Capítulo IV
Días, y no había vuelto a hablar con esa muchacha, la veía en algunos pasillos, y ella me miraba, ya no llevaba la pulsera pero yo si llevaba su pin, Zyanna se había vuelto una buena amiga, me ayudaba en dibujo, era totalmente horrible en esa materia y con su ayuda a penas si la libraba.
Llevaba un par de semanas adaptándome, ya le tomaba el ritmo a la universidad, camino por el campus, aburrido, me siento en la banca, cierro los ojos un momento sintiendo como la primavera empezaba a surtir efecto, viernes 9 de febrero, cierro los ojos apoyando mi cabeza en el espaldar.
— ¡Eres demasiado bruto!
Un grito llama mi atención, una discusión, trato de no meterme en el medio pero escucho por tras de mi un quejido, lo que me hace prestar mayor atención, me giro y suspiro, ese mastodonte de nuevo, con un bufido me levanto, el la jalonear, al parecer los problemas eran lo único que nos acercaban, ella le miraba, en su mano un celular que parecía estar roto, la mejilla roja y las manos temblorosas, él intentaba llevarla a un auto.
— ¡Entra Cynthia, deja de armar un escándalo! — Su mano se apretaba contra su muñeca, él era diez veces más fuerte que ella, diez veces más grande que ella, y ella estaba diez veces más aterrada que él.
— No iré contigo, ya terminamos por favor, ¡solo déjame!
— Carajo, ¡Ven! — alza su mano para golpearla.
Tomo lo primero que encuentro, una piedra del tamaño de una bellota y se la lanzo, David y Goliat, la misma historia pero ahora con una mujer en el medio, él me mira, es la misma mirada de antes, enojado, como un toro listo para embestirme.
— ¡Idiota! — Grita, soltándola, se acerca a mi y me agacho, cuando intenta atacarme le ataco con un trozo de madera, una rama caída, remanente del invierno, el primer golpe lo aleja, la ira me nubla la vista sin mirar a ningún lado mas que al toro reducido a un muchacho.
El Fuerte es fuerte hasta que el cobarde quiere.
— Dejala en paz. — Me detengo por un momento, alterado, hiperventilando, ya un grupo nos rodeaba pero nadie se atrevía a hacer nada. — Si ya te dejó ¿tienes que comportarte como un animal?
Se levanta lanzando un golpe que con suerte no me da más que una horrible sensación de dolor.
Calmate
Retrocedo y él me empuja provocándome.
— Vamos es hora de que te hagas el fuerte, venga quiero que te vuelvas el héroe de la noche. — Con su dedo pica mi pecho una y otra vez con agresividad.
Ya no sería defensa
Veo a Cynthia, mirándome aterrada. me doy media vuelta, dispuesto a irme para no más problemas.
— Eres un marica cobarde. — Su risa burlona provoca un vitoreo.
A la mierda.
Sostengo el palo como beisbolista, me doy media vuelta y arremeto contra él de forma abrupta y violenta, hasta que el palo está reducido a fragmentos esto no me detuvo cuando me intento a abalanzar a rematar a puñetazos siento a alguien sosteniendo mis hombros, un oficial me sostenía intentando apartarme y otro sometía al chico en el suelo.
— Para ser delgado tienes fuerza. — Bromea el oficial, alejándome un poco de la multitud. — Entra a la patrulla anda.
— Pero yo. — Intento zafarme, pero el oficial me mira con severidad, agradecía que no me pusiera las esposas, entro a la patrulla, escucho la quejas y reclamos del mastodonte que intentaba justificar con que yo lo estaba atacando, un ojo morado y una mejilla magullada, más golpes que aun probablemente no se veían, resoplo cubriendo mi rostro con mis manos las cuales paso por mi cabello, otra vez en problemas.
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La vida de un loco llamado Alexander
RomantikAlexander siempre ha sido un imán de problemas. Rebeldía, malas decisiones, y un profundo sentimiento de no encajar en ningún lugar han definido su vida hasta el punto en que sus padres, ya desesperados, lo envían a una universidad de élite con la e...