20

71 10 3
                                    

21:35
Estuve todo el día dándole vueltas a la idea de terminar con la farsa. Desde que comenzó, había algo en esa situación que me pesaba cada vez más. Ya no sabía si podía seguir pretendiendo por mucho más tiempo, si valía la pena mantener todo este show. No era solo el agotamiento que sentía por estar constantemente vigilado, sino también lo que significaba para mí. ¿Qué sentido tenía seguir si no me hacía bien?

Me senté en el sillón, mirando el teléfono en mi mano. Mi primer pensamiento fue llamar a Nico, decirle que ya no daba más,que era el momento de terminar con el circo. Pero antes de apretar el número, algo me detuvo. Pensé en Rodrigo.

No sé por qué, pero sentí que necesitaba saber cómo se lo tomaría. Nico era la mente fría, el estratega. Pero Rodrigo... él era el que estaba involucrado en esto conmigo, el que vivía el mismo peso de la mentira. Así que, sin pensarlo demasiado, marqué su número.

Cuando atendió, esperé su típico "¡Iván!" lleno de energía, esq explosión de alegría que siempre me daba cuando hablábamos. En su lugar, hubo un silencio. Un vacío. Y cuando habló, su tono me desconcertó.

—Ivo, hola— dijo con una voz apagada, que jamas le había escuchado antes. No era el Rodrigo alegre y despreocupado de siempre, sonaba angustiado, como si algo le pesara demasiado.

—¿Rodri?— pregunté, notando de inmediato que algo no andaba bien. —¿Pasó algo?

Rodrigo tardó en responder, como si no supiera como hacerlo.

—¿Eh, yo?— su tono seguía distante, como si tratara de ocultar lo que realmente le pasaba.

—Si, vos. No sonas bien— insistí, sabiendo que no iba a dejarlo escapar tan facil.

—Oh, no, no pasó nada— mintió, y lo hizo mal. Casi pude ver cómo evitaba mis palabras, pero no era bueno ocultando lo que sentía.

—Bien. Te voy a pasar a buscar, en 10 bajá— decidí sin pensarlo. No me importaba si el no quería. Iba a estar ahí para él, sin importar lo que fuera.

Colgué antes de que pudiera decir nada más. Lo único que me importaba en ese momento era asegurarme de que estuviera bien.

Cuando Rodrigo bajó lo observé, y pude notar sus ojos hinchados y el leve rojecimiento de su rostro. La incomodidad en su expresión no pasó desapercibida.

—¿Estuviste llorando?— pregunté, con suavidad.

Rodrigo desvió la mirada, evitándome. No dijo nada al principio, pero su incomodidad era evidente. Me quedé esperando, en silencio. Al cabo de unos segundos, soltó un suspiro, como si estuviera liberando algo que llevaba acumulado por un rato.

—Tomás...—dijo, casi en un susurro—. Dijo cosas horribles de mi en una entrevista. Y lo peor es que tiene razón.

Esa última frase me golpeó. Sentí una mezcla rara de enojo y frustración, pero me quede callado, escuchándolo.

—Dijo que he estado en muchas relaciones, que ninguna fue seria. Que soy muy intenso, que nadie me aguanta por mucho tiempo.

El enojo empezó a burbujear en mi. Esas palabras me dejaron pensando... Si terminamos nuestra farsa ahora ¿no estaría confirmando lo que dijo Tomás? Rodrigo se vería aún mas vulnerable y no se por que, pero no podía permitirlo. No podía dejar que eso pasara. No así.

Saqué mi teléfono casi sin darme cuenta, y marqué.

—Nicolás.

—¿Iván? ¿Qué pasó?—preguntó al otro lado, con tono de alerta.

—¿Hasta cuando habíamos firmado para mantener la farsa?

—En una semana vence. ¿Por qué?

—Quiero extenderlo.

No sé por qué lo dije, simplemente salió. Apenas hace unos días quería terminar con todo, pero ahora... Ahora no. No podía dejar que Rodrigo quedara tan expuesto, más aún si le afectaba de esta forma. Aunque sea una mentira, no podía sumarme a las palabras de Tomás.

Hubo un silencio del otro lado de la linea, largo.

—Yo... tengo que hablar con el manager de Rodrigo y después...—dudó Nicolás, algo desconcertado—. ¿A qué viene esto?

—Después te explico. Trata de hablar con Germán lo antes posible, por favor.

Le corté enseguida y me quedé ahí, sintiendo ese mal presentimiento crecer dentro de mí. Tomás... algo no estaba bien con él.

Ambos entramos al auto, metí la llave en el encendido y giré. Afuera, la noche lo cubría todo como un manto, y las luces tenues de la calle pasaban rápidamente, iluminando fugazmente su rostro por un instante. No le dije una sola palabra sobre adónde íbamos, y él tampoco preguntó. Solo se acomodó en su asiento, mirándolo hacia la ventana, como si la oscuridad exterior fuera una extension de lo que sentía por dentro. Una angustia se instaló en mi pecho por un momento al verlo así; tan débil.

Arranqué el auto y comenzamos a avanzar por la carretera casi desierta. Él único sonido era de la radio, que sonaba suavemente una canción en inglés antigua, y del viento rozando las ventanas. El cielo estaba completamente negro, sin estrellas, y las luces de los faroles parecían parpadear en la distancia. Rodrigo permanecía en silencio, y durante unos minutos, me limité a conducir sin rumbo claro, pero con la necesidad de alejarlo de todo eso.

Finalmente, no pude callarme más.

—¿Estás mejor?— le pregunté, sin apartar los ojos del camino.

El suspiró, sin mirarme, encogiéndose de hombros.

—No se, posta que no sé —su voz era suave, casi apagada—. No esperaba que Tomás digiera todo eso ¿entendés?

Asentí, aunque sabía que no me estaba mirando. Sentía su incomodidad, la tensión en su voz. Mientras avanzábamos por la carretera oscura, lo deje hablar.

—Siempre pensé que lo nuestro había terminado bien. Que habíamos sido maduros, pero... ahora me doy cuenta de que capaz fue todo un error. —su tono era más bajo aún, casi como si hablara para si mismo.

El cielo nocturno parecía pesar sobre nosotros. A lo lejos, las luces de un pequeño restaurante junto a la playa aparecieron en mi campo de visión, iluminando suavemente la costa en medio de la negrura. Era un lugar tranquilo, lejos de todo lo que nos estaba molestando. Sin pensarlo dos veces, gire el volante y tome la salida.

Rodrigo me miró, confundido.

—¿A dónde vamos? —preguntó, rompiendo finalmente su silencio.

—A cenar —le respondí con una sonrisa que intente que sonara despreocupada.

El restaurante estaba casi vacío, pero su luz cálida y el sonido de las olas golpeando la orilla creaban un ambiente perfecto. Apague el motor y lo mire por primera vez desde que habia arrancado

—Vamos. Te invito yo esta vez.

---

si no fuera por las notis de gente votando y comentando no hubiera actualizado, muchas gracias por seguir la historia 💗

Entre escenas y letrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora