Era una noche de luna nueva en el pequeño pueblo de Valle Escondido, donde la bruma se adensaba como un misterio sin resolver. Las casas, con sus techos de teja roja y paredes blanqueadas, parecían guardianas de secretos antiguos. Entre esas murallas, en una modesta pero acogedora vivienda, vivía Clara, una joven fascinada por lo paranormal.
Desde pequeña, Clara sumergía su imaginación en libros de historias de fantasmas y leyendas de viejos pueblos. Siempre había sentido una conexión especial con el más allá, como si las sombras le susurraran secretos que solo ella podía escuchar. Cada noche, al caer el sol y envolverse su hogar en oscuridad, Clara se asomaba a su ventana con la esperanza de encontrar algo inusual. Su curiosidad la llevó a explorar los rincones más oscuros del pueblo, donde las historias de fantasmas y amores perdidos flotaban en el aire.
Las estrellas brillaban con fuerza, pero la oscuridad siempre tenía su propio lenguaje, un lenguaje que Clara anhelaba descifrar.
La atmósfera del pueblo era densa, imbuida de relatos sobre almas perdidas y amores olvidados. Había ancianos que contaban las historias a la luz de la chimenea y jóvenes que se lanzaban a la aventura en busca de fenómenos inexplicables. Movida por su curiosidad, Clara comenzó a explorar los rincones más oscuros del pueblo: el viejo cementerio donde las lápidas contaban historias de tiempo, la antigua mansión abandonada que se decía estaba maldita, y el bosque que rodeaba el pueblo, con sus árboles centenarios susurrando secretos en cada brisa.
Una noche en particular, mientras el viento arrastraba hojas secas por la calle, un susurro suave y melódico rompió la quietud. "Clara..."
El eco de aquel nombre resonó en su mente, envolviéndola en un escalofrío. Intrigada y asustada a la vez, Clara salió al jardín, un lugar que siempre había sido su refugio. Allí, la penumbra la acogió, y el aire se tornó denso, casi palpable. De repente, una figura etérea apareció entre los árboles, un joven de mirada profunda y serena. Llevaba una chaqueta oscura y una sonrisa que parecía brillar en la noche.
"¿Quién eres?" preguntó Clara, su voz apenas un susurro.
"Soy Elías", contestó, su voz suave como una brisa. "Vengo desde el pasado, atrapado en esta encrucijada. Solo puedo hablarte en la oscuridad, donde se entrelazan nuestros destinos."
El corazón de Clara aceleró. Los relatos de su abuela sobre amores olvidados y almas en pena cobraron vida ante ella. A medida que la noche avanzaba, las conversaciones entre Clara y Elías se volvieron habituales. Cada encuentro era una danza entre dos almas, donde el tiempo parecía disolverse y las barreras de la vida y la muerte se desvanecían. Clara, que había sido una joven solitaria, encontró en Elías una compañía que nunca había imaginado.
Conversaban durante horas, sumergiéndose en historias de su vida: Elías narraba la vida en Valle Escondido de hace más de un siglo, sus sueños de convertirse en poeta, el amor que nunca tuvo oportunidad de confesar a la joven que mantenía su corazón cautivo. Clara, por su parte, compartía sus anhelos de aventura, su deseo de entender el mundo más allá de las limitaciones del pueblo, y cómo su pasión por lo paranormal la había llevado a explorar lo oculto.
Una noche, mientras compartían un momento bajo el antiguo sauce del jardín, Elías reveló su secreto. "Hace más de un siglo, amaba a una joven en este pueblo. Pero un trágico accidente me arrebató la vida antes de que pudiera confesarle mi amor. Ahora, cada vez que la noche es oscura y la luna se oculta, busco una conexión que trascienda el tiempo."
Los ojos de Clara se llenaron de lágrimas. "Pero, ¿no hay forma de liberarte?" preguntó.
"¿Para encontrar la paz?"
Elías sonrió con melancolía. "Solo puedo hallar la paz si ese amor se vuelve eterno."
Determinada a ayudarle, Clara recordó el antiguo ritual que su abuela le había enseñado: un conjuro que podía vincular dos almas para siempre. Era un acto que requería gran fe y pureza de corazón, y se decía que solo funcionaba si ambas almas estaban verdaderamente conectadas. La joven decidió que debía ser lo que hicieran, a pesar del riesgo que implicaba. Juntos, la joven y el espectro se prepararon para la noche en que el cielo se tiñó de estrellas brillantes.
Esa noche, Clara se armó de valor y esperó con ansias y nerviosismo. El viento susurraba entre las hojas, como si los árboles también sintieran la anticipación. Al caer la oscuridad, Elías apareció de nuevo, su figura brillando suavemente en la penumbra. Se encontraron bajo el sauce, y el ambiente se llenó de una energía palpable, un susurro de esperanza que dio vida a sus corazones.
Juntos, unieron sus manos en un acto de fe. Clara cerró los ojos y pronunció las palabras que resonaban en su corazón. La energía entre ellos creció, iluminando la penumbra con un suave resplandor. De pronto, un destello brillante los rodeó, y Clara sintió una calidez abrumadora que la envolvía por completo. Había miedo en su interior, pero también una determinación ferviente de no dejarlo ir.
Cuando el resplandor se disipó, Elías ya no estaba, pero su voz seguía resonando en el aire: "Gracias, Clara. He encontrado la paz. Siempre estaré contigo, en cada susurro de la noche."
Desde entonces, cada vez que la oscuridad se adensa y el silencio se hace profundo, Clara siente la presencia de Elías. En aquellos momentos, todo lo que había aprendido sobre la muerte y el amor se transformó. Aunque él había cruzado al otro lado, su amor perdura en cada brisa que acaricia su rostro y en cada estrella que brilla en el cielo.
Los susurros en la oscuridad ahora son un recordatorio de un amor que, a pesar del tiempo y la muerte, se entrelaza en un eterno abrazo. Clara, con su corazón lleno de conexión y esperanza, supo que nunca estaría sola. Cada noche, mientras se asomaba a la ventana, miraba al vasto cielo estrellado y sonreía, sabiendo que Elías permanecía a su lado, susurrando dulces promesas de amor infinito.
En Valle Escondido, la historia de Clara y Elías se convirtió en una leyenda, contada y recontada en noches de luna nueva, recordando a todos que los verdaderos amores jamás mueren; simplemente encuentran nuevas formas de vivir.
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Holiiss!!!
¿Creéis que el amor puede ser eterno? ¿Que el misterio es parte de un amor duradero? o ¿Que tanto el amor como el misterio son cambiantes y se pueden diluir en la monotonía del día a día?
Dejadme saber qué pensáis, tenemos 365 largos días para explorar juntos estos dos aspectos de la vida.
Un beso.
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ENTRE AMORES Y MISTERIOS, transcurre la vida
Random"Entre amores y misterios, transcurre la vida" es un viaje emotivo que nos sumerge en un mundo donde el pasado y el presente se entrelazan, creando un lienzo lleno de pasión y enigmas. A través de un relato profundo, la obra nos invita a explorar la...