La Jaula del Dragón (Dark Daemyra)

Capítulo XV

¡Hola a todos! El cap anterior fue un relajo de la oscuridad de la historia. Pero es muy cliché de mis historias que todo comience mal y luego vaya bien. Así que acá otro drama. Con Daemon siendo un monstruo y Rhaenyra apagando el fuego con bencina.

Aparte este fic esta basado en un drama koreano horriblemente oscuro, así que tomaré parte de ese drama en este cap. Me han dicho que se me da bien escribir este tipo de historias oscuras, agresivas y moralmente cuestionables, así que veré como queda al final jaja.

No olviden comentar y votar. Besos y abrazos.

El salón del trono se tiñó de la sangre de aquellos que habían estado traicionado al rey.

Alys Rivers se había encargado de descubrirlos por orden de la reina.

Y fue el mismo rey quien acabó de ellos de una forma lenta y tortuosa.

Todos comprendían la furia del rey, él estaba furioso porque intentaron impedir que él tuviera un heredero.

Lo que muchos no comprendían, era que Alys Rivers, quien hasta hace poco parecía odiar a la reina Rhaenyra, estuviera ahora a su lado de forma protectora.

Tampoco podían comprender la furia en las palabras del rey cuando advirtió que nadie podía tocar a su esposa, o sus días estarían contados.

Aemma comenzaba a comprender, pero le aterraba que su hija estuviera enamorándose de Daemon.

Ella sufriría, porque el corazón de Daemon, aún no estaba preparado para amar libremente.

Luego de ese día, las cosas continuaron normalmente en el palacio.

Aemma y Rhaenyra sabían que Daemon continuaba en guerra contra Viserys.

Rhaenyra no le daba el gusto a Daemon de preguntar sobre eso, aunque ella y Aemma estaban pendientes de cada movimiento en el palacio.

Daemon aún no tenía pistas del paradero de Viserys, pero si cada vez más casas leales a Viserys se ponían de su lado.

Viserys ya no era el rey, él había abdicado al huir del palacio y desaparecer, y las casas que se mantuvieron leales a él, necesitaban un rey que luchara por ellos y estuviera presente en el trono.

Días más tarde, Rhaenyra se sintió un torbellino de emociones al enterarse de que Daemon y Alys  estarían fuera del palacio por unos días.

Ese día se sentía curiosa, pues había escuchado de una habitación privada a la que Daemon no dejaba que nadie, ni siquiera su fiel consejera Alys, se acercara.

 La curiosidad la empujó esperar el cambio de turno de la guardia y a explorar el lugar que se había mantenido alejado de ella, preguntándose qué cosas podía esconder un hombre tan frío como Daemon, se deslizó por los pasillos, el corazón latiendo desbocado sabiendo que estaba haciendo algo que no debería. 

Al llegar a la puerta de la habitación prohibida, la intriga se convirtió en una mezcla de ansiedad y miedo. 

 Abrió la puerta y se encontró en un espacio sombrío, donde la luz apenas podía atravesar las rendijas. Sus ojos se adaptaron lentamente, revelando un mundo que le era ajeno. En las estanterías, juguetes de madera tallados con esmero aguardaban; en un rincón, una cuna elegantemente construida parecía anhelar un niño que tal vez ni siquiera había alcanzado a usarla.

Rhaenyra se acercó a un lugar donde reposaban los recuerdos de un hijo que Daemon había perdido, un pequeño cuya vida se apagó antes de lo esperado.

 Su corazón se apretó al ver los objetos que él había preparado, cada uno un símbolo de sueños marchitos y de amor que nunca tuvo la oportunidad entregar plenamente.