Capítulo 4

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Al llegar al castillo de Osman Bey, el aire fresco de la noche nos envolvió. Mientras desmontaba del caballo, mis piernas aún temblaban por la tensión de la batalla reciente, pero no había tiempo para detenerse. Lo primero que noté fue el sonido de espadas chocando y las voces de los alps en entrenamiento. A lo lejos, distinguí a Orhan Bey, entrenando con una intensidad que reflejaba el mismo fuego que había visto tantas veces en su padre.

Orhan movía su espada con precisión, rodeado por un grupo de alps que lo observaban con respeto. Su destreza en combate era notable para alguien tan joven, y su expresión decidida no dejaba lugar a dudas: estaba preparado para liderar cuando el momento llegara. Me detuve un instante para observar, admirando cómo la fuerza y el orgullo de los Kayı se manifestaban en cada movimiento de Orhan.

Mientras contemplaba la escena, sentí la presencia de Osman Bey acercándose. Con su paso decidido y su mirada llena de determinación, se colocó frente a mi bey y a mí. Sus palabras, aunque suaves, llevaban el peso de todo lo que habíamos atravesado.

—Habéis hecho mucho hoy —dijo, su tono más relajado pero aún firme—. Podéis ir a descansar. Mañana será otro día, y debemos estar listos para continuar nuestra guerra contra Tajeddin.

Miré a mi bey, que asintió en silencio, compartiendo el cansancio que comenzaba a hacerse evidente tras el largo día. La lucha que habíamos enfrentado era solo el principio, y aunque la determinación seguía ardiendo en nuestros corazones, el cuerpo también exigía su momento de descanso.

—Gracias, Osman Bey —dije con respeto, inclinando ligeramente la cabeza—. Recuperaremos fuerzas y mañana seguiremos a tu lado.

Osman Bey asintió, su expresión se volvió más grave por un momento, como si ya estuviera anticipando los desafíos que vendrían.

—Esta lucha no será fácil, pero mientras sigamos juntos, seremos más fuertes que cualquier enemigo que intente derribarnos. Tajeddin no espera nuestra resistencia, y eso nos dará ventaja.

Con esas palabras resonando en mis pensamientos, me dirigí al lugar que las hatun me indicaron, donde pude tomar un baño y arreglarme después del día agotador. El agua tibia me ayudó a liberar la tensión acumulada en mis músculos, pero mi mente seguía inquieta, repasando lo que vendría al día siguiente.

Al terminar de estar lista, vestida con ropas limpias y con la mente un poco más clara, lo primero que se me vino a la mente fue ir a encontrarme con Ayça Hatun. Ella se estaba pasando por mi y estaba poniendo su vida en peligro por mi.

Caminé junto a mi bey por los pasillos, rodeada por el susurro constante de las conversaciones y las tareas que continuaban incluso en la quietud de la noche. Cada paso resonaba con la tensión acumulada del día, pero sabíamos que, por ahora, estábamos en un lugar seguro. Finalmente, llegamos al lugar que buscábamos. Al abrir la puerta, lo primero que vi fue a Ayça Hatun, con una expresión llena de alerta y en guardia, levantando un objeto como si fuera a defenderse.

—¡Cuñada! —exclamé, pero antes de que pudiera decir más, sus ojos nos reconocieron.

El objeto que sostenía en alto cayó al suelo con un sonido seco, cuando la tensión finalmente abandonó su cuerpo. Su rostro, que momentos antes estaba rígido y preparado para un combate, se suavizó al instante.

—Gracias a Allah, estás bien —continué, pero mi alivio fue interrumpido de inmediato cuando Ayça Hatun cerró la puerta de golpe y, con una firmeza inesperada, nos arrastró hacia el interior de la habitación.

-No lo hagas Ayça Hatun. El peligro aun no a terminado.- me dice ella siguiendo en el papel de Elcim Hatun.

—¿Por qué? Somos libres ahora. ¿Ocultaremos la verdad a Osman Bey?- al ver que nadie me respondia gire mi rostro a ver que a mi padre.

Entre el deber y el corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora