Después de cenar, volví a arrancar el auto. La noche era mas densa que antes y el camino de regreso parecía tranquilo. Rodrigo estaba en silencio, pero su expresión se veía más relajada, como si esa nube pesada de antes se hubiera desvanecido, al menos un poco. Me limité a conducir, dejando que el tiempo pasara en calma, solo el sonido bajo de la radio acompañándonos.
Finalmente, llegamos a su edificio. Aparqué frente a la entrada y, antes de que pudiera bajar, le eché una mirada.
—¿Te sentís mejor?— le pregunté, esperando alguna señal de alivio en su respuesta.
Rodrigo asintió, girándose para mirarme. Había una suavidad en sus ojos que no estaba cuando salimos.
—Si— dijo, con una sonrisa leve—. Gracias por despejarme un poco... y, bueno, también por alargar la farsa. Eso significa mucho para mí.
Me quedé en silencio un segundo, sin saber muy bien que responder. Todo esto lo veía como algo tan controlado, tan calculado y desagradable, y ahora, ahí estaba yo, alargando la mentira para poder protegerlo a él.
—No te preocupes— le dije al final, intentando restarle importancia— . Cuando quieras escapar de algo así, avisame.
Rodrigo sonrío, y en ese momento sentí que había dicho lo correcto.
Nos quedamos en silencio, el ambiente era cómodo y el parecía más tranquilo. Lo miré por un momento, con esa pequeña sonrisa aún en su rostro, y pensé que tal vez las cosas podían quedar así y no me molestaría, al menos por ahora. Pero Rodrigo me sacó de mis pensamientos cuando habló nuevamente, con su tono suave, casi como un susurro.
—No querés pasar la noche acá?— dijo, mirándome con una expresión genuina—. Es tarde, y supongo que estás cansado como para volver hasta tu casa.
Aquello me tomó por sorpresa. Nos habíamos visto en otras ocasiones, pero nunca con esta familiaridad. Me quedé en silencio unos segundos, pensando en la propuesta. La verdad era que la idea no me resultaba para nada incómoda.
—No es molestia?— le pregunté, más por cortesía que por otra cosa.
Rodrigo negó con la cabeza, aún con esa expresión cálida
—Obvio que no. Me haría buen tenerte acá, aunque sea por esta noche.— respondió, sincero.
Asentí, sintiendo que una parte de mí ya había tomado la decisión antes de formular la pregunta.
Salimos del auto y cruzamos juntos el lobby, en silencio pero cómodos. Rodrigo me guiaba y saludaba alguna que otra persona, supongo que vecinos o guardias.
Al llegar al ascensor, presionó el botón de su piso sin decir nada, simplemente mirándome de reojo con esa pequeña sonrisa suya.
La puerta del ascensor se abrió en su piso y, al salir, me condujo por el pasillo hasta su departamento "702". Abrió la puerta y me hizo un gesto para entrar, encendiendo las luces. El lugar seguía igual de acogedor que la última vez que había estado allí.
—Si querés, podes darte una ducha— me ofreció, señalando el pasillo que llevaba al baño—. Te va a venir bien después de todo el día.
Lo pensé por un segundo, y luego asentí. Había algo en la manera en que lo decía, una calidez, cono si realmente quisiera que me sintiera cómodo ahi.
Finalmente miré hacía el cuarto de baño y luego a Rodrigo, dudando un poco.
—Pasa que...no traje ropa —le dije, intentándolo sonar práctico, aunque en el fondo no me molestaba la idea de quedarme.
Rodrigo soltó una pequeña risa y se encogió de hombros.
—No hay problema, tengo mucha para prestarte —respondió, con ese tono de gracia que siempre lograba relajarlo todo.
No pude evitar sonreír también. Rodrigo sabía como hacer que cualquier situación pareciera sencilla, y en ese momento, eso era justo lo que necesitaba.
Después de aceptar la ropa que Rodrigo me prestó, entré al baño y cerré la puerta detrás de mi, mirando las prendas que tenía entre las manos.
Me quité la ropa del día, sentí el agua caliente aliviando el cansancio acumulado y, después de la ducha, me sequé rápidamente. Me puse la remera de Rodrigo, era una remera sencilla, pero inconfundiblemente suya: un poco más grande de lo que yo solía usar, de un gris oscuro gastado que le había visto puesta más de una vez. Esta olía ligeramente a su perfume, era un aroma sutil pero familiar, algo que hasta ahora no había notado en él de esta forma.
Esa fragancia, mezclado con el suave tejido sobre mi piel, me hizo sentir extrañamente cómodo. Y, antes de darme cuenta, estaba sonriendo.
Me miré al espejo, con una remera un poco holgada y me sorprendió. La sensación de tener algo suyo, algo tan cotidiano, me resultaba extrañamente íntima. Era como si me hubiera invitado a una parte suya que no le mostraba todo el mundo, un espacio seguro donde yo también podía encajar
Cuando abrí la puerta del baño, volví a la sala donde Rodrigo estaba esperándome, recostado en el sofá con el control remoto en la mano. Al verme, sonrío con una chispa de diversión en los ojos.
—Te queda bien — dijo, levantando una ceja, con esa sonrisa cómplice.
Sentí el calor subir a mi cara y me reí, encogiéndome de hombros como su no tuviera importancia, aunque mi corazón latía un poco más rápido de lo normal.
—Gracias, es cómoda —le respondí, intentando sonar relajado.
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wuuujuju son muy tiernos
les gustaria un cap smut?? me da verguneza pero contesteeeen
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Entre escenas y letras
RomanceIván Buhajeruk, un escritor que nunca quiso ser famoso, se ve obligado a fingir una relación con el actor Rodrigo Carrera para mantenerse en el ojo público tras el éxito de su última novela.