Limites en Juego

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—¿Se están escondiendo de mí? —dijo Nicolás con una voz burlesca y egocéntrica, mientras se acercaba con paso firme hacia ellos. Su tono, cargado de suficiencia, resonaba en el aire frío de la noche, como si él tuviera control sobre la situación.

Lía sintió cómo su corazón se aceleraba. A pesar de estar protegida por el cuerpo de Lucas, no podía evitar el miedo que le causaba Nicolás. Lucas, por su parte, apretó los dientes y su mandíbula se tensó. El tono condescendiente de Nicolás sólo avivaba la furia que había estado intentando contener.

—Vete de aquí,ahora, Nicolás —gruñó Lucas sin girarse, su voz cargada de una amenaza silenciosa, mientras su mano permanecía firme sobre la pared, protegiendo a Lía.

Nicolás soltó una risa sarcástica, deteniéndose a solo unos pasos de ellos.

—¿Que me vaya? —replicó Nicolás, con su habitual aire de superioridad—. Lía y yo tenemos mucho de que hablar. Esto es entre nosotros, ¿no crees?

Lía, incapaz de soportar la mirada de Nicolás, sintió que las lágrimas comenzaban a acumularse en sus ojos, pero no iba a dejar que él la viera vulnerable. Respira hondo, tratando de mantener la calma.

—No tenemos nada de qué hablar, Nicolás —dijo Lía, finalmente encontrando su voz, aunque sonaba frágil—. Vete.

—Lía... —comenzó Nicolás, pero Lucas lo interrumpió, dando un paso al frente, su cuerpo aún bloqueando el de Lía.

—Te dijo que te fueras —repitió Lucas, esta vez con un tono más bajo pero cargado de advertencia.

Nicolás lo observaba con una sonrisa burlona, ​​como si disfrutara del desafío.

— ¿Qué vas a hacer, Lucas? —preguntó Nicolás, inclinando levemente la cabeza—. ¿Golpearme? Eso no cambiaría nada.

Lía, temblando ligeramente, levantó una mano y tocó el brazo de Lucas. No quería que esto escalara. Había visto suficiente violencia en su relación con Nicolás, y lo último que necesitaba era ver a Lucas arrastrado por la misma furia.

—Lucas, vámonos —susurró ella, apenas audible, pero suficiente para que él la escuche.

Lucas, sintiendo el contacto suave de Lía, exhaló con fuerza, como si intentara liberar la tensión acumulada. Giró la cabeza ligeramente hacia ella, sus ojos encontrándose por un breve segundo. No se necesitan palabras; la súplica en sus ojos era clara.

Su mirada se suavizó brevemente al encontrarse con la suya.

—Dormirás en mi casa —dijo con un tono que no admitía objeción—. No me fio de esta persona.

Lía inclinado débilmente, aún con el cuerpo temblando por el enfrentamiento. Lucas la tomó de la mano con suavidad, dispuesto a alejarla de Nicolás cuanto antes. Pero antes de que pudieran avanzar más de dos pasos, la voz de Nicolás los detuvo.

—Necesito hablar con mi novia.

El tono de su voz, cargado de autoridad y posesividad, heló la sangre de Lía. Lucas, por su parte, soltó una risa amarga, su paciencia finalmente se estaba agotando. Se giró lentamente, enfrentando a Nicolás con una mirada que ahora contenía toda la furia que había estado reprimiendo.

—¿Tu novia? —replicó Lucas con una mueca sarcástica—. No sé si te has enterado, pero ya no es tu novia.

Con un movimiento brusco, Lucas apartó la mano de Nicolás de su hombro, forzando distancia entre ellos. Nicolás lo observó con esa sonrisa cínica y perturbadora que había aprendido a detestar. La sonrisa de alguien que siempre se creía tener el control, incapaz de aceptar la realidad.

Fragmneto de EspejoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora