Between you and me
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La noche en Hogwarts era fría. No demasiado, solo lo suficiente para que Eloise Black se abrazara un poco más fuerte a su capa y apretara los dientes contra el aire fresco que le pegaba en la cara. Había salido de la sala común para despejarse, como solía hacer cuando las cosas se volvían demasiado, y eso era precisamente lo que pasaba últimamente: demasiado ruido, demasiadas miradas, demasiadas bromas. Y, lo peor de todo, demasiado James Potter.
Le gustaba que los demás lo siguieran, que todos se rieran con él, que Sirius, su hermano mellizo, fuera uno de los que más lo apoyaba. Pero ella no. Ella no entendía por qué el chico que siempre había sido tan... bueno, tan James, de repente la hacía sentir rara. Y no rara como en “estoy en una situación incómoda”, sino rara como en “quiero gritar porque no entiendo nada y me estoy enamorando sin querer”.
Al final, el pasillo del quinto piso en el que se había metido era bastante solitario, como le gustaba. Pero lo que no esperaba era verlo ahí. A él. Como si ya supiera que ella iba a estar allí, con esa actitud de “ya te lo dije, te encontraría”, que tan bien le quedaba.
—¿Qué haces aquí, Potter? —dijo ella, manteniendo su voz lo más fría posible.
James, que no era tonto, sonrió de esa manera que te hacía pensar que siempre estaba en control, aunque no lo estuviera. Dio un paso hacia ella, sus manos metidas en los bolsillos de la capa, y la miró con esos ojos marrones que brillaban, como si supiera algo que ella no.
—Pensaba que te había tocado a ti hacer el papel de escapista esta noche —contestó, ladeando la cabeza. Le encantaba hacerle preguntas que sabía que la harían gruñir un poco. Y lo hacía con razón. A ella le encantaba gruñirle, aunque últimamente lo hacía con menos fuerza, y lo odiaba por eso.
Eloise frunció el ceño, aunque una pequeña sonrisa se escapó. No lo pudo evitar. Lo odiaba, pero no podía negarlo. Había algo en él que la mantenía alerta, que la hacía querer contestar, discutir, pero también algo que... la atraía. Lo odiaba más por eso.
—No tienes ni idea de lo que hablas —dijo, cruzándose de brazos. Lo hizo porque tenía que hacerlo. Porque si no se protegía, él se iba a acercar y entonces ella no iba a ser capaz de decir ni una palabra más.
James se encogió de hombros, como si lo que le dijera no importara. Y, sin embargo, ahí estaba, parado frente a ella, con esa mirada traviesa, como si la desafiara sin quererlo, pero con un toque de vulnerabilidad. ¿Cómo podía ser tan... James y tan diferente a la vez?
—Vamos, Eloise. Sabes que no puedes mantener esa expresión todo el tiempo. Te queda mejor cuando sonríes. —Dijo la última parte en un susurro, casi imperceptible.
Eloise lo miró, sorprendida por lo que acababa de decir. No podía creer que James Potter, de todos los chicos, hubiera sido capaz de notar algo tan... tan suyo. Algo que ni siquiera ella había sabido hasta ahora que le importaba.
—¿Qué quieres, Potter? —preguntó, esta vez con un tono más suave, como si la parte de su interior que le decía que debía alejarse de él estuviera un poco más tranquila.
James se quedó en silencio por un segundo, mirándola como si la estuviera evaluando, estudiando cada uno de sus gestos, cada palabra que decía, como si todo fuera una especie de acertijo que tenía que resolver.
—Quiero saber qué te pasa. —Respondió, con voz más seria, menos bromista. Por un momento, pareció que había dejado de ser el chico que siempre estaba bromeando, el que siempre tenía algo gracioso que decir. Parecía... real.
Eloise no supo qué decir. Ni siquiera podía recordar cómo había llegado a esta conversación. Solo sabía que quería decir algo que no fuera tan... vulnerable. Tan honesto.
—No me pasa nada —contestó, pero no con la seguridad que esperaba. Sabía que mentía, pero no estaba lista para admitirlo.
James soltó una risita, pero no fue su típica risa arrogante. Fue una risa sin fuerzas, como si la preocupación que no quería mostrarle se le escapara de las manos.
—No me mientas, Eloise. Es como si estuvieras a punto de explotar y no tienes idea de por qué. —Se acercó un paso más. Sus ojos, tan oscuros como la noche, brillaban con algo que ella no sabía cómo leer—. Y yo tampoco.
Por un momento, Eloise pensó en apartarse, dar un paso atrás, como si eso pudiera arreglar las cosas. Pero no lo hizo. En vez de eso, lo miró, la batalla interna en su cabeza cada vez más confusa.
—Tú no... —Empezó, pero la verdad era que no sabía qué decir. Ni siquiera sabía lo que sentía. ¿Por qué le importaba tanto? ¿Por qué el sonido de su voz la hacía sentirse más... expuesta?
—Sí, sé que no soy perfecto —dijo él, como si estuviera respondiendo a sus pensamientos—. Pero no soy tan tonto como para no darme cuenta de que esto... entre nosotros, sea lo que sea, está cambiando. Y no sé por qué.
Eloise lo miró, y en vez de sentir que la situación se volvía más incómoda, algo en su interior se relajó. El viento seguía soplando, y el castillo seguía estando ahí, con todas sus paredes y pasillos, pero ellos estaban ahí, solos, en un rincón de Hogwarts que se sentía como un pequeño universo.
—No quiero que esto sea complicado —dijo finalmente, en voz baja. Las palabras salieron sin que pudiera detenerlas, y con ellas vino una oleada de sensaciones que la sorprendió.
James la miró de nuevo, esta vez con una expresión diferente, como si algo en su rostro se hubiera suavizado. Se acercó un poco más, hasta quedar tan cerca que ella podía sentir su calor, el brillo de su mirada justo frente a ella.
—No tiene por qué serlo, Eloise. No si no quieres que lo sea. —Sus palabras fueron suaves, como un susurro entre ellos, como si el viento que los rodeaba también lo entendiera.
Por un segundo, solo un segundo, Eloise dejó de luchar. Ya no tenía ganas de huir, de seguir haciendo la dura. Lo miró, y aunque aún no sabía cómo responder a lo que sentía, algo en su interior le decía que no tenía que hacerlo en ese momento. Simplemente, se quedó ahí, con él, sin decir nada más.
Y, por primera vez en mucho tiempo, eso fue suficiente.