𝒳𝒳𝒳𝒱𝐼𝐼𝐼- 𝓛𝓪𝓭𝓻𝓸𝓷𝓪 𝓭𝓮 𝓵𝓪𝔃𝓸𝓼-

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*Separador: Krista*

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*Separador: Krista*

Mi corazón no aguantaba más mentiras, ni más dolor físico ni emocional. Todo dentro de mí gritaba, preguntándose qué mal había hecho para merecer esta tortura. Entendía que no era un ángel, pero ¿realmente merecía sufrir así?

Los ojos llameantes de la bruja frente a mí no me dejaban pensar con claridad. La manera en que me miraba, con un desinterés tan frío, desgarraba mi alma. ¿Dónde estaba la chica que hace unas horas me pidió, con el corazón en la mano, que la llamara Flamita? ¿Qué le había hecho?

El dolor en mi pecho seguía latente, un vacío profundo que no sabía cómo llenar. El simple pensamiento de que su lado vampírico se hubiera desvanecido me hacía temblar, porque era lo único que realmente nos conectaba.

¿Y ahora qué? ¿Esperar a que, cuando se canse de mí, me arroje al olvido y me deje sola, mientras busca a su verdadera alma gemela?

—¿Dirás algo? —Su voz, desinteresada y cansada, me destrozó aún más. No tenía idea que el dolor físico podía quedar tan opacado por el sentimental, pero era una maldita mierda.

No quería tenerla cerca; me lastimaba demasiado. Era injusto que justo ella, la dueña de mi corazón, me hiciera sentir de esta forma.

—¿Podrías dejarme sola?

Negó lentamente, sin asomar emoción alguna en su rostro.

—Creí que querrías saber qué pasó allá. Todos están vueltos locos por averiguarlo.

—¿Ahora sí me lo dirás?

Asintió y dio un paso más cerca, provocando que, por puro instinto, yo retrocediera un paso.

—Es lo que he dicho. Seré sincera.

Dudé si aceptar la información que me quería proporcionar, pero ella tenía razón, no podía ser tan egoísta con los demás y perder esta oportunidad, aunque hacerlo me hiciera sentirme de esta forma.

Me crucé de brazos, intentando que mis emociones aguantaran el verla frente a mí, tan cambiada a la persona que amaba.

—Te escucho.

—Después de un siglo, al fin hay una nueva Reina del inframundo — Al ver que no respondía nada, continuó. — Alguien que mantendrá a las sombras a raya y hará bien su trabajo.

Recordé la profecía, la forma en la que quedaba a la perfección con ella. ¿Será que...?

—¿Quién es?

—Eso no importa.  —Murmuró, acercándose de nuevo— Volverán a Lunae y no pisarán este lugar de nuevo.

Sus palabras me dejaron perpleja. ¿Qué acababa de decir? Su voz, la fuerza con la que hablaba, parecía un campo que me repelía de forma extraña.

Infierno Escarlata (C.E 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora