Max se encontraba en el gimnasio, realizando algunos ejercicios de calentamiento antes de que comenzara la práctica. Mientras sus alumnos se preparaban, sus pensamientos volaban hacia su pasado, un tema que siempre intentaba mantener apartado de su vida actual.
Era una tarde cualquiera, pero las sombras de su infancia siempre lo perseguían. Recordaba su primera experiencia con el patinaje: un pequeño Max de diez años, con un par de patines que apenas podía atarse, deslizándose torpemente sobre el hielo. Su madre lo había llevado a una pista local, como una manera de sacarlo de casa. La idea era que el deporte lo mantendría ocupado y alejado de las tensiones familiares.
Su padre era un hombre estricto, dedicado a su trabajo en una empresa de construcción. Cada día, llegaba a casa cansado y a menudo frustrado. Max sentía que su padre nunca mostraba interés por sus sueños y pasiones. En casa, la comunicación era escasa, y el ambiente se llenaba de gritos y silencios incómodos.
—¡Max, deja de patinar y ven a ayudarme con esto! —recuerda que su padre solía gritarle, mientras él se encontraba practicando en la pista.
Con el tiempo, Max aprendió a reprimir sus emociones, convirtiéndose en el chico duro que todos conocían. Decidió que si no podía obtener la aprobación de su padre, al menos podría sobresalir en algo que realmente amaba: el patinaje. Años más tarde, después de ganar competiciones y convertirse en un entrenador respetado, aún sentía que la presión de su infancia lo perseguía.
Justo cuando sus pensamientos se oscurecían, su teléfono sonó. Era un mensaje de Lara: "¿Listo para la práctica? Tengo que mostrarte algo."
Una sonrisa se dibujó en su rostro. A pesar de las sombras de su pasado, Lara traía luz a su vida.
Esa noche, después de la práctica, se sentaron en la pista vacía. Era un lugar especial para ambos, donde podían ser ellos mismos sin las presiones externas.
—Hoy fue un gran día —comenzó Lara, sentándose en el borde de la pista, con las piernas colgando.
—Sí, lo fue. Tuviste una mejora notable en los saltos.
Lara sonrió, sintiéndose orgullosa.
—Gracias a tus consejos. Pero hay algo más que quiero mostrarte.
Sacó su teléfono y le mostró un video. Era una grabación de su rutina de patinaje. Max se inclinó hacia adelante, observando cada movimiento con atención.
—¡Increíble! —exclamó al final del video—. Tus giros son mucho más suaves ahora.
—Sí, pero aún tengo que trabajar en la parte del salto.
Max se quedó en silencio un momento, recordando su propia lucha.
—¿Sabes? Al principio, yo también luchaba con los saltos. No siempre fui el mejor.
Lara lo miró, intrigada.
—¿En serio? Pero tú eres un gran entrenador.
—Sí, pero eso no significa que no haya tenido que enfrentar mis propios desafíos. La vida no es solo victorias.
Ambos compartieron un momento de conexión. Max se dio cuenta de que, a pesar de su pasado difícil, había encontrado un propósito en ayudar a Lara a alcanzar su sueño.
—A veces siento que mi pasado me define —admitió Max, rompiendo el silencio—. No quiero que mis miedos interfieran en tu progreso.
—Tu pasado te ha hecho más fuerte —respondió Lara—. Y me encantaría aprender de ti.
Max sonrió, sintiendo una mezcla de gratitud y calidez. Había algo especial en la forma en que Lara lo comprendía.
—Gracias, Lara. Prometo que estaré aquí para apoyarte en cada paso del camino.
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Desliz
Teen FictionEn el mundo del patinaje, donde cada movimiento cuenta y cada salto es un desafio, Lara se ha convertido en una estrella brillante, conocida por su elegancia y destreza sobre el hielo. Sin embargo, detras de su exito, se esconde un vacio que sólo el...