3 - Sorpresas.

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— Te lo dije desde un inicio, Sergio

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— Te lo dije desde un inicio, Sergio. Debías tener un heredero digno, un alfa. — La voz de su padre era una mezcla de reproche y decepción que resonaba en su oído a través del teléfono. Checo gruñó, frustrado, intentando contener su rabia. No era la primera vez que su padre sacaba a relucir el mismo tema —. Pero claro, te casaste con esa beta, ignorando mis deseos. Me prometiste un nieto que fuera digno, pero tu hijo es un beta, igual que su madre.

Checo apretó los dientes, las palabras de su padre golpeando una herida que ya no podía sanar. Tomó una bocanada de aire antes de hablar.

— Voy a divorciarme — soltó, dejando que las palabras cayeran como una sentencia definitiva. Hubo un largo silencio al otro lado de la línea.

— ¿Divorciarte? — El tono de su padre cambió ligeramente, una mezcla de sorpresa y curiosidad. Pero, antes de que pudiera formular una respuesta, agregó: — Stroll.

Checo frunció el ceño, sin entender.

— ¿Qué? — preguntó, confundido por la mención del apellido de su amigo Lance.

— Sabes que somos amigos de la familia Stroll — continuó su padre, con un tono calculador que a Checo le resultaba frío y distante —. Habla con el padre de tu amigo. Él tampoco tiene un heredero alfa. Podemos arreglar un matrimonio entre tú y su hijo unos meses después de tu divorcio. Sería lo mejor para ambas familias.

Checo se quedó paralizado, incapaz de creer lo que acababa de escuchar.

— ¿Estás loco? — espetó, su voz teñida de incredulidad —. ¡Lance es mi amigo!

Pero su padre no parecía inmutarse. Al contrario, siguió insistiendo, desglosando las supuestas ventajas de aquel plan insensato, como si Checo fuera una pieza más en un tablero que solo él controlaba. Mientras tanto, Sergio se sentía cada vez más asfixiado, incapaz de soportar el peso de las expectativas y las imposiciones que le llovían desde el otro lado de la línea.

A medida que su padre seguía hablando, Checo simplemente apretó el teléfono con más fuerza, sintiendo cómo el cansancio y el hartazgo se acumulaban en su pecho. Todo lo que quería era colgar y alejarse de esa conversación tan absurda como dolorosa, pero las palabras de su padre se le clavaban como espinas, recordándole que nunca, para él, sería suficiente.

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Dulce AmbrosiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora