Veinte días

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Jason:

Me encontraba en el hotel en Australia, nos habíamos instalado allí la noche anterior junto con el equipo de producción que dirigía el documental. Estaban revisando las últimas fotos que había recolectado. Afuera, la ciudad parecía vibrar bajo el cielo despejado, pero mi mente estaba enfocada en cada detalle de las imágenes, había buscado esa chispa que capturara la esencia de lo que queríamos mostrar.

Fue una locura. Me había esforzado al máximo, durmiendo poco y pasando dos noches seguidas bajo tormentas eléctricas, todo para capturar esas imágenes únicas que nos habían pedido. Rogaba que fuera suficiente. Dependía de esa respuesta para volver a casa, además de obtener el trabajo.

Sentado en un sillón, no podía dejar de mover la pierna. Si ya había cumplido con mi parte, podría llegar justo a tiempo para el cumpleaños de Jules. De lo contrario, tendría que quedarme un mes más aquí, algo que no estaba en mis planes.

Antoine estaba a mi lado, igual de ansioso. Él ya había entregado su material y, como yo, esperaba la respuesta de Laura y su equipo. Antoine extrañaba a su esposa e hija con locura, y no paraba de hablar de lo mucho que quería regresar a casa.

Mientras tanto, Laura y la gente de producción estaban en otra habitación, analizando todo el material que habíamos entregado. La espera se estaba volviendo eterna. Cada minuto que pasaba, mi mente no podía evitar pensar en Jules y en cómo, si esto salía bien, estaría a tiempo para sorprenderla en su cumpleaños.

-Jason... -me llamó Laura, su voz resonando como una señal inequívoca de que había llegado el momento.

Me giré hacia ella, quien me hizo un gesto para que la siguiera. El equipo de producción ya estaba reunido en la habitación donde se encontraba el director del proyecto, y aunque intentaba mantener la calma, podía sentir el peso de la incertidumbre en cada paso.

-Suerte, amigo. Sé que te irá bien y que seguiremos trabajando juntos -me susurró Antoine, dándome un suave golpe en la espalda.

Intentaba disimular su propia impaciencia, pero era claro que ambos estábamos en la misma situación.

Asentí sin decir nada, tomando una bocanada profunda de aire. En mi mente, repasaba las horas de trabajo, las noches en vela bajo cielos electrizantes, persiguiendo la toma perfecta.

Este era el instante decisivo: no solo sabría si había cumplido con las expectativas, sino si podría volver a casa a tiempo para el cumpleaños de Jules o si tendría que quedarme otro mes en Australia.

Entré en la sala, los nervios comenzaban a tensar mis músculos, pero me obligué a caminar con seguridad. Al fondo, sentado en un amplio escritorio, estaba Trevor, el director del proyecto.

Su presencia dominaba la habitación, pero no de una forma intimidante. Más bien irradiaba una calidez tranquila, como la de alguien que había visto y hecho mucho en su carrera.

-Jason, adelante. Soy Trevor. Toma asiento, por favor -me saludó con una sonrisa que aliviaba un poco la tensión en mis hombros.

Me acerqué y, al estrechar su mano, sentí la firmeza de alguien acostumbrado a dirigir, pero también una especie de apertura, como si estuviera dispuesto a escuchar lo que tenía para ofrecer.

-Un gusto conocerte, Trevor -respondí, intentando proyectar confianza, aunque por dentro mi estómago era un nudo.

Recordé de inmediato las palabras de mi padre, que siempre insistía en que no tratara a nadie de "usted", porque eso los hacía sentirse viejos. Así que opté por un tono cercano, y para mi alivio, su sonrisa se ensanchó.

Desearía...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora