Capítulo 5: Un Llamado a la Esperanza

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Ethan no pudo dormir la noche siguiente. La conversación con la mujer en el parque había resonado en su mente como una melodía repetitiva, un eco de posibilidades. La idea de abrirse a su madre lo llenaba de nerviosismo, pero también de una inusual esperanza. Sabía que había estado guardando sus sentimientos en una caja cerrada durante demasiado tiempo, y esa caja comenzaba a romperse, a filtrarse como el cristal en sus sueños.

Mientras la luz del día comenzaba a filtrarse por su ventana, Ethan se sentó en la cama, sintiendo el peso de la decisión que tenía que tomar. ¿Qué diría? ¿Cómo podría expresar la confusión y el dolor que había llevado consigo? Tenía miedo de que al hablar, su madre no entendiera. Pero también temía que si no lo hacía, seguiría atrapado en la oscuridad, en esa ciudad de cristal rota que lo consumía.

Decidido a dar ese primer paso, se preparó para la universidad. Cada movimiento se sentía mecánico, y su mente estaba llena de dudas. Cuando llegó a la clase de Literatura, su profesor estaba discutiendo un poema sobre la lucha interna y la búsqueda de la luz en medio de la oscuridad. Las palabras resonaron en su corazón y lo hicieron pensar en su propia batalla. Se preguntó si sus compañeros también lidiaban con sus propias sombras, si estaban luchando en silencio, como él.

Después de la clase, Ethan decidió no regresar directamente a casa. En su lugar, se dirigió a la biblioteca del campus, buscando refugio entre los libros. La tranquilidad del lugar siempre le había proporcionado consuelo, un espacio donde podía escapar del ruido de su vida cotidiana. Mientras hojeaba algunas novelas, se dio cuenta de que la mayoría de las historias hablaban de personajes que enfrentaban sus miedos y encontraban la esperanza en el proceso. ¿Por qué no podía él ser uno de esos personajes?

De repente, se sintió inspirado. Sacó su cuaderno de bocetos y comenzó a escribir. Esta vez, no se trataba de la ciudad de cristal ni de la figura oscura. En cambio, comenzó a plasmar en el papel sus pensamientos más profundos, sus miedos, y sus anhelos. Las palabras fluyeron con una honestidad que no había experimentado antes. Escribió sobre el dolor de sentirse incomprendido, sobre la presión de las expectativas y la lucha por encontrar su voz.

La hora se desvaneció rápidamente mientras estaba inmerso en sus pensamientos. Pero a medida que el sol comenzaba a ponerse, una sensación de urgencia lo invadió. Era hora de enfrentar su realidad. Con el corazón latiendo con fuerza, Ethan salió de la biblioteca y se dirigió a casa.

El trayecto de regreso se sintió interminable. La ansiedad crecía en su pecho mientras imaginaba el momento en que finalmente abriría la conversación con su madre. ¿Estaría ella lista para escuchar? ¿Podría encontrar las palabras adecuadas para compartir su lucha? Sin embargo, había una parte de él que sabía que necesitaba hacerlo, que debía dar ese paso hacia la sanación.

Al entrar en su casa, un aire familiar lo envolvió. La cocina olía a galletas recién horneadas, un aroma reconfortante que solía hacerle sentir seguro. Su madre estaba en la cocina, con una sonrisa que iluminaba su rostro al verlo llegar.

—Hola, Ethan. ¿Cómo te fue hoy? —preguntó, mientras sacaba las galletas del horno.

Ethan se detuvo, sintiendo un nudo en el estómago. En ese instante, la idea de hablar con ella se hizo más real, pero también más aterradora. Sabía que tenía que ser honesto.

—Mamá, ¿podemos hablar? —dijo, tratando de sonar más seguro de lo que se sentía.

La sonrisa de su madre se desvaneció ligeramente, reemplazada por una expresión de preocupación. Ella se acercó, mirándolo con ternura.

—Claro, cariño. ¿Está todo bien?

Ethan sintió que su corazón se aceleraba. El momento había llegado. Se sentaron en la mesa de la cocina, y mientras su madre le ofrecía una galleta, él sintió que la calidez de su amor lo envolvía.

—He estado pensando en muchas cosas —comenzó, su voz temblando un poco—. No he sido honesto contigo.

Su madre lo observaba atentamente, y Ethan sintió que debía sacar todo lo que llevaba dentro.

—A veces me siento... perdido. Hay momentos en los que siento que no puedo más, como si todo estuviera quebrándose a mi alrededor. No sé cómo manejarlo.

Las lágrimas comenzaron a llenar los ojos de su madre, y Ethan sintió un alivio al haber compartido su carga. La expresión en su rostro era de amor y comprensión.

—Oh, Ethan, no tienes que cargar con esto solo —dijo, tomando su mano—. Siempre estoy aquí para ti. Nunca dudes en hablarme.

Ethan sintió una mezcla de emoción y miedo. Había esperado este momento, pero al mismo tiempo, le aterraba la vulnerabilidad que venía con él. Sin embargo, la conexión con su madre era más fuerte que el miedo.

—A veces me siento atrapado, como si estuviera en una ciudad de cristal. Todo se ve hermoso, pero hay grietas por todas partes. No sé cómo repararlas.

Su madre lo miró, comprendiendo el peso de sus palabras.

—Entiendo, cariño. A veces, es difícil ver la luz cuando estás rodeado de sombras. Pero recuerda que las grietas no definen quién eres. Lo que importa es cómo te enfrentas a ellas.

Las palabras de su madre resonaron profundamente en Ethan. No había estado solo en su lucha; su madre también había enfrentado su propia batalla. Ella siempre había estado allí, incluso en los momentos más oscuros.

—Te prometo que buscaré ayuda —dijo, sintiendo que un peso se levantaba de sus hombros—. Quiero aprender a lidiar con esto, a encontrar formas de sanar.

Ella sonrió, y el amor en su mirada le dio la fuerza que necesitaba.

—Estoy orgullosa de ti, Ethan. Este es solo el comienzo de tu viaje. Estoy aquí para apoyarte en cada paso del camino.

Mientras se abrazaban, Ethan sintió una chispa de esperanza. Tal vez la ciudad de cristal no era solo un lugar de dolor, sino también de sanación. Era un símbolo de lo que podía enfrentar, de las grietas que podía comenzar a reparar.

Al mirar a su madre, supo que el camino por delante no sería fácil, pero ya no tenía que enfrentarlo solo. Había encontrado su voz, y ahora estaba listo para buscar la luz en medio de la oscuridad.

Con esa determinación, Ethan miró por la ventana hacia el atardecer. Los colores vibrantes llenaban el cielo, y en ese momento, sintió que su propia luz comenzaba a brillar, aunque fuera apenas un destello. Sabía que la batalla aún no había terminado, pero estaba dispuesto a luchar, y esa lucha lo llevaría a un lugar mejor.

La Ciudad de Cristal RotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora