Caminaba decidida hacia la puerta principal de la base, mis pasos resonando con el eco elegante de mis tacones. El sonido cortaba el aire con un ritmo sereno, pero apresurado. Había demasiada gente para un viernes, pero no le presté demasiada atención. Un guardia de seguridad estaba apostado en la entrada.
Aquí, la seguridad es implacable. Hace algunos años, unos terroristas casi lograron infiltrarse con una bomba. Si no hubiera sido por la intervención de la IA del señor Stark, todos habríamos perecido.
Desde entonces, los protocolos se volvieron mucho más estrictos, y todos los que trabajamos aquí lo sabemos bien.
—Identificación, señorita —dijo el guardia con una voz monótona, su rostro imperturbable.
Con calma, le mostré mi gafete y deposité mi bolso en un recipiente. Lo llevaron a través de una máquina de detección mientras yo pasaba por un umbral detector de metales. Sin embargo, al cruzarlo, el aparato emitió una alarma, llamando la atención del guardia. Se acercó a mí, sus ojos examinándome con una mezcla de curiosidad y precaución, queriendo saber qué ocultaba.
Lo miré, algo desconcertada y con las mejillas teñidas de vergüenza. Era la primera vez que algo así me pasaba, y sentía las miradas de los demás, los que aguardaban detrás de mí y los que pasaban cerca, clavándose y sintiendo un poco de intriga de lo que estaba pasando.
De repente, lo recordé; el reloj de bolsillo.
—Ah, ups —murmuré, nerviosa—. Lo siento, lo había olvidado.
Metí una mano temblorosa en mi abrigo, buscando el reloj, mientras veía de reojo cómo el oficial, con gesto tenso, llevaba disimuladamente la mano a su arma. Un pequeño error y todo podía volverse más serio.
Finalmente, saqué el reloj de bolsillo y se lo mostré con una sonrisa nerviosa.
—No es nada malo, solo es un reloj... de bolsillo —dije, tratando de sonar despreocupada. La expresión del guardia seguía llena de dudas, escrutándome como si tratara de leer más allá de mis palabras.
—Lo acabo de comprar en una tienda de antigüedades —añadí, improvisando mal una mentira—,es para mi abuela.
Sabía que mentía con torpeza; nunca había tenido una abuela a quien darle un reloj.
El oficial, con un gesto sabio y calculado, retiró su mano del arma. Me miró por un instante más antes de devolverme mi bolso, su rostro impenetrable como una pared de acero.
Acepté el bolso, pero en mi pecho latía una extraña mezcla de confusión y desagrado. Nunca me habían tratado con tanta frialdad, con esa distante dureza que el guardia irradiaba. Jamás me había agradado.
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ANHELO || ACOTAR FANFIC ||
FantasyLa vida de una mujer, Anna, perdida entre sombras de incertidumbre y miedo, revela un mundo donde nada es lo que parece. A cada paso, el velo de lo desconocido se vuelve más delgado, y aunque el presente la ahogue, el tiempo susurra secretos a su al...