Nuevos comienzos

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Anthony

Estaba a punto de irme del maldito baile. Todo me resultaba insoportable: la música, las risas, los murmullos a mi alrededor. Pero más que nada, la visión de Seraphina con esa tarjeta de bailes colgando de su muñeca, y peor aún, Lord Knight riendo con ella, acercándose demasiado. ¿Cómo es que estaba ya lista para ser cortejada? ¿En qué momento? No podía soportarlo.

Apuré el paso, queriendo dejar atrás todo, cuando escuché mi nombre.

—Anthony.

Era ella. La reconocí al instante. Me giré para encontrarme con Seraphina detrás de mí, su rostro apenas visible bajo el velo, pero su voz... su voz estaba llena de una determinación que me desconcertó.

—Tenemos que hablar.

Suspiré, sabiendo que esto no podía ir a ningún buen lugar. Mi pecho estaba lleno de un nudo de emociones que no podía descifrar. A pesar de todo, asentí y la seguí hasta un rincón apartado, lejos de las miradas curiosas.

—Vale —comenzó, tomando aire como si necesitara reunir todo su valor—. Acepto que ambos sigamos estando en la vida del otro, pero... con normas.

La miré, tratando de entender a dónde quería llegar. Mis cejas se fruncieron mientras esperaba que continuara.

—Nada de encuentros como los que ocurrieron —dijo, con una firmeza que me dejó atónito—. No más momentos a solas como el que tuvimos. No más intimidad.

Sentí un golpe en el estómago. El recuerdo de esa tarde en su habitación era un eco constante en mi mente, una mezcla de deseo y algo más profundo que no podía identificar. ¿Cómo podía simplemente decir que lo olvidáramos?

—Y nada de regalos caros —añadió, mirando hacia otro lado como si recordara el vestido que llevaba puesto—. No quiero que sigas gastando tu dinero en mí.

No pude evitar soltar una risa seca. El vestido que ella misma había elegido ponerse esta noche. ¿Era una pequeña venganza por lo que pasó? Quizás. Pero dolía de todas formas.

—Y... —continuó, bajando un poco la voz— ambos debemos cortejar a otras personas.

Mi corazón se detuvo por un instante.

—¿Qué? —mi voz salió más brusca de lo que pretendía, pero no pude evitarlo. La idea de verla con otro hombre, de ver cómo la rodeaban pretendientes, me revolvía el estómago.

—Quizá eso te ayudará a darte cuenta de que solo me ves como una amiga —dijo con una calma que me hizo querer gritar—. Supongo que será lo mejor para los dos.

Me quedé callado, tratando de asimilar lo que acababa de decir. ¿Cortejar a otras personas? ¿Eso es lo que pensaba hacer? El pensamiento me llenó de celos irracionales, pero al mismo tiempo, parte de mí entendía por qué lo decía. Yo no había sido claro, no había sido justo con ella. No estaba listo para comprometerme, pero tampoco podía soportar la idea de perderla. Y ahora ella me proponía... esto. Era el precio justo, supongo, por mi indecisión.

La miré, queriendo protestar, queriendo decirle que no cortejara a nadie más, que no dejara que nadie más la tocara. Pero las palabras no salieron. Porque... ¿quién era yo para decirle eso? Aún no sabía qué sentía realmente. Estaba atrapado entre el deseo, el cariño y algo más profundo que no podía nombrar.

Finalmente, asentí lentamente.

—Está bien —murmuré, aunque cada palabra me sabía amarga—. Si eso es lo que quieres... que así sea.

Seraphina me miró con una mezcla de alivio y tristeza. Tal vez esperaba que dijera algo más, algo diferente. Pero yo no podía darle más, no cuando mi mente estaba hecha un caos.

PAUSADA: La dama enmascarada (Anthony Bridgerton)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora