amar

37 4 0
                                    

Los cortos cabellos del alfa se mecen apenas al compás del suave viento que se adueña de la oscura noche mientras él siente como el helado clima empieza a calar en si piel, traspasando con tanta facilidad sus abrigos de gruesa tela. Pero permanece de pie sobre la vereda que es únicamente iluminada por la tenue luz de los faroles de las calles; el silbido del viento que sacude las hojas de los frondosos árboles llega hasta sus oídos.

Su cuerpo se balancea de adelante hacia atrás, observando con cierta inseguridad la residencia que se encuentra a tan sólo unos metros de él. Las manos en sus bolsillos comienzan a desprender sudor debido al creciente nerviosismo que lo ataca.

—No seas boludo, Lionel. Calmate —Se dice a sí mismo, cerrando los ojos por unos instantes e inhalando con lentitud el fresco aire que lo rodea. Su lobo no hace más que moverse de un lado a otro con impaciencia en su interior, no ayudándolo para nada.

Deja escapar el aire en un prolongado suspiro antes de centrar nuevamente su mirada y empezar a mover sus pies en dirección a su objetivo previsto.

Una vez que se encuentra frente al balcón de la habitación de aquella persona a quien busca, hojea por el pequeño jardín frontal en búsqueda de algunas piedritas para arrojarlas hacia el cristal de la puerta y así llamar la atención del chico que seguramente reposa en dicho lugar. Con un total de seis piedritas en una de sus manos comienza a tirarlas con una fuerza moderada, no queriendo llegar a romper un vidrio y echar a perder todo su plan.

Fue necesario de la mitad de esas piedritas para que finalmente estuviera reacción desde el interior del lugar.

Su corazón empieza a latir con fuerza en su pecho cuando escucha atentamente las puertas del balcón siendo destrabadas, click. El casi imperceptible aroma dulce a café con leche y hotcakes llega de a poco con más fuerza hasta sus fosas nasales, ocasionado que su pobre lobo no pueda evitar menear la cola con emoción tal cual un cachorro. Y unos segundos después puede observar como la delgada figura de un somnoliento chico se deja ver apenas sobre el balcón, asomándose mientras frota perezosamente uno de sus ojos para poder enfocar con lucidez su vista luego de haber sido despertado de un placentero sueño.

La sorpresa que invade a Pablo es gratificante una vez que distingue el rostro del alfa en el jardín frontal de su casa.

—¿Lionel? —Da unos cortos pasos hasta llegar a las barandas del balcón, donde apoya ambas manos para inclinarse hacia el frente—. ¡Lio! —Grita con emoción su nombre mientras una tonta sonrisa se extiende por sus labios, logrando contagiar al contrario.

Lionel sonríe con ternura mientras admira el bonito rostro del omega, con sus castaños rulos completamente despeinados y esas levemente abultadas mejillas cinceladas de rubor juntos a sus avellanados ojos que a pesar de estar recién despierto lo miran con atención. Y su sonrisa solamente se hace más notable al percatarse de que Pablo está usando el inusual conjunto de pijama celeste pastel con pequeños garabatos infantiles dibujados en él que una vez uno de sus amigos le había regalado a modo de joda pero que según el menor, era demasiado cómodo y cálido como para desaprovechar en no usarlo.

Sus manos pican con el deseo de poder acariciarlo.

—Buen día, Pablito —Saluda el mayor con las mejillas sutilmente coloreadas de carmesí, cayendo en cuenta del largo tiempo que pasó en silencio. Pablo está acostumbrado a sus momentos de disociación.

—¿Vos qué hacés acá? —Pregunta el omega de inmediato, frunciendo con confusión sus cejas antes de girar ligeramente su cabeza hacia el interior de la habitación en busca del reloj de su alarma. Sus ojos se abren en grande cuando los rojizos números señalan vivamente las dos y cincuenta y tres de madrugada, rápidamente vuelve hacia el pelinegro—. ¡Son casi las tres de la mañana! Mis viejos te matan si te ven —Exclama por lo bajo.

ADORARTE ━━ scaloni & aimar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora