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El reloj no mentía, la hora de salida era cada vez más cerca, y el tren no mostraba ni sus luces. La lluvia era cada vez más torrencial, el viaje en zepelín se había cancelado de último momento, a este paso, Juan tenía el temor de tener que tomar otro medio para llegar a su destino. Juan caminó hacia la recepción y se aclaró la garganta.

—¿Caballero? —preguntó Juan.La recepción se encontraba vacía, en el mostrador había una pequeña campana y Juan no dudo, la agarro y comenzó a hacerla sonar. No había ninguna señal de vida, y durante varios segundos más siguió moviendo la campana. Un hombre salió de la sombra del lado del mostrador. Sus ojos estaban hinchados y rojos, además traía el ceño fruncido y la mandíbula tensa. —Ya lo escuché, no tiene que estar haciendo sonar la campana, ¿Qué quiere? —dijo enojado el hombre.—¿Tiene alguna noticia de que el tren este cancelado o retrasado? La lluvia es bastante fuerte, incluso hay truenos ca...—Ya lo sé, también tengo oídos y ojos—dijo el hombre con disgusto—déjeme ver si tengo algo, no debería, los trenes pueden con esto y más— El hombre del mostrador regreso a las sombras. Juan dio un suspiro y volvió la mirada a su reloj. No paso ni un minuto cuando el pitido del tren se pudo escuchar a la lejanía. —Creo que llego a tiempo —Se escuchó atrás de él. Un anciano con una gran barba blanca portando un saco café con solapa acolchada, y grandes guantes.—Creo que no es el único que llega a tiempo—dijo Juan mientras veía el tren.La máquina de vapor era una majestuosidad de la ingeniería de la época, una obra de arte mecánica, grandes vagones construidos de hierro forjado y bronce con decoraciones que relataban diferentes historias según sea el vagón que se viera. Majestuosa por la parte delantera, su locomotora estaba llena de tubos de cobre que expulsaban vapor, y su caldera era visible desde la vista de Juan, aquellos pobres hombres habían estado trabajando, manteniendo a la maquina andar con tremenda tormenta. La estación donde Juan esperaba era todo lo contraria a la majestuosa máquina. Construido sobre un pequeño poblado de científicos, la estación era pequeña apenas tenía un andén, la cantidad de gente que entraba y salía era poca entre semanas, era muy común que recibieran nueva maquinaria o elementos peligrosos para las diversas pruebas y experimentos que realizaban en el área. El anciano paso un lado de Juan y se adentró en la cabina de la locomotora. Nadie bajó del tren. Con el andén vació el tren se había mandado casi de forma exclusiva para Juan, quien camino a uno de los vagones y abrió la puerta adornada. Al entrar al vagón, se abre un espacio cálido y opulento, contrastando con el exterior lluvioso y gris. Las paredes están revestidas en madera oscura y pulida, con paneles que llevan grabados detallados. Sobre ellas, lámparas de gas con pantallas de cristal emiten una luz suave y dorada que ilumina el ambiente con un resplandor acogedor. Los asientos son sillones tapizados en terciopelo de tonos rojizos o verdes oscuros, con cojines mullidos que invitan al confort. El techo del vagón está adornado con un mural que representa un cielo estrellado, pintado con gran detalle y enmarcado por molduras de bronce. De vez en cuando, los engranajes y las poleas, visibles a través de pequeñas aberturas, giran con lentitud, recordando a los pasajeros que están a bordo de una obra maestra de la ingeniería. A lo largo del vagón, el suelo es de parque de madera, que cruje con sutileza bajo los pies, y en el fondo, una pequeña chimenea de hierro fundido emite un suave calor, haciendo que el viaje sea aún más cómodo y agradable. A diferencia de lo visto sobre el andén, el vagón contaba con pasajeros, que no eran diferentes a la elegancia del tren. Grandes trajes con encajes y grabados de minerales valiosos, sacos hechos con pieles de animales de los destinos más exóticos. Al caminar por el vagón y pasar a un lado de los pasajeros Juan podía notar y sentir las miradas de las personas ajenas a la vestimenta. Como científico y como parte de una tarea de exploración Juan iba con una vestimenta sencilla; una chaqueta de lana gruesa con parches en los codos y múltiples bolsillos, algunos de ellos llenos de herramientas pequeñas, tuercas, y tornillos. El boleto había sido otorgado de último minuto por el sindicato, como la tarea era de gran importancia y se han gastado demasiados recursos para cancelar o postergar hasta que pasara la tormenta. Una cara conocida se mostró cuando llegó al asiento que mostraba en su ticket. Pancho, su amigo de la infancia y compañero de trabajo lo acompañaría durante todo el trayecto.—Qué bueno es tener una cara no tan sofisticada—dijo Juan al verlo.Pancho se levantó de su asiento y saludo a Juan, ambos se dieron un abrazo y tomaron asiento. Al poco de sentarse el tren comenzó a moverse. —¿Sabías que es la tercera vez que el tren pasa por esta estación? —preguntó Pancho—La primera vez llego cuando era un solo prototipo, lo trajeron cuando no era más que una locomotora vacía, sin arreglos o acabados, le incorporaron placas que fueron desarrolladas para soportar explosiones y descargas eléctricas, una grata sorpresa se llevaron los ingenieros cuando descubrieron que sería para transporte de civiles y no se llevaron al frente de guerra. La segunda fue cuando estaba un poco más detallado y contaba con sus muebles y varios acabados dentro de los vagones, la llevaron al campo de pruebas y apuntaron varios cañones y le explotaron bombas muy cerca. Estuvo varios meses en reparación cuando explotamos la primera bomba, destrozo todas las ventanas, tuberías y muebles que tenían por adentro, yo mismo supervise la instalación y explosión. Cuando dieron el visto bueno comenzamos explotando una cantidad mayor a escasos metros, esa ocasión la explosión ocasiono daños menores en la superficie, unos rayones, todo por adentro se mantuvo intacto, incluso pusimos copas con agua al límite y no encontramos ninguna gota derramada, la vibración y el movimiento fue absorbido. Después hicimos la explosión con ataques directos de cañones y ataques eléctricos, pasaron unos meses para que pudiéramos crear una bestia de vapor capaz de soportar hasta lo que no hemos inventado.—Y supongo que esta es la tercera vez —dijo Juan.—Así es, desde su creación el tren ha tenido muchos viajes, siempre con destinos largos y de un diferente presupuesto, lo normal sería que el viaje se realice sin tocar estaciones menores o pase por poblados menos vistosos, pero esta vez el sindicato mando una carta con la petición especial. Cargaron material y maquinaria desde la capital y pasan por el poblado. Además, tendrán pasaran por nuestro destino donde tendrá que esperar mucho tiempo en lo que descargamos todo. El viaje en el zepelín hubiese sido mejor y más rápido, pero por los vientos en las nubes no querían arriesgar a perder el material. ¿Has tenido tiempo para leer los registros de la cueva? —preguntó Pancho.—Son raros, Pancho, tienen diferentes resultados de la extensión que podría tener, tres kilómetros, treinta, cientos, son contradictorios entre sí, solo en eso, en los registros de energía y minerales todos concluyen en potenciales volúmenes, mayores a los que hemos logrado extraer en conjunto de otras minas—dijo Juan.A través de la ventana poco a poco comenzaron a dejar atrás el paisaje del pueblo para pasar por bosques frondosos y un sistema montañoso.—¿Qué crees que encontremos en esa cueva? —pregunta Juan.—Rocas, algunas rocas, más rocas y según estos papeles muchos minerales y algo que promete ser de mucha energía—dijo Pancho.—¿Qué crees que sea aquello energético? —Pregunto Juan y siguió hablando—¿O acaso crees que se equivocaron con los cálculos? —preguntó Juan.—Creo que por eso estamos aquí, con la guerra librándose en nuestra frontera sur, cada vez más costosa y complicada, si logramos encontrar algo que contenga mucha energía, y de algún modo poder liberarla, crearíamos un arma capaz de volcar cualquier guerra e incluso este tren—Pancho soltó una carcajada—Tardaremos un rato en llegar, les pedí a los ayudantes que nos despierten en cuanto estemos en nuestra estación, deberías hacer lo mismo, no sabremos si en la cueva tendremos la oportunidad de un descanso tranquilo.—dijo Pancho.Ambos quedaron envueltos en un profundo sueño.Un leve jaloteo comenzó a despertar a Juan, fue arrastrado de su sueño. Al despertar intento ver a quien lo despertara, se tallo los ojos con suavidad. Uno de los empleados del tren lo había despertado para ver su tique. Acerco su mano a una bolsa que estaba por dentro de su saco y entrego el tique. El empleado lo reviso con gran detalle y varios segundos después lo sello. Juan noto que Pancho no se encontraba en su asiento, intento buscarlo entre el pasillo, pero lo único que vio fue a los guardias sellar boletos con gran velocidad a los otros pasajeros. Juan se levantó y camino hacia el fondo, paso por un almacén de grandes maletas y atravesó una puerta. Siguió caminando y atravesando vagones hasta llegar al final del tren. —Inconfundible, el olor de tus cigarros—dijo Juan.Pancho estaba sentado con la mirada sobre el paisaje, recargado sobre el reposadero. El paisaje montañoso desapareció y en su lugar una planicie de pastizales y fabricas lejanas adornaban el paisaje. Una vasta planicie de pastizales que se extiende hasta donde alcanza la vista, un mar de verdes y dorados que se mueve con la brisa. La hierba, alta y ondulante, parece como si estuviera respirando con vida propia, creando una alfombra natural que cubre la tierra. A medida que el tren avanza, el paisaje se despliega como un lienzo infinito, interrumpido solo por pequeños grupos de árboles esparcidos, ofreciendo sombras pasajeras en el horizonte.—Hace veinte años ocurrió el bombardeo del pastizal, es muy irónico, sufrimos una hambruna terrible cuando las granjas fueron quemadas, las reservas explotadas y los animales esparcidos varios metros con metralla incrustada y manchados de químicos corrosivos. Muy irónico, que hoy sea a lo que me dedique, las investigaciones y las pruebas. La creación para la destrucción. Incluso mi oído derecho lo sabe cuándo dejo de funcionar. Me reconforta el saber qué hacemos equipo capaz de soportar explosiones—dijo Pancho mientras agarraba de su saco una cajetilla de cigarros y le extendía uno a Juan. Juan prendió su cigarro y ambos se mantuvieron en silenció durante un gran tramo observando el vasto paisaje.II.Varios maquinistas e ingenieros trabajan como una gran cadena para desmontar los equipos y bajarlos del tren, hacía ya varias horas que estaban en la estación. Muy común de la región son las lluvias torrenciales y esta no era una excepción. Los pasajeros hacen colas en la recepción de la terminal levantando quejas y solicitando compensaciones por el retraso, otros alegaban que su boleto mencionaba un viaje sin interrupciones, la recepción y sus asistentes no lograban la manera de calmar a la turba que se le había amontonado, la recepción seguía insistiendo que fue un cambio de último minuto por petición especial del gobierno. Juan y Pancho se habían movido a una oficina en lo alto de la estación donde planeaban el movimiento. Ahí se les había unido el jefe de logística.—Tenemos lista un remolcadora que llevara el equipo hasta la entrada de la cueva, es un trayecto largo, tomara un tiempo montar todo, bueno, tomara un rato bajar todo del tren y pasarlo a la remolcadora ser igual de tardado—dijo el hombre.—¿Cómo consiguieron la remolcadora? Pensé que todas estaban siendo ocupadas en el frente—preguntó Pancho.—Hace unos días paso un pequeño pelotón, dejaron unos cuantos hombres que son los operadores, los otros se adelantaron hacia la cueva, decían tener otra misión—dijo el jefe de logística, que a los pocos segundos tosió—tanto tiempo en este clima hace que uno se enferme muy seguido, deberían de ver detrás de los detrás de aquellas puertas—dijo el jefe apuntando hacia atrás de ellos— es un armario, muy bonitos sus sacos, les cubre un poco de la lluvia, pero esperen un rato más y el frio les helara los huesos y cuando lleguen a su destino, la nieva volverá todo peor—dijo el jefe.Juan y Pancho abrieron las puertas, grandes sacos de pieles estaban en aquel armario. Agarraron los primero que vieron, en cuantos se los pusieron notaron la diferencia y dejaron de temblar.—Son de grandes bestias que viven camino arriba, no se preocupen, los espantamos de esta zona hace mucho, los que se quedaron están ahora vistiéndonos, de verdad que dan una gran ayuda a todos los trabajadores del lugar. Bien en el piso de abajo tenemos el comedor, si quieren pasar por algún aperitivo digan que Cleris lo manda, escuchan mi nombre y se cagan encima, aunque tenemos trabajo antes, vamos les mostrare la remolcadora.El trio salió de la habitación. La tormenta arreció y el viento golpeaba con fuerza, la madera crujía con cada ráfaga, la gente abandono las largas filas y las quejas para refugiarse dentro del tren, la cadena de hombres seguía trabajando a pesar del tiempo. Uno de los hombres se acercó al trio.—Señor Cleris, estamos terminando de desmontar el ultimo equipo, la remolcadora se encuentra prendida y los soldados se encuentran listos para echarla andar en cuanto esté la maquinaria y los caballeros en ella—dijo el hombre que se acercó.—Gracias Otis, la tormenta está arreciando, más les vale no dañar nada, necesito que se apuren para que puedan ir a refugiarse—dijo ClerisEl hombre se alejó y siguió desmontando junto con la cadena humana.El trio siguió su camino por la terminal, a unos minutos del tren la cadena de personas se terminaba y podía verse la gran maquinaria que los llevaría a su destino, una proeza de la ingeniería de la guerra, un gran bloque de acero capaz de transportar materiales, personas, cualquier cosa en su interior, capaz de soportar explosiones de artillería y disparos de diferentes calibres, por el exterior carecía de los grabados típicos de los transportes civiles, no tenía incrustaciones ni aleaciones extravagantes, lleno de soldaduras y partes inamovibles la remolcadora era el vehículo perfecto para moverse por zonas de alto impacto. La gente seguía llenando la remolcadora de diferentes piezas tanto grandes como pequeñas. El sonido del motor era ensordecedor, una gran capa de humo salía de sus escapes y el calor era capaz de sentirse aun con la tormenta que había en la zona. Juan se asomó al interior del vehículo, la tardanza del traspaso de materiales y equipos se había demorado porque estaba todo siendo ensamblando en el interior de la remolcadora. —Venia desmontado en el tren—Dijo Cleris desde atrás—tuvimos que contar que las piezas estuvieran en orden, el sindicato nos mandó los instructivos, los seguimos lo mejor que pudimos, a decir verdad, estoy sorprendido que hayan podido, muchos de estos bastardos no saben leer —Dijo Cleris mientras entraba a la remolcadora con Juan y Pancho— No tendrán oportunidad de probar sus equipos hasta que lleguen a su destino, así que, si falla algo, de antemano te pido una disculpa, las instrucciones fueron claras, desmontamos y cargamos mientras instalamos, dijeron que no quieren perder tiempo cuando ustedes estén allá, en cuanto lleguen tendrán que entrar en la cueva. Me gustaría decir que los militares saben algo más o tienen un poco más de experiencia explorando cuevas que ustedes, pero ni yo sé que harán al llegar, así que deberían esperar aquí, ya estamos terminando y en cuanto carguen lo último daré la señal para que ustedes salgan, les prometí algo de comer, en aquella mesa hay algo de café y comida para el viaje—dijo apuntando hacia los asientos del fondo—les deseo suerte en su misión, esperemos encuentren material valioso, la guerra ya ha costado demasiado al país—Dijo Cleris mientras salía de la remolcadora.Ambos científicos se sentaron y observaron a la cadena humana terminar los detalles en la maquinaria. Cuando el ultimo tornillo se colocó llevaron una tablilla frente a ellos.—Necesito que firmen estas hojas, todo fue entregado como se recibió y montado acorde a los instructivos. —dijo el trabajador.—No hemos probado nada, igual y pusieron las cosas en algún orden incorrecto, necesitamos estar seguros de que cuando lleguemos esto prendera—dijo Pancho.—Ya se los dije, no tenemos ese tiempo, solo firmen, yo ya lo hice, es mero trámite, igual si se niegan, tendrán que explicarlo con el pelotón aquí y en la cueva—dijo Cleris quien había entrado de nuevo a la remolcadora. —Yo no firmare, si es mero trámite, no importa entonces, sigamos con la misión. —dijo Juan.Pancho se levantó de la silla y caminó hacia el trabajador, agarro la tablilla y leyó rápido las hojas, un trozo de grafito colgaba de la tablilla agarrado con un pequeño listón blanco, Pancho lo agarró y firmó las hojas. —Díganles a los soldados que comiencen la marcha de la máquina. —Dijo Pancho.Tanto el trabajador como Cleris bajaron. La puerta comenzó a cerrarse y en pocos segundos un estruendo sonó, la remolcadora comenzó a vibrar, y pocos segundos después, todo comenzó a moverse. Dese que cerraron la puerta ningún rayo de luz entró. Tanto Pancho como Juan decidieron que lo mejor era intentar dormir. Una tarea complicada por el gran ruido y vibración ocasionado de la remolcadora. Una gran maquinaria de guerra, retirada del frente para una misión de alto valor. Salieron diferentes versiones de remolcadoras, unas capaces de soportar diferentes calibres, altas temperaturas, minas, proyectiles de artillería y explosiones de gran potencia. A pesar de ser una maquinaria de varias toneladas y moverse con el poder del vapor, el ruido ocasionado era mínimo, aun cuando se detenía y volvían a aceleran las vibraciones eran las únicas que podían revelar su posición. La presión provocada por el vapor era capaz de ser almacenada durante misiones de larga duración antes de poder liberarse, y si era necesario liberarlo de forma paulatina sin causar ruidos. Tanto Juan como Pancho decidieron dormir para llegar descansados al punto de partida. Juan, despierta, la remolcadora se ha detenido, creo que hemos llegado—Pancho movía a Juan para despertarlo. Hacia un rato que Pancho había despierto, desde las ocasión donde su granja fue bombardeada había tenido problemas para conciliar el sueño, las constantes pesadillas lo hacían despertar de forma abrupta, su cuerpo daba pequeños sobresaltos y su cara era prueba de las largas jornadas nocturnas que debía soportar, ojeras marcadas incluso para su edad eran mu evidentes, compensaba la falta de sueño con grandes cantidades de café, y solía decir que tenia palpitaciones pero que se había acostumbrado a ellas—Juan, despierta—seguía insistiendo. Poco a poco Juan comenzaba a salir de su sueño, a contraparte de Pancho, le era muy fácil conciliar el sueño y tenía sueños profundos de alta calidad, desorientado Juan intento sentarse, pero la oscuridad no dejaba ver algún punto de apoyo, por lo que decidió mantenerse sentado. ¿Hace cuanto estas despierto? —preguntó Juan.—No lo sé, no logro ver la hora en mi reloj y no encuentro alguna ventana para ver si es de noche. Intente contar el tiempo, pero como sé que estoy bien, aun no comienza el trayecto en la cueva y siento que ya estoy volviéndome loco.—Al menos no nos están transportando a nuestra muerte, estamos a muchos kilómetros del frente, cuando salgamos estará seguro el lugar, no habrá explosiones ni disparos hacia nosotros, podría ser peor, me duele un poco la espalda, pero descanse bien, ¿Nos seguimos moviendo?—Supongo, no todos los días puedes dormir en una remolcadora. Creo que me podría acostumbrar, es muy cálido y silencioso aquí, nos detuvimos hace poco, pensé que fue una parada planeada de nuestros captores, pero ya llevamos un poco mas que eso, creo que es nuestro destino.—Captores, tu siempre con tu sentido del humor ácido, Pancho, venga intentemos abrir, ayúdame a encontrar la salida, aún no se acostumbran mis ojos.Pancho, quien ya había acostumbrado sus ojos, ayudó a Juan a levantarse, dando pasos con cuidado de no golpear o dañar una máquina por accidente se fueron acercando poco a poco a la puerta.—Creo que esto debería de abrirlo—dijo Pancho.Durante unos segundos Pancho estuvo moviendo el mecanismo de la puerta, sin embargo, no pudo descifrar cómo servía y la puerta se mantuvo cerrada. De pronto una leve brisa comenzó a sentirse, y un rayo de luz entró por la puerta, estaba siendo abierta, lento comenzó a bajar, la brisa se convirtió en un viento gélido y los ojos de ambos quedaron encandilados por la luz entrante. Ya habían personas afuera esperándolos sosteniendo varias lámparas.

La cueva infinitaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora