2: Oh, Morfeo

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Percibo las pesadas intenciones de Matt al verlo apretar con más fuerza la mano de Gael, pero aquel chico alto de ojos marrones parece no intimidarse ante la mirada cínica de mi novio.

—Tengo que irme — menciona Matthias soltando a Gael, quien dobla la mano y se ajusta el reloj en su muñeca.

Matt le echa unos ojos que me parecen algo envidiosos que me parecen de mal gusto, pero noto que Gael hace caso omiso de ello.

—Hay trabajo mañana, ¿Eh? —cuestiona Danilo a Matthias. —Es bueno que te des un tiempo para ella.

—Todo lo que tengo es para ella —afirma Matthias mirándome a los ojos.

Matt se despide de todos los presentes. Al llegar a mí, me toma de la mano y me acerca a él para plantarme un beso vacío, pero profundo. Sorprendida por su acción, me quedo sin movimiento y lo dejo continuar, siento las mejillas sonrojadas y la incomodidad a mi alrededor y gracias a la sorpresa, le noto los ojos abiertos.

Se aleja de mí y me da un beso en la frente mientras trato de recuperar mi confusión, mamá y papá se han dado la vuelta incómodos, los demás observan con la misma energía y Gael tiene la mirada clavada en el suelo.

Matt se aleja, nos despedimos de los Alarcón y entramos a casa sin decir alguna palabra respecto a lo ocurrido.

—Gael me preguntó por qué no quisiste ir —comenta Cohen. —Dijo que lucías muy bonita en el ballet, le impresionó tu danza.

—Como a todos —respondo sin mucho interés.

—Yo creo que le gustas —admite Cohen.

—¿Apenas te diste cuenta de ello? —cuestiona mi padre.

—¡Oigan, jamás! —grito. —¡Que tontería!

—Gael me agrada —menciona papá. —Matt es... Algo extraño.

—¿A qué te refieres con extraño? —pregunto cruzándome de brazos.

Mi padre y Cohen se echan unas cómplices miradas y se sientan en el sofá, la pequeña Lottie brinca a las piernas de papá y se recuesta en él. Hago lo mismo mientras mamá se acerca a la cocina por un vaso con agua.

—Siempre grita cuando pierde el Clash royal —anuncia Cohen levantando un dedo.

—Habla extendiendo las palabras como si fuera en cámara lenta —continua mi padre, levantando dos dedos.

—Siempre quiere que lo atiendan, le gusta el trato de princesa —admite Cohen levantando tres dedos. —Nunca lo he visto levantar un plato de la mesa cuando viene a comer.

—Porque viene como invitado —contradigo.

—Cualquier persona con educación levanta su propio plato de la mesa —menciona Cohen.

—No aguanta un garrafón con agua y eso es preocupante —admite mi padre levantando cuatro dedos.

—Es muy creído —continua Cohen —No soporta que alguien sea mejor que él...

—¡No, bueno! —exclamo. —¿Acaso hicieron una lista de los defectos de Matthias?

—De hecho, sí —responde Cohen. —Pero aún no planeábamos decírtela.

—¡Ah, no le hemos dicho la...! —Cohen comienza a chistar para callar a papá y este cierra la boca. Los miro con los ojos entrecerrados y me acerco a ellos acusándolos con un dedo.

—¿Qué no me han dicho? —pregunto intimidante.

Papá abre la boca para hablar, pero Cohen le cubre los labios y le impide emitir algún sonido.

10 de Octubre Donde viven las historias. Descúbrelo ahora