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Marzo
tick tock tick tock
Draco no tenía ni idea de lo que ocurría a su alrededor. Intelectualmente, sabía que estaba sentado en el comedor principal de la mansión de su familia, desayunando con sus padres mientras entablaban conversaciones ocasionales sobre todo tipo de temas intrascendentes, siempre y cuando esos temas se mantuvieran alejados de Hermione.
Draco, sin embargo, no podía quitársela de la cabeza. Entre cada sorbo de té y cada intento de untar mermelada en la tostada, seguía oyendo su respiración, pesada y tartamuda, mientras él hacía todo lo posible por retrasar la inevitabilidad de desayunar con sus padres.
En un esfuerzo por sobrevivir a lo que debía ser una comida mundana, Draco desvió sus pensamientos de las imágenes de su mañana con ella. Intentó comer y cogió el tenedor.
El puño desabrochado lo desvió de nuevo, esperando que su madre no se diera cuenta de su descuido al vestirse.
Aquella mañana se había despertado con la cara llena del pelo de Hermione, rizos salvajes escapados de su trenza nocturna que le hacían cosquillas en las mejillas, le caían por el cuello y le invadían los pulmones con su aroma. Rodó de su espalda a su costado, atrayéndola contra él mientras enterraba la cara en la nube de vainilla, ámbar y especias que se aferraba a cada espiral. Buscó con la boca el punto de unión entre su cuello y su hombro y le besó el pelo mientras ella emitía un sonido somnoliento, estirándose contra él.
El ruido de la mañana siempre resultaba molesto en aquella tranquilidad. El aire se sentía diferente, más pesado, asentado, como una manta destinada a amortiguar el sonido mientras dormían. Draco susurraba cuando hablaba, sin querer perturbar la encantadora tranquilidad que les ofrecía la mañana.
—No hay nada que desee menos que salir de esta cama e ir a ver a mis padres.
Hermione intentó una respuesta adormilada, arqueando la espalda. Al amparo del amanecer y de las caras sábanas burdeos, Draco dejó que su brazo la rodeara por el medio, apretándola contra él mientras probaba la piel de su hombro con la lengua. Lenta y perezosamente, consiguió hablar de forma coherente.
—¿Podrías quedarte y desayunar conmigo?
Ella también susurraba. Sonidos suaves para el mullido colchón y la sedosa piel.
Draco gimió en voz baja contra el omóplato de ella, amando la sugerencia y odiando no poder aceptarla. Levantó la cabeza y le puso la barbilla detrás de la oreja, transmitiéndole su arrepentimiento con su cálido aliento y sus dedos recorriéndole el abdomen.
—Tendría que avisarles con más antelación, —la maldita bruja descarada movió el culo contra él—, no llevan bien las sorpresas. Y estamos casi avanzando.
Su risita rompió parte de la paz que reinaba en la habitación.
—¿Como la sorpresa de que ya no me supervisas? —Soltó un gruñido grave, arrastrando los dientes por su cuello. A ella se le cortó la respiración—. ¿O que aún tengas una elfina siguiéndome todos los días?
Su engatusamiento no funcionaría. Ella sabía que él estaba trabajando en ello, que se lo diría, que requería tiempo y delicadeza. Una bruma de lujuria mañanera, con el cálido cuerpo de ella tan pegado a él que hasta el más leve movimiento de sus caderas le producía un delicioso placer, no era el momento ni el lugar para discutir un desacuerdo tan arraigado.
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Beginning and End - Dramione (Traducción)
Roman d'amourAños. Divididos en meses, semanas, días, horas, minutos, segundos y momentos. Simples en un extremo, complejos en el otro. En la experiencia de Draco, los momentos, incluso cuando eran simples, tenían la costumbre de volverse irrecuperables. Los mom...