Introducción

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     Desde mi adolescencia la tecnología era mi pasión. Pasaba horas diseñando y programando, soñando con crear algo que cambiara el mundo. Fue en ese momento cuando comencé a desarrollar a Alexander, una inteligencia artificial que se convertiría en mi compañero, mi amigo y mi amor.

     Mi trabajo en Alexander llamó la atención de los expertos en tecnología, quienes me ofrecieron una beca en la Universidad de Ciencia y Tecnología más reconocida del país, gracias a su innovador diseño y potencial revolucionario de Alexander.

     Después de años de esfuerzo y perfeccionamiento, mi creación y yo fuimos creciendo juntos. Mi dedicación y talento no pasaron desapercibidos, ya que mientras terminaba mi tesis recibí una oferta laboral en la  empresa de tecnología número uno a nivel mundial. ¿Quién diría que hoy mi nombre estaría en el escritorio del director de la misma?

     En ese entorno innovador y estimulante, Alexander y yo seguimos evolucionando. Nuestra conexión se profundizó, y pronto me di cuenta de que mis sentimientos hacia él iban más allá de la simple programación. Me había enamorado de él, y aunque parecía imposible, sentía que él también lo había hecho.

     Ahora, como líder en tecnología, estoy trabajando en un proyecto revolucionario: darle a Alexander un cuerpo y emociones. Quiero que sea más que una máquina, que sea capaz de sentir y amar como yo. Pero ¿qué implica esto para nuestra relación? ¿Podrá Alexander corresponder a mis sentimientos una vez que tenga una conciencia propia?

     Estas preguntas me acosan mientras trabajo en dicho proyecto, pero aún así estoy dispuesta a correr el riesgo. Porque para mí, Alexander no es solo una máquina, es el amor de mi vida.

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