11: La reacción

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El vestuario se había vaciado un poco después de los resultados, y Lara se quedó a solas por un momento, tratando de procesar todo lo que acababa de suceder. Había ganado, pero el alivio era solo una parte de lo que sentía. También estaba la sensación de haber dejado atrás un peso inmenso, algo que la había estado aplastando durante meses.

Sin embargo, no pasaron ni cinco minutos antes de que la puerta del vestuario se abriera bruscamente y Camila apareciera en la entrada. Su expresión era una mezcla de furia y frustración, y por un segundo, Lara sintió que venía una tormenta.

—Felicitaciones —dijo Camila, pero su tono era todo menos sincero.

Lara levantó la mirada y suspiró, sabiendo que una confrontación era inevitable.

—Gracias —respondió, manteniendo su tono calmado.

Camila cruzó los brazos y la miró fijamente.

—Disfrutalo mientras dure —dijo, con un tono cortante—. Porque todos sabemos que esta competencia fue un golpe de suerte. La próxima vez no vas a tener la misma fortuna.

Lara respiró hondo, sintiendo cómo la rabia empezaba a bullir bajo su piel. Camila siempre había sido así, incapaz de aceptar una derrota sin lanzar un último golpe.

—No fue suerte —respondió Lara, levantándose de la banca—. Fue trabajo duro. Y si eso te molesta, el problema es tuyo.

Camila rió, una risa fría y amarga.

—Claro, "trabajo duro". Como si el talento natural no contara en este deporte. Pero no te preocupes, te voy a demostrar que lo tuyo fue una excepción. La próxima vez, no te voy a dar ni una chance.

Lara mantuvo su mirada fija en Camila, negándose a retroceder. Por primera vez, no sentía miedo de ella. Había ganado, y no necesitaba justificarlo.

—Nos veremos en la próxima competencia, entonces —respondió, su voz tranquila, pero firme.

Camila la miró un segundo más antes de girarse y salir del vestuario, cerrando la puerta de un golpe. Lara suspiró, sintiendo cómo la tensión se disolvía lentamente.

Sabía que la guerra con Camila no había terminado, pero en ese momento, había ganado una batalla importante. Y estaba lista para lo que viniera.

Lara salió del vestuario sintiendo una mezcla de alivio y agotamiento. La competencia había sido intensa, y aunque había ganado, la confrontación con Camila le había dejado un sabor amargo. Sabía que no sería la última vez que tendría que lidiar con ella.

El estadio ya estaba casi vacío, solo quedaban algunos trabajadores recogiendo el equipo, pero Max seguía allí, apoyado en una de las barandas, esperándola.

—Te tardaste —comentó él, sin levantar la vista de su celular.

Lara se detuvo a su lado, suspirando.

—Camila me dio uno de sus discursos motivacionales —dijo con ironía, haciendo comillas con los dedos.

Max levantó una ceja, pero no dijo nada. Sabía cómo era Camila, y probablemente lo había esperado.

—Bueno, lo importante es que ganaste —añadió finalmente—. Pero no te confíes. Todavía queda mucho por mejorar.

Lara sonrió, sabiendo que esa era su forma de darle un empujón. Aunque había ganado, Max siempre encontraba la manera de recordarle que la victoria no era el final, sino solo una parte del proceso.

—Ya sé, ya sé —respondió ella, levantando las manos en un gesto de rendición—. Volvemos a entrenar mañana, ¿no?

Max asintió.

—Temprano. No quiero que pierdas el ritmo.

Lara hizo una mueca. No era la respuesta que esperaba después de todo el esfuerzo del día, pero no se quejaría. Sabía que la disciplina de Max era lo que la hacía mejorar.

—Está bien —murmuró—. Nos vemos mañana, entonces.

Max asintió una vez más y comenzó a caminar hacia la salida. Lara lo siguió, observando la manera en que su espalda parecía siempre rígida, como si llevara el peso del mundo sobre sus hombros. Había algo en él que siempre la intrigaba. Era duro, sí, pero también había una calidez oculta bajo toda esa fachada. A veces se preguntaba qué lo había llevado a ser tan exigente, consigo mismo y con los demás.

—Ey, Max... —lo llamó, antes de que llegaran a la puerta.

Él se detuvo, girando la cabeza hacia ella.

—¿Qué?

Lara dudó un segundo, pero decidió que lo mejor era preguntar.

—¿Por qué sos tan... distante? —preguntó, con cuidado—. A veces siento que te importa, pero... no sé, nunca lo demostrás.

Max la miró, sorprendido. Esa pregunta lo había tomado desprevenido, pero no dejó que su expresión cambiara mucho.

—No es que no me importe —respondió, después de un momento de silencio—. Solo que... no soy bueno para demostrarlo. No crecí en un lugar donde esas cosas se valoraran mucho.

Lara frunció el ceño, intrigada por su respuesta. Sabía poco sobre la vida de Max fuera del patinaje, y cada vez que intentaba acercarse, él levantaba una barrera. Pero esa pequeña revelación le decía mucho más de lo que él probablemente quería admitir.

—Entiendo —dijo finalmente, sin presionar más—. Pero que sepas que, aunque no lo demuestres, yo sé que te importa. Lo veo en cómo me entrenás.

Max no respondió de inmediato, pero sus ojos suavizaron un poco, como si esas palabras hubieran logrado romper, aunque fuera, una pequeña parte de su coraza.

—Nos vemos mañana —fue todo lo que dijo antes de salir del estadio.

Lara lo observó alejarse, sintiendo una extraña mezcla de emociones. Había algo en Max que la atraía, algo que la hacía querer conocer más sobre él, aunque él no se lo facilitara. Pero no tenía apuro. 

Sabía que, poco a poco, lo iría descifrando.

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