Capítulo Uno

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El corazón de Fluke palpitó de emoción cuando vio el nombre de
Pharm en la pantalla de su viejo teléfono móvil. Hacía mucho que no sabía nada de su famoso y sofisticado media hermano. Pharm solía tener una actitud fría y crítica con él, pero sabía que cuando lo llamaba era porque lo necesitaba. Le gustaba sentirse necesitado, y en el fondo estaba convencido de que lo quería, aunque fuese demasiado orgulloso como para reconocerlo.

Si no lo viera como alguien en quien podía confiar, no le hablaría de sus asuntos privados. Además, solo se tenían el uno al otro; no les quedaba ningún pariente vivo. Y con lo revuelta que estaba la vida de Pharm por culpa del tirano posesivo con el que había cometido el error de casarse, tampoco le extrañaba que lo necesitara.

¿Qué clase de hombre intentaría dinamitar la carrera de su esposo?

¿Qué hombre querría divorciarse de un chico tan hermoso y con tanto talento solo por un rumor de que le había engañado con otro? Pharm le había dicho entre sollozos, al contárselo, que él se negaba a escucharlo y que estaba empezando a pensar que le había tendido una trampa porque quería deshacerse de él, que estaba convencido de que había pagado a aquel baboso para llevarlo engañado a una habitación de hotel y luego difundir la mentira de que se había acostado con él.

–Pharm, ¡qué sorpresa! –exclamó–. ¿Cómo es...?

–Escúchame, Fluke, necesito tu ayuda –lo interrumpió Pharm–. Tienes que hacerte pasar por mí. Solo será unos días.

–¿Unos días? –repitió Fluke desconcertado. Se había hecho pasar por él otras veces, pero nunca más de unas horas–. ¿Cómo voy a hacer eso? Aunque nos parezcamos, en cuanto abra la boca la gente se daría cuenta de que no soy...

–Te alojarás en un hotel de lujo en el centro de Londres –replicó Pharm con aspereza–. No tendrás que hablar con nadie más que con el servicio de habitaciones; ni podrás salir de la suite.

Fluke frunció el ceño.

–Pero... cuando dices unos días... ¿de cuántos días estamos hablando? – inquirió Fluke nervioso.

–Cinco o seis nada más.

–¿Cinco o seis? Pero es que no puedo faltar tantos días al trabajo... – contestó Fluke, en un tono de disculpa–. No quiero perder mi empleo.

–¡Por amor de Dios!, ¡eres camarero, no neurocirujano! –le recordó Pharm con brusquedad–. En esta época del año puedes encontrar trabajos eventuales en cualquier sitio, y si necesitas que vuelva a pagarte el alquiler, lo haré.

Fluke se sonrojó.

Era verdad que podría encontrar otro empleo con relativa facilidad, y si Pharm lo compensaba pagándole el alquiler de su estudio, difícilmente podría negarse. Aunque la última vez que no había podido pagar el alquiler había acabado teniendo que dormir en el sofá de un amigo, era algo en lo que intentaba no pensar. Cierto que esa vez Pharm había olvidado darle el dinero que le había prometido prestarle, pero la culpa era suya por no habérselo recordado porque le daba vergüenza.

Fluke prefirió no sacar a relucir la diferencia entre las finanzas de ambos. No le sorprendía que Pharm no quisiera que lo vieran en público con él, y que no lo invitara nunca a ningún evento en su glamuroso mundo, salvo para que se hiciese pasar por él. Claro que.. ¿qué otra cosa podía esperar?, se preguntó con tristeza. La verdad era que tenía suerte de que Pharm hubiera accedido siquiera a relacionarse con él...

Pharm se había puesto en contacto con él poco después de que cumpliera los dieciocho años, cuando acababa de dejar la casa de acogida del ayuntamiento en la que se había criado tras la muerte de su madre. Fluke siempre había sabido que era hijo ilegítimo, pero no que su padre tenía otro hijo. En un primer momento las palabras que Pharm había empleado para referirse a su madre lo habían ofendido y chocado, pero al ponerse en su lugar había comprendido que se sintiera traicionado por su padre, y había disculpado su manera de expresarse.

Sin memoria de ti Donde viven las historias. Descúbrelo ahora