Te conocía desde antes

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Disclaimer: Los personajes de Inuyasha son de Rumiko Takahashi.

Antes de leer esta historia, les recomiendo buscar acerca de los "íncubos" eso será suficiente spoiler para lo que se leerá en esta historia.


Empezó cuando tenía quince años.

Al menos de manera consiente, que así lo recuerde.

Desde pequeña, las pesadillas la atormentaban cada noche, sin permitirle tener un descanso adecuado. Somnolienta y cansada, seguramente causado por los estragos y el estrés de los estudios, añoraba soñar algo diferente a los terrores nocturnos a los que estaba acostumbrada.

Por eso agradeció cuando su mente lo trajo a él.

Al principio, no recordaba que la visitara desde tan joven, pero con el paso de los años se percató que, desde entonces, había algo diferente en aquellos sueños que tenía en su juventud.

Esa noche, soñó con su amor adolescente. Un chico agradable que la saludaba con gusto cada vez que se encontraban. Hōjō, tan lindo y tan dulce que hacía su corazón palpitar de la emoción con sólo devolverle una sonrisa. La había invitado en varias ocasiones a tener una cita, pero sus tiempos libres no habían coincidido hasta ese momento, sin embargo, el no se había rendido aún.

Seguramente su deseo por salir con él era tanto, que ahora se aparecía en sus sueños. Sin embargo, e Hōjō que estaba frente a ella, distaba muchísimo del que conocía en la vida real.

La dulce y tierna sonrisa que siempre lo caracterizaba, se torcía sardónica ante ella. Sus ojos eran depredadores, afilados; contrarios a las cejas elevadas y la mirada iluminaba con la que acostumbraba observarla.

Lucía como Hōjō, pero no era él.

El chico que portaba la piel de su amado se acercó a ella, conociendo la atracción que su mente y su cuerpo sentían por ese rostro. Creyéndose irresistible.

El joven agachó el rostro sin dudarlo, pegando por completo sus labios sobre los de ella, sin compasión.

Jamás había besado a nadie, tal vez por eso, el beso que compartía en ese momento le pareció repulsivo. Al desconocer por completo cómo se sentían unos labios en la realidad, lo más probable es que su mente los imaginara de esa manera tan poco realista.

Al menos así lo justificó ella en su momento.

En aquel beso, los labios que la devoraban no eran el problema. Si no su lengua.

El sólo recordarlo, causaba cierto estrago de asco en ella. Una sensación que jamás cambió en todos los sueños en los que estuvo presente, eso fue el detalle que lo delató: su lengua.

Anormalmente larga y viscosa, cómo si una serpiente suave y resbaladiza que se introdujera en su boca y se deslizara en ella vertiendo una baba espesa.

Asqueroso.

Algo en su mente no lograba entender como un beso tan cargado de deseo con el chico que tanto le gustaba le causara esa sensación de repulsión. Kagome quiso alejarse de él, pero los brazos la sostenían con fuerza mientras intentaba profundizar aún más el beso del que tanto quería escapar.

El Hōjō falso la tomó con un brazo de la cintura elevándola sin problema, mientras que su otra mano la sujetó sin cuidado por uno de sus muslos, deslizando sus dedos por debajo de su glúteo, queriendo acariciarla aún más.

Contrario al repelús que había sentido hasta ese momento, un escalofrío de placer la recorrió desde la nuca, hasta el punto secreto en el que la mano del chico parecía querer perderse.

Suéltame, pensó alarmada y furiosa. Horrorizada de como la estaban haciendo sentir esas manos y aún más en pánico de poder hablar por tener su boca pegada aún a la suya.

Cómo si le hubiera leído el pensamiento, el sujeto dejó de besarla. Aún no la soltaba, y al tenerla cargada sus rostros estaban a la misma altura. El joven la observó con el entrecejo fruncido y una notable confusión que delataba que no se esperaba aquel rechazo.

Cerró los ojos un poco, mirándola fijamente de vuelta a los labios. Por un momento, Kagome observó cómo el iris café se tornaba de un brillante color dorado, recordándole a la miel derretida vista a contra luz, un color sin duda irreal.

El chico parpadeo, frustrado, volviendo a dirigir su mirada los ojos de ella. Aquel maravilloso destello había desaparecido.

-¡SUÉLTAME! -repitió ahora en voz alta.

Como si se tratara de la palabra mágica para romper el hechizo: despertó.

No podría explicar en su totalidad las sensaciones que tenía en ese momento. El corazón le palpitaba con fuerza, y podía escucharlo latir en sus oídos. El cuerpo le pesaba, cómo si la cama tuviera una gravedad diferente y la enterrara en el colchón.

Había algo incomodo en ella. Movió las piernas sintiendo con claridad el detalle de lo que pasaba. Con un poco de temor, una de sus manos se dirigió a su entrepierna, sintiendo cómo sus dedos se deslizaban con facilidad entre una humedad desconocida para ella.

Alterada, sacó su mano y observó entre sus dedos la viscosidad que aún emanaba de su interior.

No podía creerlo. ¿Acababa de tener un sueño húmedo?

Quiero que disfruten de mis historias como yo lo hago con muchas de las de ustedes. Dejen sus sugerencias en sus comentarios.

Muchas gracias.

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