Capítulo 10 (Dirección equivocada).

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Brenda es una chica de la que cualquier hombre podría llegar a enamorarse, tiene muchas cualidades que la hacen ser especial. Es una chica con unas ganas enormes de vivir y que no se rinde por nada.

A veces la observo mientras ella expone o está con sus amigas pensando en un nuevo plan.

Sus gestos son delicados, cada movimiento de su cuerpo revela la delicadeza que tiene adentro. Es natural, es ella misma en todo momento.

Es sin duda, la chica ideal para enamorarse.

Busco sus preciosos ojos entre la multitud de chicas, los encuentro y trato de buscar algo más en ellos, quizás la posibilidad de verla como algo más que una compañera de estudios.

Veo en ella la esperanza de hacer lo correcto y de que por primera vez en mi vida, me guste una chica... Pero luego pasa un chico a su lado y me doy cuenta una vez más, de que mi atracción va hacía otra dirección... Una dirección equivocada.

Ignoré la pregunta de mi mejor amigo. Él se dió cuenta de lo incomodo que me sentí con su pregunta y me dió una palmadita en el hombro a modo de disculpa.

No tocó más el tema de la peliroja de la carpeta y me empezó a contar sobre la cena que tuvo con sus padres el domingo pasado.

—Tenía muchísimo tiempo que no iba a ese restaurante —comentó esbozando una enorme sonrisa —, es el lugar favorito de mi papá.

Metió la llave en la cerradura de la puerta de su depa, encendió la luz e ingresamos al espacio amplio y hogareño.

—Que bonitas fotos. —señalé los portaretratos observando cada momento de Oswaldo junto a sus papás.

Se dirigió al refrigerador y sacó la jarra con agua —Mamá las puso —, sacó dos vasos de la alacena y sirvió —, a ella le gusta mucho capturar momentos así de bonitos —, se apoyó en el mesón de granito y deslizó el vaso hacía mí —y a mí me gusta cada detalle que pone hasta en el más pequeño rincón.

Me senté en la silla alta del otro lado y apoyé mis codos en el mesón viendo la sonrisa de Oswaldo combinar con el color plateado de los electrodomésticos que están detrás de él ordenados uno al lado del otro en un espacio amplio y reluciente.

—Cada vez que vengo a verte siempre hay algo diferente: un cuadro, los muebles en diferente posición, una nueva lista en el refri —señalé cada cambio que había en el espacio, observando con detención cada uno.

—A ella le gusta remodelar la decoración cada vez que viene, nunca se va sin dejar algún cambio, los portaretratos y la alfombra de la sala los dejó el fin de semana pasado —Tomó los vasos vacíos y pasó un paño seco por el granito.

—¿Qué tareas te encargaron en la lista? —alcé mis cejas apuntando al papel sujetado con un imán.

—Nada difícil... La primera es: no volver a sacar otro dos en un exámen de física. —rió recordando aquel suceso en donde casi pierde el control en el salón.

Rodé los ojos recordando aquel día —¿Qué te dijeron tus papás cuando vieron tu exámen?

—Papá casi me cuelga de los pies —dejó caer sus brazos en el mesón y reposó su cabeza en ellos —, en cambio mamá fué más pacífica.

Extendí mi brazo y acaricié su cabeza suavemente —¿Porqué no te dejas crecer el cabello? —interrogué jalando las pequeñas sombras de cabello oscuro que le estaban saliendo.

Negó boca abajo —Ya me acostumbré a usarlo así... Siempre lo he usado así.

Me quedé en silencio pensando en los últimos pleitos que tuve con mi papá. Oswaldo apoyó su mentón en sus brazos y se encontró con mi preocupación, ladeó la cabeza frunciendo el ceño y quitó mi mano de su cabeza y la puso en el mesón debajo de la suya.

Bajo la lluvia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora