. Lloré como nunca lo había hecho antes, dejando salir todo el dolor y la rabia que llevaba dentro. Busqué consuelo en su amiga, aunque al final eso solo empeoró las cosas. Dije cosas que no debía, cosas que nunca habría querido decir en circunstancias normales. Sin embargo, su amiga tampoco ayudó mucho. Le echaba más leña al fuego, recordándome detalles que solo profundizaban la herida, haciéndome sentir más pequeña, más traicionada. Pero lo que más me dolió fue que esta vez Valeria no lo negó. No intentó justificar sus acciones ni buscar una salida. Simplemente lo aceptó, me miró a través del chat y, en un instante, todo se derrumbó. Terminó la relación sin más. No hubo una lucha, no hubo palabras de arrepentimiento. Fue directo, seco. Y luego se fue.
Cuando digo que se fue, lo hizo de todas las maneras posibles. Me bloqueó de WhatsApp, de todas las redes, incluso del juego que solíamos compartir. Me eliminó de su vida con la misma frialdad con la que terminó todo. Esa tarde, sola en casa, sentí un vacío que no puedo describir. Quise llorar más, gritar, hacer algo, pero no podía. Entonces hice lo único que sabía hacer en esos momentos: puse mi playlist de Spotify. La música siempre había sido mi refugio, mi mejor amiga en los peores momentos. Puse las canciones que mejor me describían, las que me entendían sin necesidad de palabras, y canté. Canté con todas mis fuerzas, a todo pulmón, como si así pudiera liberar la tormenta que tenía dentro. Esa tarde, encerrada en mi habitación, descubrí que mi única compañía en ese momento de dolor era la música. Pero, a pesar de todo, sabía que ese sería solo el principio de mi caída emocional.Empecé a tomar, no exactamente salía a fiestas, sino que aprovechaba los días en casa para beber como nunca lo había hecho, siempre a escondidas. De vez en cuando, si me llevaban a una fiesta, no me oponía, pero mi verdadero refugio estaba en casa, donde el alcohol se convirtió en mi compañero. Las notas dejaron de importarme; total, me sentía cansada de luchar por algo que ya se había ido. Pero así era el amor, ¿no? Uno soporta todo, y yo la amaba con una intensidad que no sabía que era posible.
Ella me desbloqueó de WhatsApp, y aunque no me había dado cuenta de inmediato, ahí estaba de nuevo. Parecía que le importaba, pero, ¿realmente lo hacía? Tal vez era solo la culpa que sentía por haberme lastimado. En ese momento no quería culparla, me puse a pensar en otras razones: tal vez era solo la edad, aún estaba experimentando esas cosas, y eso también incluía nuevas relaciones. Por mi parte, estaba enfocada en la universidad y mi carrera, tenía otras prioridades. Empecé a darle vueltas al asunto, y justo cuando pensaba en eso, volvió a desaparecer. Esta vez la dejé ir, porque sabía que tenía que sanar.
Los meses transcurrieron, y aunque poco a poco fui sanando las heridas, el amor que sentía por ella nunca desapareció por completo. Es curioso, porque siempre se dice que cuando uno sana, logra superar a su ex, pero en mi caso, parecía que no podía desprenderme de esos sentimientos. Mientras tanto, supe que ella seguía adelante con su relación. En algún punto, me desbloqueó de Instagram. No sé por qué lo hizo, quizás me extrañaba, pero eso es algo que jamás sabré. Decidí enfocarme en mí misma, retomando el deporte que tanto amaba y del que me había distanciado por la universidad y todo lo ocurrido. Volví a disfrutar de mis series favoritas, películas, y hasta hice algunos viajes que realmente me devolvieron una sensación de vida plena. Sin embargo, no podía evitar notar cómo su relación prosperaba. Observaba, desde la distancia, cómo con ella compartía una confianza que nunca llegó a existir entre nosotras. Resultaba irónico: en todo nuestro tiempo juntas, nunca hubo una llamada, pero con ella parecía haber una conexión constante, incluso más allá de lo que yo había imaginado. Me pregunté a mí misma si había hecho algo mal, si quizás yo no era lo que ella realmente buscaba. Ver cómo compartía experiencias que conmigo jamás tuvo me dolió, aunque no quería admitirlo. Pero decidí dejar esos pensamientos atrás, porque mientras yo seguía anclada al pasado, ella era feliz. No quería seguir reviviendo recuerdos dolorosos, así que elegí enfocarme en mi propio bienestar, en mis objetivos y en seguir adelante con mi vida.Hasta que llegó su cumpleaños. Curiosamente, su cumpleaños es el mismo día que el de mi madre, por lo que será difícil olvidarlo. Estábamos de viaje y, aunque el paisaje y el ambiente del hotel eran relajantes, mi mente estaba atrapada en una única pregunta: ¿debería saludarla o no? Recordé algo que una vez escuché, "si no se saludan en su cumpleaños, es porque la historia terminó." En el fondo, no quería que lo nuestro terminara de esa forma, pero también sabía que quizás era lo mejor. Ese pensamiento me rondó durante todo el día, hasta que cayó la noche. Finalmente, decidí enviarle un saludo; no porque esperara algo a cambio, sino porque sentía que si no lo hacía, me hubiera sentido mal conmigo misma.Para mi sorpresa, ella respondió. Se notaba asombrada y me preguntó por qué lo había hecho. Me confesó que no pensó que mi mensaje llegaría. Y así, poco a poco, retomamos la comunicación que pensaba se había perdido por completo.
Volvimos a hablar, pero ya no éramos las mismas. Ambas habíamos cambiado, tanto ella como yo. Me contaba cómo iba su relación, y aunque aún ciertos temas me dolían, sabía que si ella era feliz, yo también lo sería. Justamente, durante esas semanas, conocí a una nueva persona. Lamentablemente, no estaba lista para tener una relación o algo serio con ella. Lo entendió, pero de una forma u otra, intentaba conectar conmigo y mis emociones.Mientras tanto, seguía hablando con Valeria. Con ella todo era distinto, la conexión de amistad nunca se rompió del todo, y era fácil volver a hablar, como si el tiempo no hubiera pasado. Pero un día, en medio de una conversación, Valeria dijo algo que removió todos mis sentimientos. Me descolocó completamente, y me hizo cuestionarme si de verdad había dejado todo atrás.
Me dijo que dejaría todo por mí, y en ese momento me emocioné. Al principio, supe que no lo haría, ¿por qué dejaría una relación estable para volver conmigo? Pero aún así, le creí, me ilusioné nuevamente, como si no hubiera aprendido de todo lo anterior. No sabía si lo decía en serio o si solo lo decía para que no me fuera, pero en ese momento decidí confiar en sus palabras.
Aproveché la oportunidad cuando, por alguna circunstancia, se separaron, pensando que tal vez era mi momento de recuperar lo nuestro. Pero no salió bien. Ellas regresaron, y Valeria volvió a alejarse de mí, una vez más. Lo peor es que esta vez ya lo veía venir, pero aun así me dejé llevar por la ilusión. Sé lo que pensarán, que tal vez solo me utiliza cuando está mal, pero en el fondo, yo solo quería estar para ella, apoyarla, demostrarle que podía contar conmigo. Sin embargo, esta vez no luché. Algo dentro de mí estaba agotado, no solo de ella, sino de todo lo que había pasado. Mi energía se había consumido, y aunque todavía la quería, ya no tenía la fuerza para seguir intentándolo.
A medida que pasaban los días, nuestras conversaciones eran más cortas, más distantes. Aunque tratábamos de mantener la cercanía, ambas sabíamos que las cosas ya no eran iguales. Ella seguía tratando de superar lo que le había pasado, y yo, por mi parte, intentaba encontrar un equilibrio entre querer estar para ella y proteger mi propio bienestar. Era una lucha interna constante, porque aunque ya no éramos lo que fuimos, seguía preocupándome por ella de una forma que no podía explicar.A veces me preguntaba si realmente valía la pena mantener ese lazo, si estaba bien seguir ofreciéndole mi apoyo sabiendo que todo podía romperse de nuevo en cualquier momento. Pero a pesar de las dudas, no podía simplemente alejarme. Había algo en nuestra historia que me hacía seguir regresando, una especie de círculo que parecía no tener fin.Y así, entre dudas y silencios, pasó otro mes. Sabía que tarde o temprano tendría que tomar una decisión: o cerraba este capítulo definitivamente, o seguía arriesgándome a vivir en un ciclo que solo me desgastaba más. Pero tomar esa decisión no era fácil, porque aunque mis sentimientos habían cambiado, una parte de mí todavía anhelaba que las cosas pudieran ser diferentes.Claramente, ese día nunca llegó.A pesar del tiempo y la distancia, la sombra de nuestra historia sigue presente. Aunque actualmente no hablamos, Valeria ha sabido de algunas cosas que han afectado mi salud. Sin embargo, hay algo que ella no conoce: mis demonios continúan atormentándome, recordándome lo que fue y lo que podría haber sido.En un momento de vulnerabilidad, dije cosas que tal vez la hirieron, y aunque no era mi intención, sentí que debía expresar lo que cargaba dentro. Le mencioné que, si en algún momento decidía saber mi historia, estaría dispuesta a compartirla, pero solo cuando estuviera lista. Porque sé que, al hacerlo, quizás ella pueda entender todo lo que he vivido, las razones detrás de mis decisiones.Por ahora, he decidido dar un paso atrás. Puede que esta vez me aleje de ella y de nuestra historia. A veces, es necesario cerrar capítulos para poder sanar y crecer. Aun así, el amor que sentí por ella no desaparece por completo; simplemente se transforma en un recuerdo que me acompaña. Acepto que nuestras vidas han tomado caminos diferentes, y aunque me duele, sé que es lo mejor para ambas.
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El Eco de un Primer Amor
Short StoryEn un mundo donde el amor florece en medio de la incertidumbre, "El Eco de un Primer Amor" narra la intensa conexión entre dos almas que se encuentran en la era digital. A través de risas, juegos y secretos, una relación se teje entre la cercanía vi...