Prologo.

18 3 1
                                    

La mente humana es como el océano, profundo, oscuro y lleno de misterios, y al igual que este solo se conoce una pequeña parte de ella, la mayoría es una zona profunda, oscura y desconocida, y Emma habia pasado años naufragando en esa sima eterna, tratando comprender las inquietudes de la psique humana eh intentando de mantener su cordura en esa gran travesía.

Pendiendo de ese pequeño hilo que la sostenía de no caer y hundirse en el abismo envolvente de su ya perturbada mente.

Emma nunca se lo diría a nadie, y tampoco es como si alguien fuera a preguntar, pero ella necesitaba tal vez un poco de ayuda, algo de indulgencia, algo más a que sostenerse para no caer.

Emma era de verdad una persona inteligente, en el trabajo se auto persibia a ella misma como experimentada, calificada y competente, tenía una lista realmente extensa de las personas a las habia ayudado, pero también tenía una, que, aunque era reducida, los nombres escritos ahí la atormentaban cada noche.

Había uno en especial, ese que era el culpable de sus peores pesadillas, de las noches en vela y de su terrible dependencia hacia el cigarrillo y el café, ese nombre era también el culpable de su falta de sueño, y el autoabandono en el que vivía, ese nombre que le seguia como sombra a donde quiera que iba, el unico que no podia olvidar ni con dos botellas de whisky del costoso. Los otros nombres no le torturaban tanto, aunque de vez en cuando golpeaban a la puerta, solo para recordarle que seguían ahí, vigentes y que no se irían, que dolerían lo suficiente para que no olvidara cuales fueron sus fracasos, como la herida que queda cuando te pinchas con un clavo, no es grave, pero es una herida difícil de sanar y empeora si el clavo está oxidado.
Como las heridas de guerra siempre dejan cicatrices indelebles.

Y Emma como buen militante retirado sabía que, a veces, dejar la bala es mejor que sacarla. O eso era de lo que ella se había convencido.

Se había resignado a no seguir huyendo del dolor, ya ni siquiera lo intentaba, se había dejado envolver por este y aceptado dejarse consumir por el.

Emma no se consideraba una persona religiosa, no creía en un Dios o algo que se le pareciera, creía en la ciencia y la filosofía y había leído lo sufiente de ambas para convencerse de qué para conseguir su descanso eterno, tenía que hacer el bien, estaba decidida a ayudar, hacer un bien mayor antes de dejar este mundo, así que cuando esos oficiales entraron a su consultorio para pedirle ayuda con un "caso perdido" ella lo supo.

Dios, Ala, Jave o la fuerza divina, el universo, el karma, quien sea que haya creado este mundo le estaba dando una segunda oportunidad, una redención, lo supo en el momento que le entregaron ese enorme expediente al cual dedico toda esa noche leyéndolo y analizandolo a detalle, fue cuando leyó su última confesión en ese momento Emma lo supo.

Él sería su catarsis.

Mr. Insanity.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora