Pasmo

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—Y entonces qué, ¿Si van a ir a mi casa para la sección de karaoke? –los cuatro amigos caminaban por acera comiendo helado.

—No sé, depende, si van todos yo voy. –dijo Karui, en ese momento Atsui se tropezó y su helado cayó al suelo, haciendo que soltaran risas al unísono.

—¡Rayos! Bueno, yo si iré, recuerda que te tocan las botanas.

—Yo también voy. –dijo Menma abrazando a Omoi.

—Ese es el Menma que conozco, que bueno que has vuelto, bien entonces ahí los veo, por cierto lleven su propia manta por fa, recuerden que paso la última vez.- todos asintieron, siguieron caminado por la calle mientras una chica los miraba desde lejos. Karui fue la primera en darse cuenta seguida de Omoi quienes decidieron ignorarlo y seguir su camino.

Ella los vio desaparecer, muy lentamente camino en dirección opuesta, estaba tentada en alcanzarlos y hablar con uno de ellos, pero descarto la idea, sabía que no la tomaría enserio, nadie lo hacía. Movió sus hombros con desinterés y siguió su camino.

—Y desde entonces vaga por el mundo con sed de venganza, dispuesto a hacer pagar a todos esos hombres que se beneficiaron de su riqueza. Fin.

—¿Y eso fue todo? Creí que iba a dar más miedo, eres un fraude Karin.

—Mejor hay que dormir. –dijo Atsui interrumpiendo a Omoi.

—¿A caso si les dio miedo? –al ver las caras de sus amigos decidió callar.

La piyamada fue divertida para los cuatro amigos, entre juegos, chismes, películas y golosinas cayeron rendidos a altas horas de la noche, tendieron mantas y cobijas en medio de la sala de Omoi.

En la habitación resonaban los ronquidos de uno de ellos, pese al volumen ninguno pareció tener problema para conciliar el sueño, a excepción de Menma quien a pesar de estar dormido no paraba de dar vueltas.

—Ah, no, no.

Todo estaba semi oscuro, había pocas velas encendidas dejando ver un papel tapiz bastante pasado de moda, en aquella habitación logro escuchar un jadeo de horror seguido de un latigazo que lo hizo estremecer.

Se vio a sí mismo en una película del siglo xv, con lentitud avanzo hasta llegar a un pasillo con cada paso que daba el sonido de violentos golpes se hacían presentes, quedó frente a una gran puerta de madera. El sonido de un latigazo lo hizo actuar empujando la puerta pero esta estaba boqueada.

—¡No! ¡Abra! ¡Qué le hace! –se encontró golpeado la puerta con ferocidad, uso sus puños, lanzo patadas todo mientras gritaba, de pronto un silencio estremecedor se hizo presente.

Cuando se dio cuenta estaba en la habitación, su respiración dejo de funcionar cuando visualizo lo que tenía en frente, ante él estaba una escena de lo más aterradora.

Había una chica en el suelo con un vestido de época completamente cubierto de sangre, grandes cortes se veían en sus brazos, costados y piernas. El pelo lo tenía desmarañado lo que impedía ver su rostro.

—¿Quién te hizo esto? –la voz de ese hombre radiaba enojo, no pudo escuchar la respuesta de la joven, vio con miedo como ese hombre caminaba hacia el con paso firme, cerro lo ojos pensando que lo sujetaría el cuello y acabaría con su vida ahí mismo, pero eso no paso.

Ese hombre lo atravesó como si él fuera un fantasma. Al levantar la mirada se vio en otra habitación, esta vez era una cocina, ahí vio a dos chicas acercándose a una mujer mayor por detrás, una sostenía un estatua de metal, la otra un florero.

Aun no podía verle el rostro a la cabello negro azulado, no sabía porque pero se sentía inquieto, la otra chica era rubia, era bonita pero pese a eso el solo intentaba mirar a chica bajita, gimió cuando vio un charco de sangre.

Suspiro en la soledadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora