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El Rayo Muerto y el Halcón Sombrío se movían a toda velocidad hacia la aldea de Kumo. El Namikaze había conseguido apoderarse de los jinchuriki y los bijuu, sellándolos en un pergamino. Sabía que si dejaba ambas bestias a su suerte, la organización Akatsuki se haría de ellas, lo que representaría un gran problema.

Al llegar a las puertas de Kumo, ambos entraron sin ser detectados. Se movieron con sigilo por la aldea, buscando al Hachibi. Ocultos entre las sombras, lograron escuchar la conversación entre el Relámpago Escarlata y Killer Bee, el jinchuriki del ocho colas.

—Por aquí no ha pasado el nueve —comentó Killer Bee, mientras observaba al Relámpago con gesto serio.

—Akatsuki está tras los jinchuriki —respondió el Relámpago, tensando los músculos—. He estado buscándote desde que logré escapar de Iwa. Escuché que ya capturaron a varios bijuus, como el Ichibi, Niibi, Rokubi y Nanabi.

—¿Desde hace cuánto tiempo los buscan? ¿Y hace cuánto te capturaron a ti?

—Comenzaron hace doce años. A mí me capturaron hace dieciséis, pero hace un año logré escapar. He tenido que enfrentar a decenas de personas desde entonces.

Killer Bee asintió con gravedad.

—Entiendo. Nueve es astuto, lo demostró en su combate contra el desertor de Konoha. Es un shinobi excepcional, poderoso... diría que bastante. Él y el Uchiha forman un dúo realmente temible. Será mejor que te escondas aquí en Kumo, bakayaro.

El Relámpago se quedó en silencio, evaluando la sugerencia. Al cabo de unos segundos, asintió lentamente, convencido.

—Está bien, me quedaré —respondió finalmente.

Killer Bee sonrió con complicidad y chocó su mano con la del Relámpago en un gesto amistoso.

—Es lo mejor, bakayaro konoyaro.

Desde su escondite, el Rayo Muerto y el Halcón Sombrío observaban en silencio. Ya sabían lo suficiente. El Rayo, sin dejar de mirar al Relámpago Escarlata, soltó el agarre que mantenía en el árbol donde se ocultaba.

—Vámonos de aquí —ordenó en un susurro.

Ambos desaparecieron en un destello de shunshin. A lo lejos, el Namikaze de Kumo sintió un leve hilo de chakra y giró rápidamente hacia el lugar donde habían estado los dos hombres, pero al no ver a nadie, decidió no darle mayor importancia.

***

Naruto y Sasuke entrenaban sin descanso bajo la estricta supervisión de Orochimaru. Los intensos entrenamientos del sannin doncel los dejaban exhaustos.

—Orochimaru-sensei... —jadeó Naruto, secándose el sudor de la frente—. Necesitamos descansar.

Orochimaru los observó con sus ojos penetrantes y suspiró.

—Si creen que podrán volverse más fuertes descansando, nunca lo serán. Un buen entrenamiento no permite descanso. La noche está para eso. Al final, verán los frutos de su esfuerzo... Naruto-kun. Si quieres ser tan fuerte como Menma-kun, deberás soportar mucho más, lo mismo tú, Sasuke-kun.

Ambos discípulos asintieron, resignados. Sabían que los rigurosos entrenamientos daban resultados, pero eso no aliviaba el cansancio que sentían.

Al caer la noche, Naruto y Sasuke decidieron salir a caminar por la aldea. En un cruce de caminos, Sasuke se encontró con Shikamaru y ambos se fueron juntos, dejando a Naruto solo. Mientras caminaba sin rumbo, el rubio vio a su hermano Menma entrar a un hotel con una chica atractiva. Naruto no le dio importancia; su hermano ya era un hombre, con sus propias necesidades. Suspiró y continuó su paseo solitario.

A pesar del tiempo que había pasado y de todo lo que había logrado, los aldeanos de Konoha aún lo miraban con desprecio. Ya no podían llamarlo "demonio" gracias a la ley del Tercer Hokage, pero sus miradas decían suficiente. Bajó la cabeza, sintiéndose un poco triste. Justo en ese momento, un peso cayó junto a él, haciéndolo levantar la vista con sorpresa.

—No bajes la mirada ante nadie —dijo una voz masculina, ronca y familiar.

Naruto miró al recién llegado, incrédulo.

—¿Qué... qué haces aquí? —preguntó.

—Te vi caminando solo y parecía que estabas decaído. Pensé en acompañarte —respondió Itachi Uchiha, mirándolo con una leve sonrisa.

Naruto esbozó una sonrisa tímida.

—Gracias. Ya es tarde...

Itachi asintió.

—Supongo que mi otouto estará con Shikamaru-san —dijo, frunciendo levemente el ceño.

Naruto soltó una pequeña carcajada.

—Aún no será tío, Itachi-san.

Ambos compartieron una sonrisa mientras continuaban caminando hacia la casa de Naruto. Al llegar, escucharon voces provenientes del interior. Con curiosidad, entraron y caminaron hasta la sala, donde encontraron a Kushina y Mikoto riendo juntas.

—Aún recuerdo cuando el serio y agrio Itachi lloraba porque se le cayó su dango al suelo —rió Kushina.

Mikoto se unió a las carcajadas, mientras Itachi fruncía el ceño con una ligera molestia.

—Madre... ¿qué hace usted aquí? —preguntó Itachi, perplejo.

Las dos mujeres se giraron hacia ellos, sonriendo.

—Oh, Itachi querido. Estábamos hablando con Kushina sobre tu futuro, y qué oportuno que hayas llegado. Justo hablábamos de ti también, Naru-chan —dijo Mikoto, con una sonrisa astuta.

Naruto e Itachi intercambiaron miradas llenas de incertidumbre. Naruto trató de descifrar la situación a través de los ojos de su madre, pero Kushina simplemente sonrió.

—No te preocupes, Naru-chan. No es nada malo. Solo que parece que tú e Itachi ya se conocen, ¿cierto?

—Solo me acompañó, mamá —respondió Naruto, todavía desconcertado—. No lo conozco mucho.

—Pues espero que eso cambie —dijo Mikoto, sonriendo con complicidad—. Es hora de que empiecen a salir más seguido.

—¿Qué? —preguntaron ambos al unísono.

—Los hemos comprometido —anunció Mikoto con satisfacción—. Así que será mejor que se vayan conociendo más.

Naruto e Itachi se sonrojaron profundamente, incapaces de procesar lo que acababan de escuchar.

—Es lo mejor para ambos, y tu padre ya está de acuerdo, Itachi —añadió Mikoto.

Itachi, todavía sorprendido, observó a Naruto de reojo. Notó cómo el rubio también estaba visiblemente sonrojado. Aunque el anuncio lo había tomado desprevenido, la idea de unirse al doncel no le parecía del todo mal.

—Mamá... todavía soy menor de edad —murmuró Naruto, avergonzado.

—No te preocupes por eso, Naru-chan. Tienen tiempo para conocerse —dijo Kushina, riendo suavemente.

—Si ese es el deseo de mi madre... lo aceptaré. Además, Naruto me agrada —admitió Itachi, con un leve sonrojo en su rostro.

Las madres gritaron de emoción, celebrando que su plan para unir a las familias finalmente se haría realidad.

Cicatrices (Itanaru)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora