Desperté de mis recuerdos para comenzar nada más que a sentir. Me encanta vagar en mi mismo apropiándome de las sensaciones ajenas. Los demás me importan un bledo (creo), pero a veces saco conclusiones interesantes a costa de curucutearles. No sé exactamente qué quiero decir con "interesante", pero, sea lo que sea, es algo que me permite alimentar mi misantropía. Y eso me gusta. Mientras más lo hago, más consigo odiar a esos que, aún pareciéndose tanto a mí por una parte, jamás seremos siquiera algo similar. Creo que actualmente ese es mi pasatiempo favorito.
Miré a través del vidrio de mi ventana hacia abajo, al otro lado de la calle. Las personas cruzaban de un lado a otro con sus abrigos y capuchas. Afuera hacia un frío acojonante. Me concentré en sus emociones y sentimientos al tiempo que estas invadían todo mi cuerpo. Me gusta describir esa sensación como muchas gotas cayendo dentro de una copa, invadiéndola hasta colmarla de un vino a veces agrio, a veces dulzón, a veces rancio, siempre impredecible, siempre excitante.
Fisgoneé a lo lejos un hombre que daba pasos largos y rápidos. No sentí mucho más de lo que ya veía reflejado en su rostro: pesar y mal humor por haber comenzado un mal día. Luego miré pasar una pareja de jóvenes muy enamorados. ¡Qué asco! Caminaban agarrados de la mano y tomando tiempo para acariciarse el rostro y darse besos delicados pero profundos. Ese empalagoso sentimiento intenso e irracional del amor púber que compartían provocó en mí tal sensación de incomodidad que preferí voltear a otro lugar.
Entonces me fijé en dos chicos que venían pateando un balón de una acera a otra muy emocionados y eufóricos. De repente, vi que tras las rejas sostenidas por muros que rodeaban mi casa, uno de ellos resbaló y cayó al suelo mojado. El dolor de su caída caló en mi cuerpo tan intensamente que cerré bruscamente los ojos mientras apretaba mi mandíbula. Casi de ipso facto, otro sentimiento palpitó dentro de mí. Por poco pude palpar ese absurdo que ellos llaman amistad. Abrí los ojos para ver como el otro chico levantaba a su compañero del suelo y se sentaban juntos en la acera. En ese momento, ambos sentimientos interactuaban y casi podían confundirse dentro de mí. (Son dos cosas totalmente diferentes, pero ya he entendido que los sentimientos encontrados sintetizan un particularísimo collage de cosas raras.)
Me encontraba tocando el vidrio de la ventana con mi mano como si quisiera traspasarla. Los ojos de aquellos chicos comenzaron a observarme con mirada firme pero confundida. Los estaba intimidando aún sin intensión. Por eso sentí ganas de reír, pero no quería arruinar el momento. En ellos crecía la incertidumbre por saber quién era aquel joven extraño con rostro serio, mirada fría y ojos profundos rayando en lo maléfico que se asomaba detrás de esas empañadas ventanas. Me sentí como el antagonista malvado de una película de de terror televisiva. ¡Y yo estaba encantado! Cada vez me provocaban más risas internas. Fantaseé con hacer algo aterrador como romper de repente el cristal transparente y empañado de mi ventana, saltar del tejado al jardín y correr con cara monstruosa hacia ellos. Tremendo susto se hubieran pegado. Pero me limité a mirarlos fijamente por un rato más, mientras sentía como la intriga los arropaba de pies a cabeza. Esperaba a ver si tomaban la iniciativa de hacer algo, así consigo saber si un sapiens sapiens vale la pena. Al rato me aburrí de esto, separé mi mano del cristal dejando la huella impresa en el vidrio. Bajé las cortinas de mi habitación y comencé a escuchar como grandes gotas golpeaban el tejado.
Con el sonido de la lluvia de fondo, pensé en ese sentimiento difuso, inverosímil y sin sentido de la amistad. A juzgar por lo que sienten, las personas son raras. Recuerdo que por mucho tiempo creí que nunca comprendería a esos que confían ciega y desinteresadamente en otros. Ósea, ¿de verdad esperan que esas personas no fallen, alcancen a cubrir sus expectativas sin morir en el intento? Claro, para lidiar con los miedos personales se crean otros prejuicios grupales que creo que a todos les parece más fácil de sobrellevar. Así drenan emociones estúpidas mientras se anegan con otras diferentes que paulatinamente influyen en las primeras y así tornan la vida en ciclos. ¡A la mierda la gente y sus ciclos! ¿Qué sentido tiene eso?
Escuché unos pasos fuertes y lentos que subían las escaleras y se dirigían hacia mi habitación. Segundo después conseguí mirar su cabello oscuro, su cara seria y sus ojos claros. Era mi padre. Aquella mirada, a pesar de la edad que tengo, todavía me seguía intimidando... Había venido a decirme que me alistara para ir en familia a visitar a mi tía y a mis primos. Aquellos estaban recién instalados en una casa a las afueras de la ciudad. Y aunque llevaba un tiempo considerable sin verlos, la idea no me emocionó ni un poco.
Mi tía no era el tipo de persona agradable y simpática que se hace extrañar. Era más bien una dama de vida fina, perfeccionista y egocéntrica con la habilidad de persuadir los pensamientos de las personas. Su especialidad eran los hombres. A no pocos inadvertidos mortales debía su éxito económico. Mis primos eran unos gemelos de mi edad, engreídos y caprichosos, sin respeto alguno por los que ellos mismos llaman "los sin dones". A diferencia de mi, parecen felices de estar alejados de las personas que no forman parte de su entorno familiar. Ambos son capaces de crear ilusiones (y sus favoritas son las aterradoras). Leo puede identificar y hasta controlar los temores más profundos y Max puede materializar cosas, simulando jugar, cual pila de lego, con el espacio-tiempo. ¡Imaginaos a este par trabajado juntos! Son capaces de hacer caer en la mismísima locura a una persona normal y más fácil aún a un débil de mente.
Finalmente, vestido con unos jean azules con una camisa a cuadros vinotinto que me regalo mamá por mi cumpleaños y unos zapatos casuales marrón, iba con mis padres en el deportivo familiar rumbo a nuestro destino. Mientras pensaba qué seria de las personas si no fueran tan cobardes y se enfrentaran a sus miedos. Definitivamente ganarían desde fortaleza mental hasta más emoción e independencia en sus vidas. Ya no sería necesaria la careta para las apariencias. Ya no sería necesaria la amistad. O si sí, está cobraría algo que la haría totalmente diferente, algo como un... ¿sentido? Pero no, nadie aprecia lo real. Lo "bueno" está sobrevalorado. Y en esta locura que llamamos mundo estamos cada vez peor. Cada vez más hundidos y empantanados en un fango, viscoso y hediondo que solo nos deja capaces de dejarnos ser halados hacia ese, aunque asqueroso, socialmente aceptado, culto a lo falso.
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<TWOPSICOS>
Mistero / ThrillerElliott Spencer es un chico de 17 años con una vida perfecta y sin defectos. Eso es lo que todos, hasta hace algún tiempo, solíamos pensar. sin embargo, hoy sabemos que detrás de aquella sonrisa inédita había algo escondido en lo profundo de sus pen...