Capítulo 3: Ecos en el Cristal

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Ethan despertó de un sueño inquietante. Su cuerpo estaba cubierto de sudor frío, y sus manos temblaban ligeramente mientras intentaba sacudirse las imágenes persistentes que habían invadido su mente durante la noche. La ciudad de cristal había vuelto, pero esta vez no sólo la observaba desde lejos. Estaba caminando por sus calles rotas, y con cada paso, escuchaba el crujido del cristal bajo sus pies. Las grietas se expandían, y el sonido de esos ecos lo perseguía, como si las fracturas estuvieran reclamando su atención.

Se sentó en la cama, sintiendo el agotamiento más profundo que nunca. La pesadilla lo había dejado con una sensación de vacío, como si hubiera estado físicamente en la ciudad, y no solo en su mente. Cada detalle era vívido, desde el frío que emanaba de las grietas hasta el silencio opresivo que llenaba el aire.

Sabía que no era normal sentirse así después de un sueño, pero también sabía que algo extraño estaba ocurriendo. No solo en sus sueños, sino también en su vida diaria. La línea entre lo que era real y lo que no comenzaba a desdibujarse de una manera que lo inquietaba profundamente.

El día transcurrió como un borrón. Mientras caminaba por los pasillos de la universidad, Ethan se sentía más desconectado que nunca. Las voces de sus compañeros eran sólo ruido de fondo, y las clases se deslizaban ante sus ojos sin que pudiera concentrarse en nada. Estaba físicamente presente, pero su mente volvía una y otra vez a esa ciudad, a las grietas que parecían propagarse dentro de él.

Al final del día, en lugar de volver directamente a casa, Ethan decidió caminar. No tenía un destino en mente, solo quería moverse, escapar de la opresión que sentía. Mientras avanzaba por las calles de su ciudad, notó algo curioso: todo le parecía diferente, como si el mundo real estuviera empezando a parecerse a la ciudad de cristal de sus sueños.

Miró los edificios que lo rodeaban. No estaban hechos de cristal, por supuesto, pero en su mente podía ver las grietas, invisibles pero presentes. Casi podía sentir el peso de esas fracturas en el aire, como si todo estuviera a punto de romperse, justo como en sus pesadillas. Aceleró el paso, intentando sacudirse esa sensación, pero la presión en su pecho solo aumentaba. Era como si la ciudad que veía todas las noches estuviera filtrándose en la realidad.

Finalmente, llegó a un pequeño parque, uno que conocía bien. El mismo parque donde había dibujado el día anterior. Se sentó en el mismo banco, sacó su cuaderno, y sin pensarlo, empezó a dibujar de nuevo. Esta vez, las líneas eran más frenéticas, más rápidas. No necesitaba pensar en lo que estaba haciendo; sus manos parecían saber exactamente qué hacer.

La ciudad de cristal volvió a tomar forma en el papel, pero esta vez era diferente. Las grietas eran más grandes, y en algunos lugares, partes de los edificios habían colapsado. La sensación de fragilidad era más intensa, como si todo estuviera colgando de un hilo. Mientras dibujaba, Ethan comenzó a sentir que algo se movía en el fondo de su mente, una especie de comprensión que aún no lograba captar del todo.

Sin previo aviso, un frío inusual lo envolvió. Era como si el aire alrededor de él hubiera cambiado, volviéndose denso y pesado. Miró a su alrededor, y por un instante, no estaba en el parque. Estaba en la ciudad de cristal.

El cambio fue tan repentino que Ethan casi dejó caer su cuaderno. No había transición; un segundo estaba en el mundo real, y al siguiente, estaba caminando por las mismas calles que había visto en sus sueños. Todo era exactamente igual: las calles vacías, los edificios altos y brillantes, pero llenos de grietas, y el silencio, un silencio opresivo que lo envolvía como una niebla.

Ethan miró sus manos. Eran las mismas, pero la sensación era diferente. Sentía el suelo de cristal bajo sus pies, escuchaba el eco de cada paso que daba. Y aunque sabía que debía estar asustado, lo que sentía en ese momento era... familiaridad. Como si hubiera estado allí antes, como si esa ciudad fuera una parte de él.

—¿Qué es esto? —susurró, su voz resonando en el vacío.

Caminó por las calles, cada vez más consciente de que no estaba soñando. O al menos, no como lo hacía normalmente. Esto era diferente, más real. Podía sentir el frío del cristal, el vacío del aire a su alrededor. Era como si hubiera cruzado algún umbral invisible entre la realidad y sus pesadillas.

A lo lejos, vio una figura. Al principio, apenas era un punto en el horizonte, pero a medida que se acercaba, Ethan pudo distinguir más detalles. Era un hombre, pero no podía ver su rostro claramente. Estaba cubierto por una capa oscura, y su figura se desvanecía entre las sombras.

Ethan sintió un escalofrío recorrerle la columna. Quiso retroceder, pero algo en esa figura lo atraía, como si fuera la respuesta a todas sus preguntas. Dio un paso hacia adelante, y luego otro, pero justo cuando estaba a punto de acercarse más, el mundo a su alrededor se disolvió.

Con un sobresalto, Ethan se encontró de vuelta en el parque, su cuaderno de bocetos en el regazo y su respiración entrecortada. Miró a su alrededor, pero todo parecía normal. Las hojas caían suavemente de los árboles, el viento soplaba con ligereza, y las personas caminaban despreocupadas.

Pero algo había cambiado. Ethan lo sabía. Aquella visión no había sido un simple sueño o una ilusión. Había estado allí, en la ciudad de cristal. Y la figura que había visto... aún sentía su presencia, como una sombra al borde de su mente.

Cerró el cuaderno con manos temblorosas y se levantó del banco. No sabía qué estaba ocurriendo, pero una cosa era clara: la ciudad de cristal no era sólo un sueño, y de alguna manera, estaba conectada con él, con lo que sentía, con lo que le ocurría.

Ethan caminó hacia su casa, con el corazón acelerado. No entendía lo que estaba pasando, pero sabía que no podía ignorarlo más. Algo dentro de él se estaba rompiendo, y la ciudad de cristal, con todas sus grietas, era la clave para entenderlo.

La Ciudad de Cristal RotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora