3: Presión familiar

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Después de un día agotador en la pista, Lara llegó a su casa en el barrio cerrado donde vivía con su familia. A pesar de lo lujosa y amplia que era la casa, siempre le había parecido un lugar frío. Sus padres, Laura y Guillermo García, manejaban una exitosa empresa de textiles, lo que les permitía un nivel de vida acomodado, pero también significaba que raramente estaban presentes. El eco de sus propios pasos la recibió en el pasillo, y como siempre, la casa estaba vacía.

Dejó la mochila en la entrada y suspiró. Lo único que quería era una ducha caliente y dormir, pero sabía que eso no sería posible. Tenía que estudiar para un examen de obstetricia que se acercaba, y con las prácticas del hospital y los entrenamientos de patinaje, apenas le quedaba tiempo para respirar.

Encendió su computadora mientras se quitaba los zapatos, cuando su celular vibró en la mesa. Era un mensaje de su mamá:

"Reunión con el comité de la empresa, no llegamos hasta tarde. Cena en la heladera. ¿Cómo te fue en el entrenamiento?"

Lara leyó el mensaje con una mezcla de frustración y resignación. Su mamá siempre preguntaba por sus entrenamientos, pero en el fondo sabía que lo hacía más por mantener la apariencia de una familia comprometida y perfecta que por verdadero interés.

—Todo bien, fue intenso. Nos vemos mañana —respondió rápidamente.

Se levantó y fue hacia la heladera, sacando una ensalada que seguramente había sido preparada por la empleada de la casa. Mientras comía en silencio, su mente volvió al entrenamiento, a la mirada de Max que no la dejaba en paz. Él no parecía impresionado por nada de lo que hacía, pero al mismo tiempo la retaba a ser mejor. Nunca había sentido algo así con un entrenador antes. Con los anteriores, sabía que podía ganarse su aprobación con esfuerzo y dedicación. Pero con Max, parecía que la barra estaba tan alta que nunca podría alcanzarla.

"Quizás eso es lo que necesito", pensó mientras masticaba, "alguien que no me mime, que me diga las cosas como son".

Sin embargo, algo en su interior le decía que no se trataba solo de patinaje. Max despertaba una especie de curiosidad en ella, como si quisiera saber más sobre lo que había detrás de esa fachada dura. ¿Qué lo había llevado a ser tan frío?

Lara dejó la ensalada a medias y se dirigió a su habitación. Esa noche no logró concentrarse en estudiar. Max seguía rondando su mente.

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