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Rebecca había estado intentando preparar galletas durante casi todo el día sin éxito alguno, al menos cada una le quedaba menos horrenda que el intento anterior, no podía engañarse a ella misma, las galletas sabían horribles.

Necesitaba la opinión de alguien más para confirmar, vio pasar a su roomie y mejor amigo Christophe el cual se acercó a la cocina a ver qué olía a quemado, ¿ahora es que se molestaba en ver si estaba bien? Podría haberse quemado viva o quemado el edificio.

Justo cuando le iba a mencionar algo de las galletas, el castaño solo agarró una y se la comió, masticando unos momentos y saboreando o eso parecía, solo estaba intentando masticar la galleta.

— ¿Qué es esto, pedazos de carbón o piedras pintadas? Casi me parto un diente, si le había ofendido el comentario del otro.

— Son galletas y las hice yo - Indignada cruzó los brazos esperando al menos una disculpa o algo.

— Qué bonito, galletas con colorante negro, creo que te pasaste un poco pero están maravillosas - rápidamente tomó otra galleta, la llevó a su boca, al masticarla crujió en un irritante sonido - Espero que lo que haya masticado no haya sido mi diente.

Ya con eso estaba más que segura de que sus intentos de galletas habían sido un fracaso, quería unas cuantas a su novia como un regalo de cumpleaños, pero solo ver la apariencia de las galletas la hacía retirar la idea de hacerlas, el otro que aún seguía parado a un lado del refrigerador la miró algo comprensivo y tomó un libro de recetas que estaba guardado, echándole un ojo a este mismo y luego acercándose a la chica.

— Ya deja de deprimirte, tus galletas me dieron lástima, te voy a ayudar.

Sabía que no lo decía de mala manera y estaba feliz de recibir un poco de ayuda, con los ánimos renovados juntó más ingredientes para empezar a preparar un postre perfecto.

No quería que el otro siquiera tocara la masa con una cuchara, tenía que hacer las galletas ella misma aunque con las instrucciones del castaño, este no se negó y ayudó lo suficiente como para que las próximas galletas que salieron no se quemaran tanto.

Era un logro para ambos que victoriosos chocaron los puños, estuvieron a nada de comerse su creación, pero Rebecca no lo permitió.

Ahora estaba ahí con una pequeña bolsa decorada buscando la manera de regalárselo a Estella, había intentado de todo pero aún no se armaba de valor, ni siquiera sabía si las galletas sabían bien.

Se armó de valor y se acercó entregándole la pequeña bolsita con algo de nervios, la otra chica tomó la bolsa con cuidado, inspeccionando el contenido de esta, eran unas galletas con chispas de chocolate, se veían algo quemadas pero poco le importó y probó una, estaban deliciosas y bastante azucaradas. Agradecida y sonrojada por el gesto de haberse tomado el tiempo de hacer esas galletas le regaló una sonrisa, una que solo Rebecca podría ver en su rostro.

La castaña estaba muy nerviosa viendo a la rubia, su cara ardiendo en un sonrojo bastante fuerte estaba paralizada en su lugar sin saber si era de emoción o nervios, explotaron aún más cuando Estella se acercó y acarició su mejilla suavemente como si de una rosa se tratase, posó sus labios en los de su amada, una oleada de sentimientos golpeó a ambas, en una burbuja que las aislaba de todo y solo pensando en el amor que se tenían.

Era un beso lento pero cargado de ternura y cariño, se separaron lentamente y mirándose a los ojos con amor.

Sin dudas, hacer aquellas galletas había valido todos esos intentos fallidos y el casi terminar calcinada.

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Recetas quemadas | RebstellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora