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89 d.C.

Era el cumple número 8 de los primos Targaryen; se los celebraban juntos como era costumbre.

Rhaemara era una princesa muy madura, alegre y carismática; pero era un tanto cruda con sus palabras. Le dieron el vestido con los colores de su casa, trenzaron su cabello en una corona y ella se puso sus joyas.

—¿Cree que el príncipe ya esté aquí? —le preguntó su dama de compañía, que era unos pocos años mayor

—No me importa.

—No lo ve desde su último cumpleaños. —le dijo la dama de compañía

—Ojalá no lo viera nunca más.

Se levantó yendo hacia abajo, la familia estaba reunida rodeando a alguien mientras este hablaba de sus aventuras.

—Buenas noches. —saludó

—¡Hija mía! Te ves perfecta. —Aemon la abrazó

—Gracias, papá.

Le abrieron paso y cuando ella vió a Daemon rodó los ojos; él en cambio se quedó un tanto sorprendido.

Su prima había crecido; se veía extrañamente… distinta, para bien.

—¿Meleys ya te aceptó? —le preguntó Mara a su primo

Siempre tan simpática.

Se me olvidaba que prefiere a mi hermana. —mencionó ella riendo

—¿Ya te empezaron a llegar pretendientes? Porque dudo que te llegue siquiera una propuesta siendo tan amargada. —le dijo y ella se llevó la mano al pecho ofendida

Para tu información tengo muchas propuestas rechazadas, inepto. —lo miró de mala manera

Gracias a Dios. Pobre el que se case contigo.

—No podrían con una princesa tan magnífica. —respondió con el típico tono engreído

Jahaerys se aclaró la garganta y ellos callaron, la cena comenzó y Rhaemara charlaba con Viserys.

—¿Haz considerado la propuesta de la casa Stark? —le preguntó su abuelo

—Padre, ya hablamos de que Rhaemara se casará a los dieciséis. —le dijo Aemon

—No estaría mal empezar su cortejo.

—No es necesario. —dijo Mara— De igual manera me casaré por un matrimonio arreglado.

Todos callaron; ella sabía que era una mujer y lo que le esperaba.

Empezaron a tocar música y se dirigieron al Gran salón; varias casas se encontraban ahí y se acercaron a felicitar a los primos Targaryen.

Entre aquellas felicitaciones les ofrecieron varias propuestas de matrimonio a ambos niños; ellos solo decían que lo tendrían en cuenta.

—¿Por qué no danzan juntos? Cómo cuando eran niños. —sugirió Viserys

—No, gracias. —dijo pero Daemon la tomó de la mano llevándola al centro del salón

—Nunca entendí porqué me odias. —le dijo

—Yo no te odio. —ella se movió al compás de él

—Mientes.

—Eres mi primo. No tengo razón para odiarte. —sonrió— Solo que no me caes bien.

—Eso me reconforta mucho, princesa. —murmuró él irónicamente

Danzaron sin dejar de mirarse, y esa noche sin ambos saberlo crearon algo inimaginable; su hilo rojo.

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Red Thread. (Daemon Targaryen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora