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Satoru se tomaba muy en serio el uso gratuito; si querías follar con él, lo permitiría sin importar las circunstancias; aunque estuviera en su último aliento, se aseguraría de que te cuidara económica y sexualmente.
Por suerte para él, el hecho de que te volviera a utilizar estaba a punto de ocurrir cuando lo viste en ese aspecto de esqueleto sexy. Estuviste mirándolo por toda la noche durante la fiesta, preguntándote cuándo llegarían los dos a casa para poder abalanzarte sobre él como querías.
Tus dudas se calmaron por fin cuando se aburrió y los dos se fueron, y fue entonces cuando te lo follaste y lo montaste como si tu vida dependiera de ello.
Besándolo por todas partes, tu saliva mezclándose con la suya, sin poder mantener tu lengua fuera de su boca mientras tus rodillas hacían horas extras para mantenerte en cuclillas mientras rebotabas sobre su polla.
La humedad de tu núcleo mezclándose con el semen resbalando de él poco a poco, sin poder contenerte por la forma en que te apretabas a su alrededor.
Satoru podía soportar la sobreestimulación, pero era la forma en que te apretabas a su alrededor durante toda la noche lo que no podía quitarse de la cabeza, incluso días después de aquello, dando grandes tragos y mordiéndose el labio inferior a medida que te volvías progresivamente más rápida.
Intentando mantener sus gemidos al mínimo, pero los gemidos eran la menor de sus preocupaciones cuando sólo salían, yendo más y más rápido persiguiendo el décimo subidón de la noche, sin planear parar pronto.
Babeando por la comisura de los labios mientras lo mirabas fijamente a los ojos, sus manos firmemente apoyadas en tus caderas, las uñas clavándose en tu piel mientras ambos se limitaban a mirarse, lo que hacía todo más sexy, sin querer romper el contacto visual por estar tan cerca.
Esto duró horas; una vez que terminaste, tuviste que meter otro y otro, luego otro, e incluso cuando terminaste, no estabas del todo satisfecha, para cuando terminaste, su maquillaje estaba corrido y su cara sonrojada.
Asegurándose de pintarse la cara cada noche para poder pintarte las entrañas.
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