Llegó la mañana, y antes de que el sol siquiera comenzara a iluminar las calles de New Orleans, Alastor ya estaba despierto. Eran las 5 a.m., y la ciudad aún dormía bajo el manto de la penumbra. Alastor, con su porte elegante y siempre calculado, se levantó en silencio, dejando a Charlie en la cama sin decirle una palabra. Sabía que este sería uno de los días más difíciles que tendría que enfrentar.
Caminó por las calles silenciosas, los faroles proyectaban largas sombras, y los ecos de sus pasos resonaban en las paredes de los edificios a medida que avanzaba. Tenía un propósito claro en mente, aunque sabía que no sería fácil cumplirlo.
Su destino era un barrio lejano, uno que no frecuentaba desde hacía mucho tiempo. La frontera de New Orleans, cerca de donde la ciudad comenzaba a desvanecerse en la inmensidad de los pantanos, lo recibió con su aire pesado y decadente.
Finalmente, llegó a una vieja casa que conocía bien. Su fachada, antaño majestuosa, ahora estaba desgastada y manchada por el paso del tiempo, reflejo de la relación rota que existía entre Alastor y el hombre que vivía allí. Se detuvo frente a la puerta y, sin dudar, golpeó tres veces, con fuerza pero sin impaciencia.
El eco de los golpes resonó dentro de la casa. Pasaron unos segundos de silencio hasta que escuchó el sonido de pasos cansados acercándose. La puerta se abrió lentamente, y ahí estaba él: un hombre alto, de cabello entrecano y rostro endurecido, que parecía cargar el peso de los años y de las decisiones mal tomadas. Era el padre de Alastor.
—Alastor —dijo con una voz seca y áspera—. No esperaba verte tan temprano... ni a estas alturas.
—Padre —respondió Alastor, con una inclinación leve de la cabeza, tan fría como siempre—. Necesito hablar contigo.
El hombre lo observó con un brillo de desconfianza en los ojos, cruzándose de brazos como si ya supiera lo que venía. Habían pasado muchos meses, quizás años, desde la última vez que Alastor se había molestado en venir. La relación entre ambos se había deteriorado tanto que ya ni siquiera se molestaban en fingir cercanía.
—Hablar —repitió su padre, con una risa amarga—. ¿Desde cuándo quieres hablar? Vienes aquí a estas horas... ¿qué, acaso necesitas algo?
Alastor apretó los dientes un momento. No podía evitarlo, a pesar de lo frío que intentaba ser, siempre había algo en su padre que lograba hacerlo sentir vulnerable, como si aún fuera un niño.
—Voy a casarme —soltó finalmente—. Y quiero que pagues la boda, como lo prometiste a mi madre.
El silencio que siguió fue brutal. Su padre lo miró, incrédulo al principio, pero luego se echó a reír de nuevo, esta vez más fuerte, pero también con un deje de amargura.
—¿Quieres que pague tu boda? —preguntó, levantando una ceja—. ¡Eso es lo que vienes a pedirme después de todo este tiempo! ¡Eres increíble, Alastor! Primero te vas, luego rechazas mi oferta de ayuda y ahora... ahora vuelves porque te das cuenta de que no puedes hacerlo solo.
Alastor frunció el ceño, recordando aquel momento. Hace años, su padre se había ofrecido a financiar los estudios universitarios de los hijos de la familia, los niños de la generación más joven, pero Alastor, herido por la ausencia emocional y física de su padre a lo largo de los años, había rechazado la oferta sin dudar. No quería nada de un hombre que había estado ausente cuando más lo necesitaba.
—Ya me ofreciste ayuda una vez —replicó Alastor, manteniendo su voz en un tono controlado—. Y la rechacé porque no quería depender de alguien que nunca estuvo ahí cuando lo necesitábamos.
Su padre frunció el ceño, ofendido, y avanzó un paso hacia él, llenando el espacio entre ambos con una tensión palpable.
—¡No te atrevas a darme lecciones sobre estar ahí! —espetó, su voz llena de resentimiento—. Yo siempre he hecho lo que tenía que hacer para mantener esta familia, aunque eso significara trabajar hasta el cansancio. No fui el padre perfecto, pero no puedes decir que no hice sacrificios. ¿Y tú? ¿Qué has hecho más que desaparecer cuando las cosas se pusieron difíciles?
—¿Desaparecer? —Alastor se rió sin humor—. Fui yo quien tuvo que cargar con las consecuencias de tus decisiones. Fui yo quien decidió no aceptar tu dinero porque sabía que lo pagaríamos con algo mucho peor que intereses: tu control, tus condiciones. Los sobrinos de mi prometida... no irán a la universidad por eso, por no aceptar tu oferta.
El padre de Alastor lo miró fijamente, sus ojos llenos de desprecio. El tema de la educación de los niños era una espina que ambos llevaban clavada. Su padre lo había visto como un sacrificio que él estaba dispuesto a hacer por el futuro de la familia, mientras que Alastor lo había tomado como una trampa, un intento de controlarlo.
Alastor sabía que las palabras no serían suficientes para convencerlo. Su padre no cedía fácilmente, y menos cuando sentía que tenía el control. Respiró hondo y miró directamente a los ojos del hombre que le había dado la vida pero tan poco más.
Aunque tuvo una idea...
—Esta boda no solo será pagada por ti —dijo, suavizando su tono—. La otra mitad la pagarán los padres de mi prometida, los Morningstar... Lucifer y... Lilith.
El nombre hizo que el rostro de su padre cambiara drásticamente. La dureza en su expresión se transformó en algo que Alastor rara vez veía en él: miedo. Sus manos, siempre firmes, comenzaron a temblar ligeramente, y su mirada se volvió hacia el suelo, evitando la de su hijo.
—Lilith... —murmuró, como si el nombre tuviera un peso enorme sobre su conciencia—. No quiero tener nada que ver con ella... ni con lo que representa. ¡Arruinó mi vida!
Alastor, viendo la oportunidad, inclinó la cabeza con una sonrisa apenas perceptible. Sabía que Lilith tenía un poder más allá de lo que muchos imaginaban, lo presentía desde que la vio, y también sabía que su padre le temía.
—Ya estás involucrado, padre —dijo en voz baja, pero lo suficientemente clara como para que su padre escuchara cada palabra—. Y sabes que si decides no ayudarnos, las cosas podrían complicarse más de lo que te gustaría.
El hombre levantó la vista, tratando de recuperar algo de su compostura. Respiró hondo y miró a su hijo a los ojos, tratando de medir sus palabras.
—Pagaré la mitad —dijo finalmente, con un tono cansado—. Pero no creas que esto cambia algo entre nosotros, Alastor. Sigues siendo un mal hijo, un maldito ingrato. Sé lo que haces por las noches con tanta gente... no me subestimes.
Alastor asintió, sin mostrar signos de miedo o emoción.
—Ni pienso en aquello —respondió con frialdad—. Pero por ahora, eso es suficiente.
Sin más palabras, se dio la vuelta y se alejó, dejando a su padre solo, envuelto en sus propios miedos y arrepentimientos, mientras la oscuridad de la mañana comenzaba a desvanecerse ante la primera luz del día.
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Mi falso prometido -Charlastor-
Fanfiction☯ En New Orleans de los años 20, donde el jazz inunda las calles y la magia oscura acecha en las sombras, Charlie y Alastor emprenden una aventura de lealtad, amor y traición. Lo que comienza como un acuerdo para un matrimonio falso y conveniente se...