34. Protección a Cualquier Precio

15 6 0
                                    

Lukas continuó golpeando al agresor sin hacer caso a los ruegos de Sarah. El joven parecía haber perdido toda noción de control, su única meta era dejarlo inconsciente. El hombre resistía más de lo esperado, tal vez por su fuerza, o quizá porque la ira de Lukas lo cegaba y no lograba medir sus golpes con precisión. El sonido de los golpes resonaba en el pasillo, cada uno más desesperado que el anterior, hasta que finalmente, el atacante cayó. Lukas, jadeante y furioso, seguía lanzando puñetazos, ignorando las consecuencias.

Ninguno de los dos hermanos notó que alguien más se acercaba. Severus Snape, habiendo abandonado la multitud de la fiesta, había decidido terminar algunos pendientes, pero lo que encontró en ese pasillo lo dejó sin palabras. La escena que presenció lo llenó de una furia fría: Sarah estaba en el suelo, con la ropa desarreglada, temblando, perdida en la nada. Lukas, con los puños ensangrentados, seguía golpeando al hombre con una ferocidad inusual.

—Expliquen esto —demandó Snape, su tono bajo pero amenazante.

—¡Solo estoy defendiendo a mi hermana! —gritó Lukas, mirándolo con desafío. Para él, proteger a Sarah estaba por encima de todo.

—Suficiente. Deja que yo me encargue de esto —ordenó Snape, sin alzar la voz, pero con una autoridad que no admitía réplica.

Lukas, aún temblando de rabia, miró a Sarah. Ella, con una mirada suplicante, le indicó que debía marcharse antes de que las cosas empeoraran. Sin decir una palabra, Lukas retrocedió, pero no antes de asegurar con los ojos que su hermana estaría bien. Sarah, aún temblorosa, se levantó lentamente, acomodando su ropa con manos torpes. Comenzó a caminar tras su hermano, pero Snape la detuvo, tomándola del brazo.

—Vete —dijo Sarah, volviéndose hacia Lukas—. Ahora. Yo estaré bien.

Lukas vaciló, pero al final obedeció, desapareciendo en la oscuridad del pasillo. Snape soltó el brazo de Sarah, pero no apartó la mirada de ella. El silencio entre ambos era denso, como si las palabras que debían decirse fueran demasiado pesadas para pronunciarse ahí.

—Si tengo que explicar lo que pasó, prefiero no hacerlo en un pasillo —dijo Sarah con voz temblorosa.

Snape asintió y ambos caminaron en silencio hacia su despacho. Una vez allí, él se sentó detrás de su escritorio, mientras Sarah se hundía en una silla frente a él. El aire estaba cargado de tensión, pero Snape fue el primero en hablar.

—No necesito que me lo cuentes todo. Tengo una idea de lo que sucedió —dijo, sus ojos oscuros brillando con furia contenida—. Pero te aseguro que esa será la última noche que ese individuo pase en este castillo. Lukas no será castigado. Veré que curen sus heridas.

Sarah asintió débilmente, sus manos aún temblaban.

—¿Por qué a mí? —murmuró, su voz rota—. No soy la más guapa ni la más atractiva, y aun así... esto me pasa. ¿Por qué?

—Esto no es tu culpa, Sarah. Que te quede claro.

—Él dijo que fue por cómo iba vestida —dijo, sus palabras cargadas de dolor y culpa—. Sí es mi culpa, Severus.

Snape la miró fijamente, sus ojos más fríos que nunca.

—No lo es —replicó con firmeza—. No hiciste nada que provocara esto. No vuelvas a culparte por algo que no está en tus manos.

—Pero duele —susurró Sarah, las lágrimas asomando en sus ojos—. Duele que me hagan esto cuando no hice nada para merecerlo. A veces pienso que sería mejor... terminar con todo.

Snape la observó en silencio por un momento, antes de responder con una frialdad que apenas enmascaraba su rabia.

—Corregiremos esto —dijo lentamente—. Les haremos pagar... Pero tú, Sarah, serás quien los haga pedazos.

Our Safe Place | Severus SnapeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora