Capitulo 12

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Damián permaneció en el parque, sintiendo la brisa fría acariciar su rostro. Aún tenía los ojos hinchados por las lágrimas, pero el dolor seguía presente, como una herida que no cerraba. Abrazó sus piernas, apoyando la frente sobre sus rodillas. Se preguntaba por qué, a pesar de todo lo que intentaba, siempre terminaba sintiéndose solo.

En ese momento, escuchó un murmullo conocido. Levantó la mirada, y ahí estaba Jon, con una expresión preocupada y cálida. Había llegado sin que Damián se diera cuenta, como si siempre supiera dónde encontrarlo. Jon se acercó despacio y se sentó a su lado en silencio, dándole espacio para que hablara cuando estuviera listo.

—¿Cómo me encontraste? —preguntó Damián, intentando disimular el temblor en su voz.

Jon sonrió levemente y se encogió de hombros. —Es como un superpoder —bromeó, aunque su tono era suave—. Siento cuando estás mal, y, bueno, mi instinto me trajo aquí.

Damián quiso rechazar la comparación, alejarse de la compasión que Jon le ofrecía, pero al ver la sinceridad en sus ojos, sintió que, por primera vez en mucho tiempo, no estaba solo en su dolor. Dejó que las lágrimas cayeran de nuevo, sin poder evitarlo, y Jon se acercó más, poniéndole una mano en el hombro.

—Siempre es lo mismo —susurró Damián, abrazándose a sí mismo—. Siento que cuando por fin encuentro algo bueno, todo se arruina. Como si no tuviera derecho a ser feliz.

Jon lo observó con tristeza, pero en lugar de decir algo que lo consolara, simplemente le dio un apretón en el hombro, dejándole saber que estaba ahí. A veces, las palabras no eran suficientes para sanar las heridas.

—Sabes, tal vez no es lo que cree—dijo Jon después de un rato, en un tono más ligero, como si intentara animar el ambiente—, escuché que hay un parque de diversiones no muy lejos de aquí. Quizás podríamos ir, divertirnos un poco. ¿Qué dices?

Damián levantó la vista, parpadeando para secar las lágrimas. La idea de ir a un parque de diversiones era algo que no había considerado, pero la propuesta lo tomó por sorpresa, y, por un momento, la tristeza se diluyó un poco.

—No sé... —murmuró—. No estoy seguro si tengo ánimos para eso.

—Vamos, solo un rato. —Jon le ofreció una sonrisa amplia—. Te prometo que, al menos, te hará olvidar lo que sea que estés sintiendo por un momento.

Damián dudó, pero al ver la insistencia en los ojos de Jon, decidió darle una oportunidad. No quería seguir sintiéndose miserable, y si había alguien que podía hacerle sentir mejor, ese era Jon. Finalmente, asintió.

—Está bien, vamos.

Caminaron juntos hasta el parque de diversiones, y Damián se sintió agradecido por la compañía de Jon. Al llegar, las luces de las atracciones y el sonido de la música lo envolvieron en un ambiente diferente. Por un momento, se sintió como un niño otra vez, emocionado por cada juego, cada ruido y cada olor que emanaba del lugar.

Pasaron un rato subiendo a diferentes atracciones. Primero, se montaron en la rueda de la fortuna, donde Damián pudo ver las luces de la ciudad extendiéndose bajo ellos como un manto brillante. Luego, probaron el carrusel y, por último, se aventuraron en una montaña rusa. Damián rió como no lo había hecho en mucho tiempo, y por un instante, todo lo demás desapareció.

Después de un par de horas, ambos se detuvieron a comprar helado y se sentaron en un banco a disfrutarlo. Jon lo miró con una sonrisa satisfecha.

—Te dije que esto te ayudaría.

Damián asintió, agradecido. —Gracias, Jon. Realmente necesitaba esto.

Justo cuando empezaban a relajarse, Damián sintió que algo o alguien lo observaba. Al girarse, vio una figura conocida acercándose. Era Tim, su hermano de su anterior familia, acompañado por su novio. Damián sintió cómo el miedo le recorría la espalda. Sabía que su relación con Tim siempre había sido tensa, y la posibilidad de que intentara llevárselo de vuelta lo aterraba.

—Damián, ¿Que pasa? —preguntó Jon, notando su tensión.

—Es... es mi hermano, Tim —susurró—. Temo que venga a buscarme.

Jon frunció el ceño y, sin pensarlo dos veces, tomó la mano de Damián. —No te preocupes, no dejaré que nada te pase.

Tim se acercó con su novio, y Damián sintió cómo su corazón se aceleraba. Pero antes de que Tim pudiera decir algo, Jon lo rodeó con su brazo y murmuró algo en su oído. En un parpadeo, ambos se elevaron en el aire, alejándose del parque de diversiones y de Tim.

Cuando finalmente aterrizaron en la casa de Damián, él estaba temblando, pero no solo por el miedo. La velocidad con la que habían volado lo había dejado sin aliento. Sus madres lo recibieron con sonrisas y abrazos, pero al ver su expresión, supieron que algo andaba mal.

—¿Qué sucedió, cariño? —preguntó una de ellas, acariciándole el cabello.

Damián tomó aire, tratando de calmarse. Les contó lo que había pasado, cómo había visto a Connor con otra persona, el miedo de encontrarse con Tim y la incertidumbre que sentía sobre el bebé que estaba por llegar. A medida que hablaba, las lágrimas volvieron a caer, pero esta vez no pudo contenerlas.

Sus madres lo abrazaron, envolviéndolo en un calor que lo hizo sentir seguro. —Damián, amor —dijo una de ellas con voz suave—, tú eres nuestro hijo, y nada ni nadie cambiará eso. El nuevo bebé será una bendición, pero eso no significa que te amaremos menos. Tú siempre serás nuestro primer hijo.

La otra madre asintió, dándole un beso en la frente. —Eres nuestra alegría, y lo seguirás siendo. Este hogar es tuyo, siempre.

Damián sintió cómo el peso en su pecho se desvanecía poco a poco. Sus madres lo amaban incondicionalmente, y eso era suficiente para él.







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 Renacer en tus brazos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora