Capítulo 28

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Narrador

Patrick observa la hora en su reloj, luego el lobby del edificio y bufa. Luisa ha tonado su molestia, y se ha limitado a tomar sus manos mientras sostiene a su hijo en brazos. Su hijo, por su parte, juega con las trenzas de su madre lanzando sonrisas fortuitas.

¿Qué tanto hacen? —se queja señalando el edificio.

No puede concebir que no les afecte estar en un espacio cuyo propietario es Landon Giles. Alice y Malcolm Mallory, han hecho alarde de su amor y confianza estos últimos años, al soportar a Landon y todo su infortunio, para desdicha de Patrick.

—Debían hablar con Jaken —le recuerda su esposa —sobre el escape de Jackie. —Luisa le hace un mohín al pequeño que le sonríe en sus piernas.

—Regresaré con ustedes —confiesa viendo el rostro de su hijo, sonreírle a su madre —he perdido de momentos hermosos.

—¿Lo has hablado con Alice? —niega pasando su mano por el rostro en varias ocasiones.

—Lo tomará a mal —bufa —insiste en que mi lugar es aquí, con Jake y Landon. —una risa irónica surca sus labios antes de seguir. —ni siquiera puedo ingresar a ese penhouse sin que lo odie.

En todos estos meses, Patrick se ha esforzado por no ingresar al penhouse o cualquier edificio propiedad de Landon. Hacerlo era revivir recuerdos oscuros de un pasado que creyó superado.

En algún lugar de su interior, existía un niño con las heridas por el abandono de su padre, sin cicatrizar. Desconocía que opinión debería tener luego de saberlo, debería sentirse aliviado, pero no, lo que le tiene encendido sus entrañas es más poderoso.

—Si no se lo dices, nunca lo sabrás —le dice Luisa rompiendo el silencio. —llevas mucho tiempo aquí, todos sabemos lo que odias la ciudad.

—Encontrará una forma de hacerme quedar —insiste —Ella y papá.

Diez meses han pasado desde que abandonó el rancho, dejando a su esposa y a su bebé de dos meses de vida. Que el motivo fuera cuidar al hombre que los dejó en la calle, a él y a su madre, por otra mujer y la ciudad, aquella que en más de dos décadas ha odiado, le resultó avasallador.

Jamás imaginó que pasaría por algo parecido, es decir, vivir en New York y dejar en pausa su vida por cuidar de un hombre al que nunca le importó. Un olor extraño empieza a rodearlos y abre las ventanillas dándole espacio al viento fresco de la mañana.

El olor, aunque, débil, sigue sintiéndose, no entiende de que se trata hasta que la risa de su esposa le hace verla intrigado. Ella sonríe señalando a su hijo, el pequeño tiene los labios y nariz fruncida mientras suelta e inspira por la nariz una y otra vez.

—¿Gases? —le pregunta Patrick a su pequeño —¿No estás muy pequeño para ellos?

—Me temo que es algo mucho más pesado —refuta su esposa echándole un vistazo a su pañal— ¿Quién lo hizo la última vez?

Ella, recuerda luego de una pausa.

—Me toca a mí —responde con ella afirmando y sonriendo en silencio.

Mira el ambiente en que están y el morral con las cosas de su hijo. Es difícil, si no imposible, hacer un cambio de pañal dentro de la camioneta. No, cuando el modelo es Malcolm, que suele removerse como si estuviera acostado sobre gusanos hirviendo.

—Será mejor subir —dice con desgana.

—Lo siento —se excusa, besando el rostro de su hijo, apretándolo contra ella. —le enviaré un mensaje a Malcolm y Alice, diciéndole que vamos subiendo.

Un príncipe Bastardo 3er Libro Rancho Mallory Donde viven las historias. Descúbrelo ahora