32. El Gran Festejo [FINAL].

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Si un policía hubiera entrado en ese momento, nadie hubiera sido capaz de explicarle la situación. Tres negros con vergas enormes rodeaban a una embarzada arrodillada en el piso y le clavaban la pija hasta el fondo de la garganta. Una joven y bella tetona montaba a un cuarto negro (el de la verga más grande) mientras él yacía sobre la alfombra. Había un flaco carilindo sentado en el sofá con las manos hundidas entre las manos y junto a él otra preciosa joven que miraba la acción con los ojos desencajados y las mejillas enrojecidas. A esto había que sumarle al tipo atado y amordazado de la silla.

Pero Argentina acababa de ganar el mundial, toda la ciudad era una locura. Millones de personas coparon las calles de Buenos Aires para celebrar la proeza de la Scaloneta.

El que abrió la puerta no era policía, ni tampoco hizo preguntas. Osvaldo miró a Silvio y si le sorprendió verlo atado a una silla, no mostró ninguna señal de ello. Rápidamente su atención fue captada por las tetas de Silvana, que saltaban como locas mientras ella montaba la verga de Malik. Ese enorme falo negro aparecía hasta la mitad y luego volvía a hundirse en la concha. Ella suspiraba, gozaba y gemía. Cuando vio al portero del edificio lo llamo a gritos, le pidió que se acercara.

—¡Somos campeones, Osvaldo! ¡Somos campeones!

—Así es, no lo puedo creer —Osvaldo no es un tipo que sonría mucho, pero en ese momento sonreía como un payaso de circo.

Se acercó a Silvana y ella, sin dudarlo, liberó su verga del pantalón y se la llevó a la boca. Apenas unos minutos antes le había mandado un mensaje al portero invitándolo a unirse a la celebración. «Te voy a comer la pija hasta que ya no te salga más leche», le prometió. Y parecía dispuesta a cumplirlo, porque la chupaba como si quisiera extraer de ella hasta la última gota de semen.

—Renzo, pasame el celular —dijo, casi sin dejar de chupar. Dejó la mano izquierda estirada hacia su novio y él le alcanzó el teléfono. Con la pija aún en la boca y montando más lento a Malik, marcó un número—. Hola Rocío. ¡Si, no lo puedo creer! ¡Es fantástico! ¿Dónde están?... Aja... ajá... che ¿tienen ganas de venir a festejar en grande? En el departamento de Malik... la fiestita ya empezó. Creo que les puede ayudar a afianzar la confianza. Si... si... confiá en mí. La van a pasar bien. Después de hoy van a poder dejar atrás cualquier diferencia que hayan tenido. Te lo juro. ¡Ay, que bueno! Okis, las esperamos... entren nomás, la puerta está sin llave.

—¿Qué estás haciendo? —Le preguntó Renzo mientras ella se ponía de pie.

—Voy a hacer de esta la mejor fiesta del barrio. Ya vengo... Dalina, no empieces sin mí. Quiero ver cómo esos tres te llenan de pija.

—No te preocupes, que chupando estas vergas me puedo entretener todo el día —tragó una pija negra hasta el fondo de su garganta y luego hizo lo mismo con otras. Siempre que chupaba una, tenía las otras dos en sus manos.

Silvana salió al pasillo completamente desnuda y tocó el timbre del departamento de Sonia. Al segundo timbrazo escuchó un "Momentito, ya va".

—Sonia, soy yo. Si estás desnuda abrí igual.

Cuando la señora abrió la puerta, Silvana la abrazó y le estrujó las tetas contra la cara.

—¡Somos campeones del mundo, Sonia! ¡Ay que festejar! ¿Estás con tu amiga?

—Emm... sí, Sandra vino a pasar unos días conmigo...

—Y veo que ya arrancaron con los festejos.

Sonia también estaba desnuda y todo su cuerpo estaba cubierto por sudor.

—Bueno, no nos pudimos aguantar —dijo sonriendo—. Sonia está como adolescente que acaba de descubrir el sexo. Quiere coger todo el día. Hasta me preguntó cuándo volveríamos a ver a ese senegalés tan apuesto.

Mi Vecino SuperdotadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora