You Are The Only One.

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El paddock siempre había sido un lugar de pura adrenalina y velocidad. Sin embargo, para Max Verstappen y Sergio Pérez, se había convertido en algo más, un lugar donde las carreras a veces se volvían el telón de fondo de otra cosa más importante.

Su relación. Había comenzado un año después de que el piloto mexicano se uniera a Red Bull.

Lo que comenzó como una simple relación profesional, con su cuota de tensiones y competencia, rápidamente se transformó en una amistad inquebrantable. Compartían noches de habitaciones de hotel compartidas llenas de charlas, risas y, eventualmente algo más, como el sexo.

Max, con su intensidad y feroz determinación, había encontrado en Checo una calma que lo equilibraba, mientras que Sergio veía en Max no solo a un joven prodigio de la Fórmula 1, sino a alguien que, en el fondo, necesitaba ser amado y comprendido fuera de las cámaras y los circuitos.

En pocas palabras, se complementaban perfectamente.

Tres años después con algunas altas y bajas, peleas, una ruptura luego de Brasil 2022, una muy buena reconciliación y terapia de pareja sobrevivieron, y estaban más felices que nunca.

A pesar de los años, su relación era algo que mantenían entre ellos, su equipo, familia, y amigos más cercanos. Para el mundo exterior, seguían siendo compañeros de equipo, rivales en la pista y, a veces, objeto de rumores que al final del día quedaban solo en eso. Pero dentro del paddock, habían construido un lazo que se fortalecía cada día.

Con Max, todo era a máxima velocidad, desde su forma de pilotar hasta su manera de amar. Y aunque Sergio era más relajado, sus sentimientos eran igual de intensos.

Pero, como en cualquier relación, había pequeños obstáculos. Y en su caso, esos obstáculos solían venir en forma de otros pilotos. Más específicamente, para el piloto neerlandés.

Al rubio no le gustaba compartir, ni su lugar en el podio ni, mucho menos, a su novio. Aunque jamás lo admitiría en público, era celoso, muy celoso. Por su parte, el castaño no era ajeno a esos celos, aunque los manejaba de manera más discreta, a veces sin siquiera darse cuenta. Para él, el joven piloto era su pareja, pero también su compañero en la pista, y eso era lo que importaba.

Una de las personas que más avivaba esos celos a pesar de ser uno de sus buenos amigos, era Charles Leclerc, con su actitud relajada y su encantadora sonrisa. Cada vez que el monegasco se acercaba al mexicano para una conversación o para simplemente intercambiar bromas en el paddock, Max se tensaba y sus ojos no dejaban de seguir a ambos. Y para empeorar las cosas, Charles no parecía darse cuenta de que estaba caminando sobre un campo minado.

El inicio de la temporada había comenzado, pero para el neerlandés, la verdadera competencia comenzaba cuando otros pilotos rondaban demasiado cerca de su compañero.

Sería una larga temporada.


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El paddock del Gran Premio de Mónaco estaba tan ajetreado como siempre. Los equipos se movían de un lado a otro, los ingenieros ajustaban los últimos detalles de los coches, y los pilotos se concentraban en sus estrategias. La pareja de Red Bull estaban en sus habituales rutinas previas a la carrera, pero por desgracia, Max no podía concentrarse del todo.

Desde su lugar, en su lado del garaje de Red Bull, Max veía cómo Charles se acercaba a Sergio con esa sonrisa relajada y encantadora que parecía permanente en su rostro. Apretó los labios, tratando de no perder la calma. No es que le molestara que su novio hablara con otros pilotos.

I have won since I have you | ChestappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora