Emociones

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Jason:

Mientras tomaba fotografías, mis pensamientos volvieron a la última conversación que había tenido con Julia. Ella estaba en Nueva York, y me preocupaba que se encontrara con su madre, pero por suerte no fue así, no estaba en esa reunión.

Julia y yo habíamos reído como locos mientras me contaba sobre su jefa y sus excentricidades. Era típico de ella, siempre encontrando la manera de convertir cualquier defecto en una metáfora divertida, como si fuera una crítica envuelta en humor.

También me habló de su cita romántica con Conrad, lo describía con tal entusiasmo que era imposible no sonreír. La había llevado al teatro y luego a una cena en un parque, que él había conseguido mantener abierto solo para ellos. Allí, en ese escenario tan íntimo, le propuso ser su novia, y ella lo contaba con tanta felicidad que casi podía ver su sonrisa a través del teléfono. Saber que estaba tan feliz también me hacía feliz a mí.

Julia siempre estaba llena de preguntas cuando hablábamos, quería saberlo todo: cómo me estaba yendo, si estaba comiendo bien, si dormía lo suficiente. Me daba miles de recomendaciones para que me cuidara y tomara precauciones. Era increíble lo genuino que era su interés por mi vida, siempre emocionada por escuchar mis historias, como si estuviera viviendo todo a través de mis palabras.

A veces comenzaba una frase y ella la terminaba por mí; parecía que podía leerme la mente. Compartir con ella lo que sentía o lo que me pasaba era tan natural, porque Julia no solo escuchaba, sino que comprendía. Hablar con ella me daba paz y seguridad, sabía que en ese momento me entendía por completo, como si pudiera ver directamente en mi corazón.

Sin embargo, con el tiempo, la distancia empezó a afectarnos. Hacía exactamente veinticinco días que no hablábamos por teléfono. Nos mandábamos mensajes, claro, pero las llamadas se habían acabado. Yo la llamaba y ella estaba ocupada trabajando, o con Conrad, o dormida.

Cuando ella intentaba llamarme, yo no tenía señal o estaba durmiendo. Era como un continuo desencuentro, una desconexión silenciosa. La última vez que intenté llamarla, fue Conrad quien contestó su teléfono.

Me dijo que Julia estaba en la ducha, y aunque nuestra conversación fue cordial, se sentía forzada. No me caía mal, pero tampoco nos conocíamos bien. Él prometió darle el mensaje, pero Julia no me llamó ese día.

Lo hizo al día siguiente, justo cuando yo estaba viajando a otra ciudad, y no pude contestar. Luego, se disculpó diciéndome que su teléfono se había quedado sin batería la noche anterior, y que había llamado tan pronto como se despertó.

No tenía razones para dudar de ella; Julia nunca me mentía, pero había algo... una sensación que podía sacudirme. Era como si esta nueva etapa de su vida la estuviera alejando de mí, y no podía evitar sentirme inquieto.

Hablé con Kate, y ella me contó que Julia estaba bien, pero también mencionó que cuando no estaba trabajando, estaba con Conrad. Él la iba a ver todos los días, la buscaba para salir a cualquier lado. Mientras tanto, Aarón, mi hermano, había conseguido un lugar en el equipo de hockey de San Francisco, y estaba a punto de mudarse a un departamento justo enfrente del de Julia y Kate, gracias a la ayuda de Brandon.

Sin embargo, Aarón no soportaba a Conrad. Lo llamaba "el vampiro chupasangre", y aunque me hacía reír, su aversión me preocupaba. Aarón no era celoso ni se metía en los asuntos de los demás, pero si algo lo molestaba tanto como para hablarlo, sabía que algo no estaba bien.

— Oye... vamos a dormir un poco, ya amaneció, y la verdad, creo que cuando vean todo lo que tenemos, en una semana estaremos de regreso en casa — dijo Antoine, caminando hacia mí con las muestras en las manos. Se notaba agotado, sus ojos estaban rojos y apenas podía mantenerlos abiertos.

Desearía...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora