Capítulo 2: Hilos del Pasado

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Las calles de Lunaris se sentían más frías de lo habitual mientras Aldara atravesaba el laberinto de callejones y caminos estrechos; el calor del lujoso palacio de Solon Meron ya era un recuerdo distante. No era solo el frío de la noche lo que la inquietaba, había algo más en el aire, algo casi imperceptible, pero inconfundiblemente mal. Era como si la propia magia de la ciudad hubiera cambiado, una corriente fuera de lugar.

Lunaris siempre había estado viva con magia. Vibraba en el aire, chisporroteaba en la luz de las farolas encantadas y pulsaba bajo los adoquines colocados hace siglos por los primeros Señores Magos. Pero esa noche, ese zumbido se sentía apagado, contenido. Mientras caminaba, Aldara extendió sus sentidos, sondeando el tejido mágico de la ciudad en busca de alguna señal de la perturbación, pero no había nada tangible. Solo un profundo silencio inquietante donde debería haber habido un zumbido vibrante.

Sin embargo, sus pensamientos no eran para nada silenciosos. Los detalles del caso de Solon pesaban mucho en su mente. Tres hechizos robados. No cualquier hechizo, sino su magia más guardada, la más poderosa. Las capas de protección que rodeaban su bóveda eran legendarias: siete barreras, cada una mejorada por siglos de conocimiento mágico y el mejor arte de la hechicería que Lunaris podía ofrecer. Y, sin embargo, alguien había logrado burlarlas todas, sin dejar rastro.

Imposible.

Y, sin embargo, había sucedido.

Los pasos de Aldara se aceleraron mientras giraba por una calle lateral, con su destino claro. Necesitaba respuestas, y sabía quién podría ayudarla a conseguirlas. El aire frío de la noche mordía su rostro, atacando su piel expuesta mientras ajustaba su abrigo más fuerte alrededor de sí misma. Su aliento se convertía en vapor mientras avanzaba por las calles sinuosas de los distritos bajos, donde la grandeza de Lunaris daba paso a algo más rudo, más oscuro. El lado oculto de la ciudad.

Allí, los edificios se apiñaban, sus fachadas estrechas inclinándose como si compartieran secretos susurrados. Las calles estaban empedradas, pero desgastadas, resbaladizas por la humedad de una lluvia reciente. La magia aún titilaba en el aire, pero era más cruda, menos refinada que en los distritos superiores, donde el Gremio de Magos tenía un control firme sobre la infraestructura mágica de la ciudad. Allí abajo, la magia era una herramienta de supervivencia, no de poder.

Aldara se detuvo frente a un edificio en ruinas oculto en las sombras de un callejón, con sus ventanas oscuras e inhospitalarias. Un leve resplandor de encantamientos parpadeaba alrededor de la puerta, sutil pero efectivo: hechizos de protección destinados a disuadir a los curiosos o a los no deseados. Pero Aldara no era ninguno de ellos.

Golpeó dos veces la puerta, sus nudillos enguantados retumbando contra la madera desgastada. Por un momento, hubo silencio. Luego, la puerta se abrió con un crujido, revelando a un hombre apoyado en el marco con una sonrisa en su rostro.

"¿Tan pronto de vuelta?" La voz de Ivar era ligera, burlona, pero había un brillo de cautela en sus ojos. Su delgada y fibrosa figura estaba casi oculta bajo una túnica y pantalones sueltos, aunque siempre llevaba una colección de anillos en los dedos, cada uno encantado, sin duda, con algún truco.

"Necesito tu ayuda", dijo Aldara, entrando sin esperar una invitación. El escondite de Ivar estaba tan desordenado y caótico como lo recordaba: mesas llenas de proyectos a medio terminar, baratijas mágicas y pergaminos, mientras extraños dispositivos mecánicos zumbaban débilmente desde los rincones de la habitación. Incienso ardía en algún lugar, su aroma rico y ahumado se mezclaba con el olor penetrante de los componentes mágicos.

"¿Ayuda?" Ivar cerró la puerta tras ella con una risa suave. "Y yo que pensaba que solo venías por la conversación agradable."

Aldara le lanzó una mirada mientras avanzaba más en la habitación. "Hablo en serio. Algo grande está pasando y necesito información."

La sonrisa de Ivar desapareció mientras la seguía hacia su abarrotado banco de trabajo. "¿Grande? ¿Qué tan grande?"

"Solon Meron. Alguien robó tres de sus hechizos anoche."

Ivar se quedó inmóvil por una fracción de segundo antes de recuperar la compostura, pero Aldara ya había visto el cambio en su expresión. Casi podía escuchar los engranajes girando en su cabeza mientras procesaba lo que ella acababa de decirle.

"¿Robar?" Se apoyó en el banco, cruzando los brazos sobre el pecho. "¿A Meron? Estás bromeando."

"¿Acaso parezco estar bromeando?"

Soltó un silbido bajo. "Vaya. Eso es... grande. Y peligroso. ¿Quién estaría lo suficientemente loco como para ir tras alguien como Meron?"

"Eso es lo que estoy tratando de averiguar", dijo Aldara, paseando por la habitación. "Quien lo hizo no es un ladrón cualquiera. No solo irrumpieron en su bóveda; burlaron siete capas de protección. Siete. Y no hay rastro de cómo lo hicieron."

Ivar se pasó una mano por su desordenado cabello rubio, con expresión pensativa. "¿Sin rastro? Eso es... imposible. Siempre hay un rastro, aunque sea un leve residuo mágico."

"No esta vez", dijo Aldara, con voz sombría. "Es como si nunca hubieran existido."

Ivar negó con la cabeza, acercándose a uno de los muchos estantes que llenaban las paredes de su escondite. "El robo de hechizos no es precisamente algo desconocido en esta ciudad, pero romper ese tipo de defensa... Estamos hablando de magia seria. Del tipo que no aparece en el mercado negro todos los días."

El estómago de Aldara se retorció. Eso era justo lo que temía.

"Necesito que averigües", dijo, observando cómo Ivar rebuscaba entre un montón de viejos pergaminos. "Si alguien ha estado moviendo hechizos o vendiendo encantamientos de alto nivel recientemente, quiero saberlo."

Se detuvo y luego se giró hacia ella con una expresión seria. "¿Estás hablando de algo más allá de los tratos habituales del mercado negro, verdad?"

Aldara asintió. "Esto es algo antiguo. Algo olvidado. Si estos hechizos robados se están moviendo, son peligrosos."

Ivar suspiró, tomando un pergamino de su estante y desenrollándolo sobre el banco de trabajo. Brillaba tenuemente bajo la luz tenue de la habitación, revelando un mapa detallado de Lunaris, encantado para mostrar el flujo de magia a través de la ciudad.

"De acuerdo", dijo, con un tono más serio ahora. "Dame un día o dos. Tengo algunos contactos en el mercado que podrían haber oído rumores sobre algo así."

Aldara se acercó al mapa, observando las líneas luminosas de magia que cruzaban la ciudad. "Manténme informada. Y ten cuidado. Quien esté detrás de esto no es solo un ladrón cualquiera. Están usando magia que ni siquiera debería existir."

Ivar asintió, mirándola de reojo. "¿Y tú, Aldara? ¿No te estás involucrando solo porque alguien te contrató para esto, verdad?"

No respondió de inmediato. En cambio, sus ojos seguían las rutas mágicas en el mapa, su mente ya pensando en el siguiente paso de la investigación. La verdad era que este caso había despertado algo dentro de ella, algo que iba más allá de la simple curiosidad profesional. Había una sensación, un frío y persistente sentimiento de temor, de que algo mucho más grande estaba en juego.

"Tendré cuidado", dijo finalmente, volviéndose para irse. "Pero no puedo simplemente dar la espalda a esto."

Gracias por leer el segundo capítulo. Estoy muy emocionado por escribir nuevamente, por lo que el capítulo se actualizará cada semana.

El ladrón de Hechizos Vol.1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora