Capítulo 19 | Reencuentro inesperado

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—¿Eiber? —Hubo un silencio sepulcral, tanto que empezó a ser asfixiante. De pronto el menor rió un poco, como si se hubiera recompuesto de la situación o del choque.

—Mi nombre es Oliver.

—Oliver, Andrés, da igual, tú eres Eiber —El menor fue retrocediendo poco a poco.

—Explíquenme, ¿Qué está pasando?

—Es mi hermano, My Love.

—Te estás confundiendo de persona —Y tomó asiento, solo viendo por la ventanilla. Todos se miraron las caras, pero no dijeron nada más. Dalton se sentó frente a él, quería observarlo a pesar de poner muy nervioso a Oliver, quien intentó no darle ni una sola mirada.

Ángel se fue a sentar con su Bestia. Bueno, se sentó en sus piernas y el alto lo abrazó mientras que lo mira a los ojos con una sonrisa.

—¿Y mi españolito?

—Está del otro lado, lo acostamos un poco porque está sedado. Debemos sedarlo de nuevo en un par de minutos. Estuvo haciendo cosas extrañas, pero ya te contaremos todo lo que sucedió mientras no estuviste. ¿Cómo estuvo tu estadía en la cárcel?

—Yo diría que la pasé muy bien. Fue divertido, Bestia. Me gustó el paseo. Nunca había estado en la cárcel, pero me pareció genial.

—Dices eso solo porque estuviste unos cuantos días.

—Tienes razón, yo no podría soportar estar más tiempo en ese lugar. Qué suerte que tengo una Bestia salvaje —Se acercó a su rostro y lo fue besando despacio. El alto lo acercó más a su cuerpo y lo volteó un poco, sentándolo ahorcajada.

Besó su cuello y el pequeño jadeó un poco, la verdad es que no les importaba mucho que hubieran presentes. Aaron rompió su ropa, y el pequeño desabrochó su pantalón para sacar su pene. La verdad es que la vergüenza nunca ha sido parte de él.

—No te imaginas cuánto extrañé tener sexo contigo.

—Se nota —Dijeron los demás y ellos rieron.

—¿Y si esperamos al llegar a la casa, Bestia?

—¿Esperar? Yo quiero cogerte, corderito —Aaron se levantó y se dirigió al baño, donde bajó al pequeño y lo giró, pegándolo de la puerta.

Ángel soltó un gemido cuando el alto adentró su dedo en él y no pudo evitar soltar una maldición. Quería ser penetrado de una vez, así que cuando su hermano lo terminó de preparar, fue metiendo su pene mientras que escucha sus pequeños jadeos. Aaron lo tomó del cuello y fue penetrándolo, escalando cada vez más y siendo un salvaje.

Los gemidos del pequeño se escuchaban hasta afuera y Oliver no sabía a dónde mirar por la vergüenza que sentía. Y aunque...

—¿Por qué estás mintiendo? —Salió de sus pensamientos y miró a Dalton —Eres Eiber.

—Yo no...

—No busques mentirme. Tienes heterocromía como yo, la diferencia es que tienes un ojo verde y el otro gris. También tienes ese lunar en el cuello que recuerdo muy bien, que es más parecido a una mancha —Oliver desvió la mirada sin saber qué decir ahora —. Claro que recuerdo esas pequeñas cosas de ti. ¿Quieres que siga hablando? Porque hay más. ¿Por qué entraste a la cárcel? ¿Qué hiciste?

—No quiero hablar de eso aquí.

—¿Entonces lo aceptas?

—Sí, ¿Contento? Ahora ya baja la voz y manténte en silencio, no quiero hablar ahora.

—Te he extrañado como un demente, Eiber.

—Dalton, te dije que no quiero hablar ahora.

—Vale, entonces hablaremos en casa. Tengo muchas cosas que contarte.

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