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El rugido de los motores podría ser su sonido favorito hasta el fin de su vida. La adrenalina corría por su sistema mientras sostenía el volante; ya fuera terminando en la posición que fuera o, mejor aún, ganando el circuito, sabía que las carreras eran su razón de existir. Tantos años de sacrificios, empeño y entrenamiento habían dado sus frutos. Estaba en uno de los asientos más codiciados de la parrilla, siendo una leyenda y viviendo al máximo cada segundo.

Sergio Michel Pérez Mendoza, un piloto de F1 de origen mexicano, tiene una carrera brillante por delante y un carisma inigualable. En un mundo liderado por Alfas de alta categoría, estaba triunfando, siendo la envidia de aquellos que alguna vez dudaron y se burlaron de él. Todo había valido la pena y nadie le podría arrancar su sueño. Solo había un pequeño inconveniente: él era un mentiroso.

Sergio era una joven promesa desde que ingresó al mundo del deporte motor; tenía un gran apoyo detrás de él en cuanto a patrocinios y un talento emergente esperando a ser explotado. Pero, si el mundo supiera la verdad, tal vez nunca hubiera llegado hasta donde está. Este era su sueño, el resultado de sus esfuerzos y lágrimas; no era justo que esa diminuta cuestión fuera capaz de arrebatarle todo lo que se había ganado a pulso.

La realidad era simple y dura: él era un Omega.

Un Omega jugando en territorio Alfa, ¿qué podría salir mal? Era algo que constantemente se preguntaba. Solo era una cosa que él no podía controlar, algo que nunca eligió ser y una traba mayor en su sueño; así que decidió simplemente ocultarlo. A nadie le importaría si nadie lo sabía; era algo fuera de su control, así que lo tomaría en sus propias manos todo lo posible.

Desde que tenía memoria, su familia había estado con él apoyando su amor por los karts. Para ellos, era solo la ilusión de un niño; pronto cambiaría de opinión y abandonaría ese gusto infantil. Tal vez nunca tuvo un kart nuevo o los más grandes lujos, pero siempre se sintió apoyado por sus seres queridos, o al menos eso creía, hasta el día en que confesó su verdadera meta. ¿Cómo se le ocurría tener sueños tan estúpidos para alguien como él?… un jodido Omega. Su casta arruinaba cada intento de ser algo más que lo que todos esperaban de él: algo fino y delicado; un bonito trofeo para un Alfa, un ama de casa y una máquina de cachorros. Él no quería eso para sí; él quería conducir, vivir detrás del volante y, si era necesario, morir por él. Su familia lo rechazó al escuchar sus “estúpidas ilusiones”, y decir que aquello no lo destrozó por completo sería un vil engaño. Siempre pensó que sus padres lo apoyarían hasta el final, pero al parecer solo complacían sus sueños “absurdos e inmaduros”. Sergio siempre asistió a clases extracurriculares para Omegas a cambio de correr en el circuito después de ellas; era un Omega ejemplar ante los ojos de su madre: sus hermosas pecas, su figura delicada y su carisma. Su madre solo quería que él consiguiera un buen Alfa para pasar su vida y cumplir sus funciones. ¿Por qué sus sueños tenían que estar dictados por algo que él no había elegido?.

Cuando vio la decepción en la mirada de aquellos que tanto amó, sabía que era el fin de su sueño, o así lo creyó hasta que recibió aquella llamada que lo hizo tomar la decisión que cambiaría su vida por completo.

Un patrocinador de prominente rango lo había contactado; impresionado por su desempeño y esfuerzo en la pista, le ofreció una oportunidad de oro. Correría en la Academia de Pilotos de Ferrari, estaría a unos pasos de la F1 si daba su mayor esfuerzo y, quién sabe, tal vez en poco tiempo tendría asegurado un asiento en la máxima categoría del automovilismo. Era como si todos los planetas se alinearan para él; le estaban entregando su sueño en bandeja de plata y, si lo rechazaba, sería un gran idiota. Pero claro, no todo sería tan sencillo; debía hacer sacrificios por ello y, sin dudarlo más, aceptó aquella oferta.

Con los gritos e insultos desmedidos de su familia de fondo, tomó todo lo que necesitaba y se embarcó en la travesía para cumplir su sueño. Había tratado de dialogar con ellos; eran su familia, los amaba, pero ellos no lo amaban lo suficiente para entenderlo y apoyarlo en lo que más deseaba. Ver a su madre destrozada y a su padre gritándole todo tipo de cosas lo lastimaba tanto, que estuvo a punto de darse la vuelta y dejar toda esa locura por ellos. Sin embargo, no miró atrás y abandonó aquel lugar que alguna vez llamó su hogar. Su padre finalmente le gritó que estaba muerto para ellos y que ni siquiera pensara en volver cuando nada de sus tonterías funcionara.

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⏰ Última actualización: Oct 17 ⏰

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