16: Expectativas

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Lara volvió a casa después de la gala con el corazón acelerado, pero no solo por la emoción de la noche. Mientras se quitaba el maquillaje frente al espejo, las voces de sus padres resonaban en su mente.

"Tenés que pensar en tu futuro, Lara. Este es un momento clave para la empresa."

Las palabras de su padre resonaban con fuerza. No era la primera vez que se lo decía. Desde que ella tenía memoria, sus padres habían enfatizado la importancia de continuar con el legado familiar, la empresa de textiles que habían construido con tanto esfuerzo. Lara había pasado la mayor parte de su vida en reuniones, revisando catálogos y aprendiendo sobre el negocio.

Pero su verdadero amor siempre había sido el patinaje. Pasaba horas practicando, soñando con competir a nivel nacional e internacional. Y aunque sabía que debía hacer felices a sus padres, no podía evitar sentir que estaba a punto de traicionar sus propios sueños.

Al día siguiente, sus padres la invitaron a desayunar. Lara se sentó a la mesa, todavía con la mente en la gala. Su madre, Laura, una mujer elegante y decidida, la miró con un brillo en los ojos.

—Lara, querida, ¡qué bien te vi en la gala anoche! Ese vestido te quedaba espectacular.

—Gracias, mamá. Fue una noche increíble —respondió, tratando de mantener una sonrisa.

—Me alegra que estés disfrutando del patinaje. Pero recordá que pronto tendrás que hacer una elección —dijo su padre, Guillermo, mientras le pasaba el café.

Lara sintió que se le encogía el estómago. No era el momento ni el lugar para hablar de eso, pero sabía que la conversación inevitablemente iba a surgir.

—Sí, papá, lo sé. Pero...

—Queremos lo mejor para vos, Lara. La empresa necesita una líder.

—Y yo... yo estoy a un paso de terminar mis estudios —dijo, sintiendo que sus palabras no eran suficientes—. Estuve trabajando muy duro para recibirme de obstetra. Eso es lo que realmente quiero hacer.

—Pero el negocio familiar es una tradición —interrumpió su madre, sin querer escuchar más—. Tendrías un futuro asegurado.

Lara sintió que la frustración se acumulaba dentro de ella. No era solo la presión de continuar con el negocio, sino la falta de entendimiento de sus verdaderos deseos.

—No se trata de asegurarme un futuro, mamá. Se trata de ser feliz —dijo Lara, intentando mantener la calma.

—Lo que te proponemos es por tu propio bien. Te ofrecemos una oportunidad que no puedes dejar pasar.

—Pero, ¿y mis sueños? —preguntó, sintiendo que su voz temblaba—. Siempre he querido patinar.

El silencio se instaló en la mesa. Lara podía ver cómo sus padres intercambiaban miradas, sus expresiones eran una mezcla de preocupación y desilusión.

—Es solo una fase, Lara. Te vas a dar cuenta de que lo importante es el legado —dijo Guillermo, pero sus palabras sonaban vacías para Lara.

—No, no es solo una fase. He trabajado muy duro para llegar a donde estoy. No puedo dejar todo eso por un camino que no quiero seguir.

Laura respiró hondo, y sus ojos se suavizaron.

—Querida, entendemos que el patinaje es importante para vos. Pero también tenés que pensar en lo que es mejor para tu futuro.

Lara sintió que la desesperación la invadía. Era como si cada vez que intentaba hablar sobre sus sueños, sus padres la devolvían a la realidad de las expectativas.

—No quiero ser solo una empresaria, mamá. Quiero ser patinadora y médica. Quiero ser las dos cosas.

—Es posible que no puedas tenerlo todo. A veces hay que elegir —dijo su padre con tono firme.

—¡Pero no quiero elegir! Quiero ser libre de decidir!

Lara se levantó de la mesa, sintiéndose abrumada. Tenía que salir de allí, necesitaba un respiro. Con el corazón pesado, salió a dar un paseo.

Lara se encontró en un parque cercano, donde solía ir a patinar cuando era más joven. El aire fresco la llenó de tranquilidad, y el sonido del viento entre los árboles la ayudó a despejar la mente.

Mientras se sentaba en un banco, recordó los días en que patinar era solo diversión, sin presión ni expectativas. Pero eso había cambiado. El patinaje se había convertido en una parte vital de su identidad, y a pesar de las dificultades con sus padres, no estaba dispuesta a renunciar a ello.

En ese momento, sintió que alguien se sentaba a su lado. Era Clara, con su energía inconfundible y una sonrisa que podía iluminar cualquier día nublado.

—¡Larita! Te estaba buscando —dijo ella, mirando a su amiga con preocupación—. ¿Todo bien?

—No... es complicado —respondió Lara, suspirando.

Clari la observó atentamente, como si intentara leer sus pensamientos.

—¿Los viejos? ¿Siguen con la presión?

—Sí. Quieren que me haga cargo de la empresa. No entienden que quiero seguir mis sueños.

—¿Y qué les dijiste? —preguntó ella, apoyando la mano en su hombro.

—Lo intenté, pero parece que están tan concentrados en el legado que no pueden ver lo que realmente quiero. Siempre han querido que continúe con el negocio.

Clara frunció el ceño, como si estuviera considerando sus palabras.

—¿Y si hicieras un trato? Podés terminar tus estudios y patinaje. Pero también tenés que mostrarles que estás comprometida con el legado.

—¿Cómo? —preguntó Lara, sintiéndose un poco escéptica.

—Tal vez podrías involucrarte un poco más en la empresa. Así pueden ver que lo tomás en serio. Pero no dejes que eso te detenga de lo que realmente amás.

Lara se quedó en silencio, considerando la propuesta. Quizás había un camino intermedio, un lugar donde pudiera satisfacer a sus padres sin sacrificar lo que realmente quería.

—Podría intentarlo. Pero no quiero que se interponga en mi tiempo de patinaje.

—Eso lo sabés vos. Hacelo por vos, no por ellos —dijo Clari, con un tono de apoyo que siempre la alentaba.

Lara sonrió, sintiéndose un poco más esperanzada. Quizás había una forma de equilibrar las cosas. Con el apoyo de Clari y su determinación, podría encontrar su propio camino.

—Gracias amiga. Sos la mejor.

Ambas se quedaron un rato en silencio, disfrutando de la compañía y del sonido de las hojas que caían. Lara sabía que aún tenía mucho que enfrentar, pero al menos ahora tenía una dirección.

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