Capítulo 10 -Fin del juego. Parte2. Final.

1.4K 255 173
                                    


Siempre he tenido la certeza de que el peligro me gusta, me emociona y me hace sentir algo especial, pero justo ahora, al saber la verdad de todo, siento que me tiembla el cuerpo completo.

De solo ver las atrocidades que Maríe ha cometido a lo largo del tiempo, no quiero imaginar lo que haría conmigo si se entera que la estoy distrayendo.

La asistente de Madeleine me entregó los papeles de Maya, la niña está al tanto de que debe irse conmigo en cualquier momento, en mi auto están todos sus papeles ya listos, al igual que una pequeña maleta.

Hay un vuelo para esa misma noche, a una hora estratégica que nos sacaría del país si es que todo se dificulta. Mi cabeza duele de solo pensar en las opciones de lo que puede suceder esa noche. Madeleine se acerca y se rodea mi cintura con su brazo, deja un beso en mi sien y continúa revisando el plan.

—Tengo una duda —hablo al verla del otro lado de la mesa y alza una ceja.

—¿Sobre el plan? —pregunta y niego.

—No, más bien sobre ti.

Su asistente la observa y con un movimiento de cabeza, Maddie le pide que salga. Espera a que ella salga y se acerca nuevamente a mi, se sienta sobre la mesa cruzando su pierna y coloca ambas manos sobre su rodilla.

—¿Qué? —pregunta al ver que no aparto mis ojos de ella.

—¿Por qué te sientas así?

—¿Quieres que esté de pie mientras despejamos tus dudas?

—No —sonrío —olvídalo.

—¿Ya me dirás?

—La primera duda —me recuesto en la silla —¿tu cabello no era rojo? —niega.

—No, solo debía pasar desapercibida en la prisión, mis padres no podían darse cuenta de mis visitas y decidí dejar la peluca cuando iba a verte.

—¿Desde donde me observabas? —ella suelta un suspiro y sonríe.

—Del edificio de enfrente, renté ese apartamento por unos meses, así que si, a tu otra duda, me viste algunas veces, pero no me prestabas atención, ibas con tu esposa la mayoría del tiempo y siempre parecía que buscabas a la pelirroja de ojos grises.

—Me engañaste, fantaseaba con esa pelirroja —suelta una carcajada que hace a mi pecho vibrar de felicidad.

—Era la idea, Coralie, aún mentar tu curiosidad y tu deseo por la mujer que te llenaba de intriga.

—Eso no era profesional.

—Nunca te pedí que lo fueras, de hecho, nunca te dije que fueras mi psicóloga, pero quizás mis palabras te hicieron creer eso.

—Recuerdo lo que dijiste ese día.


Estaba saliendo del consultorio cuando recibí su llamada, era de noche, la ciudad estaba algo cálida, así que no llevaba abrigo y decidí ir con vestido ese día. Una ligera ventisca alborotó mi cabello y del otro de la línea se escuchó una pequeña risa, suave y melódica.

—¿Hola? —respondo apartando el cabello de mi boca.

—Coralie, ¿la psicóloga Coralie Rousselle? —asiento como si pudiera verme.

—Quiero hablar contigo, ¿tienes tiempo? —veo la hora en mi reloj mientras avanzo hacia mi auto.

—Me temo que ya es muy tarde para una consulta, si gustar puedo agendarte para la próxima semana —un resoplido del otro la lado y otra vez esa suave risa.

Un Matiz De CarmesíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora