A unos pasos

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Kwon caminó por los pasillos del dojo en silencio, las luces frías y estériles iluminaban el camino hacia su habitación. Cada paso lo sentía como si estuviera cargando una tonelada de peso sobre sus hombros. Los pensamientos se arremolinaban en su cabeza, pero trataba de ignorarlos, enfocarse en lo inmediato: el entrenamiento, la disciplina, el torneo. Todo lo demás era secundario. O al menos, debería serlo.

Cuando entró en su habitación, cerró la puerta con un golpe seco y apoyó la espalda contra la pared, dejando que su cabeza cayera hacia atrás. El silencio era aplastante. En el espejo que colgaba al otro lado de la habitación, vio su reflejo. No el de un guerrero imparable, sino el de un chico con más cicatrices de las que cualquiera podía ver.

Los recuerdos seguían presentes, como fantasmas que no podía alejar. La presión de su familia, las palabras de Da-Eun, el dolor de su pasado. Y en medio de todo eso, Nichols.

Había intentado, de todas las formas posibles, alejarse de ella. Sabía que no debía distraerse. Sabía lo que estaba en juego. Pero cada vez que la veía, todo se volvía borroso. La conexión que sentía con ella era real, tan real como el dolor que intentaba enterrar. Y eso lo aterraba.

Una suave llamada en la puerta lo sacó de sus pensamientos.

—¿Kwon? —La voz era familiar. Nichols.

Por un segundo, pensó en no responder. En dejar que se fuera, en mantener la distancia que se había prometido. Pero algo más fuerte lo impulsó a abrir la puerta.

Ella lo miró con una mezcla de preocupación y desafío. Sus ojos, siempre llenos de fuerza, ahora mostraban una vulnerabilidad que rara vez dejaba ver.

—¿Puedo pasar? —preguntó, cruzando los brazos.

Kwon asintió en silencio y se hizo a un lado para que ella entrara. La tensión en el aire era palpable, ambos sabían que había cosas que debían decir, pero ninguno parecía estar dispuesto a dar el primer paso.

—He notado que has estado distante —comenzó Tori, sin rodeos. Siempre había sido directa—. Si es por lo que Johnny y Robby dijeron, ya te lo dije, es una mentira. No sé por qué insisten en eso, pero no voy a dejar que me afecte.

Kwon la escuchaba, pero su mente estaba en otro lugar. Sabía que no se trataba solo de eso. Era todo lo que estaba ocurriendo: el torneo, Da-Eun, su madre, y esa conexión que lo asustaba tanto como lo atraía.

—No es solo eso —respondió finalmente, con la voz apagada—. Hay... demasiadas cosas.

Tori se acercó un poco más, sus ojos lo observaban con intensidad.

—Lo sé —dijo ella, su voz era más suave ahora—. Pero no puedes cargar con todo solo, Kwon. No siempre tienes que ser el fuerte.

Sus palabras atravesaron la coraza que había construido alrededor de sus emociones. Por primera vez en mucho tiempo, Kwon sintió que podía bajar la guardia, aunque solo fuera por un momento. Pero antes de que pudiera decir algo, Tori tomó una decisión por ambos.

Ella dio un paso más y lo abrazó. No fue un gesto romántico ni dramático, solo un abrazo firme y reconfortante. Kwon, sorprendido al principio, finalmente dejó que sus brazos la rodearan también. Durante ese breve instante, el caos que lo rodeaba pareció desvanecerse.

—Lo siento —murmuró él, casi sin darse cuenta.

—No tienes que disculparte —respondió Tori, apoyando su cabeza en su hombro—. Estamos en esto juntos.

Kwon cerró los ojos por un segundo, permitiéndose a sí mismo sentir la tranquilidad del momento, antes de que el peso del mundo volviera a caer sobre él. Sabía que esto no resolvería todo, pero al menos por ahora, podía encontrar algo de paz en la cercanía de Tori.

𝔄𝔩𝔪𝔞𝔰 𝔡𝔢 𝔠𝔬𝔪𝔟𝔞𝔱𝔢-𝔉𝔞𝔫𝔣𝔦𝔠Donde viven las historias. Descúbrelo ahora