III: La revelación

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Con el paso de los meses, de dos meses. Mahidevran esperaba a Alexandra que visitará a Hanna y luego vendría a hacer su trabajo. No podía creer como ella permitía eso, que su amada visitara otra persona. No, no, eso no debía ser posible. Así que esta vez, se enfrentaría y daría la cara.

Esperó y esperó con los dientes presionados de la ira y la bronca que se acumulaban dentro de ella. Le costó aceptar que sentía sentimientos por su propia esclava, no podía negarlos.

En sus pensamientos hundidos los interrumpe Alexandra cuando entra a la habitación con una sonrisa y se acerca. La sultana frunce el ceño —¡Se te olvida!

—¿El que?

—¡¡¡Reverenciarte!!!

Sin pensarlo, la esclava se reverencia. —Lo siento yo...

—No visitaras más a esa chica rubia

—¿Qué? Se llama Hanna pero ¿Por qué? ¿Cual es el mal que yo hice?

—No hiciste nada malo, pero de todas formas te lo prohibido

—¿Y cuando podré visitarla?

—Nunca, el día antes de que mueras.

—¿Nunca? ¿Por qué?

—Porque no, porque lo digo yo.

—Pero es mi amiga

Mahidevran pone los ojos en blanco —La amistad es pasajera

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Hanna iba caminando por la noche con una vela por los pasillos. Sus pies apoyaban suavemente el piso para que no hacer ruido. Su cuerpo temblaban del miedo a ser descubiertas, su cuerpo liberaban mucha adrenalina y su presiones cardiaca aumentaban.

Hanna camina lentamente dirigiéndose a la cocina en busca de un cuchillo. Buscó entre cajones y estantes en busca de uno, finalmente lo encontró y agarró el más grande y el más filoso.

Cuando salió de la cocina para regresar a su habitación. Un calor inmenso en su cuerpo se formó cuando vio a un aĝa allí. El aĝa estaba muy inquieto, no hacía ningún movimiento. Cuando quiso escapar, Hanna se lanza encima de él poniéndole su mano en la boca.

—Uno... dos... tres... — Comienza a clavarle el cuchillo al aĝa una y otra vez para que muriera rápido. Cierra los ojos para no ver a su víctima sufrir. Cuando su terrible acto terminó, deja escapar una largo suspiro —Pronto haré esto con Suleyman... —Susurró. —Me voy a vengar... de que Süleyman, no dejaré que el derrote a mi reino... — se va, dirigiéndose a su habitación escondiendo el cuchillo sangriento debajo de su falda.

Sus pies pálidos apoyaban el piso frío y duro en la noche. Su corazón latía tan rápido porque tenía miedo a ser descubierta, finalmente llega a la cama y coloca el cuchillo en la cama de otra concubina. Se acuesta y trata de dormir.

Su plan no era ese, su plan era guardar el cuchillo entre sus cosas pero como tuvo que matar a un aĝa un nuevo asesinato sería descubierto el día de mañana y alguien tendría que ser la culpable.

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—¡Despierten, muchachas, despierten! —dice firial y las muchachas comenzaron a moverse

—Hubo un crimen esta mañana— alerta daye y las concubinas se alertaron también, se levantaron rápido y se pusieron de pie.

—¡¿Quién fu-

—¡Atención, el sultan Süleyman está aquí! —Dijo un aĝa interrumpiendo. Todos se reverencian y el Süleyman entra enojado con pasos oyentes y el ambiente se sentía pesado con su mala energía.

—¡¿Quién hizo eso?! ¡No permitiré que haya un asesinato en mi palacio! —Dijo avanzandose hacia el camino y notó sangre en una de las camas de las concubinas. Sin pensarlo se acerca hacia ahí y saca el cuchillo mostrandole a todos, los asombros son oyentes. —¿Quién duerme aquí? —con el ceño fruncido.

Daye abre los ojos como platos —¡Tú! —Apunta a la concubina de la cama

—¿Que? No, no, yo no fui yo... —se queda en silencio cuando ve el cuchillo con sangre en la mano del Sultán. Los ojos de la muchacha comienzan a lagrimar, se sentía atrapada, desesperada y fustraba y más el hecho de no poder explicarlo y expresar su inocencia. La evidencia apuntaba a ella.

—No llores —Dice firial —Mereces un castigo

—¡Tú callate! —Suleyman dice mirando a Firial. Se acerca a la concubina y le levanta la cabeza —¡¿Por qué hiciste eso?! ¡Mereces un castigo! —Mientras la concubina llora sintiéndose atrapada. —Guardias, ¡llevensela!

—¡No, no, por favor, no! ¡Yo no hice nada! —Protesta

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—Como sea, voy a visitarla —Dice dándose la vuelta —Dice Alexandra

—¡Ni se te ocurra! ¿!Como te atreves a desobederme!? —Le da una bofetada

Alexandra abre la boca con asombro —Estúpida...

—¡Te lo mereces! Yo soy la sultana aquí, ¡tu no eres nada más que una esclava! ¿Sabes? Me canse TANTO de ti  me frustraste tan rápido, me doy cuenta que eres insoportable. No puedo creer como pude tenerte paciencia... y tratarte bie-

—Estás enojada, no controlas lo que dices.

—No me interrumpas. No me insultes. Eres... eres terrible, egoísta, pesada, te preocupas solo por ti misma y...

—Sí, si soy todo eso, ahora calmate y ¿por qué me insultas? ¿Estas celosa?

—¡Callate! Ahora entiendo porque todos te odian.... y nadie en el mundo te ama ni lo hará, todos te odian y lo van a hacer hasta el final porque eres molesta, egoísta...

—Hay alguien que ama, alguien que realmente sí... —Dice mirándola a los ojos

La sultana ríe —No, no, nadie lo hace, Alexandra, porque eres-

—Sí, alguien me ama

—¿Quién? —Ríe con ira

La pelirroja sonrie

—¿Quién? Habla.

—Tú

La sonrisa de Mahidevran se esfuma cuando escucha las palabras de Alexandra. Su sonrisa se desvanecen poco a poco procesando la información.

Alexandra sonrie —¿Crees que no me doy cuenta? ¿Que estas enamorada de mi? Es obvio, te pones celosa, tus pupilas se dilatan cuando me miras y siempre me abrazas. ¿No? ¿Te gusto? —Pregunta mientras la otra se queda en silencio. Pone una mano en su mejilla y se acerca lentamente hacia ella, la sultana abre los ojos alarmados...

La Favorita De La Sultana • Hürrem Y MahidevranDonde viven las historias. Descúbrelo ahora